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Crónica de Manhattan

Contra Irak y sin fisuras

La semana pasada, el FBI volvió a poner en alerta al país avisando de un ataque terrorista inminente e hizo circular el nombre de varios sospechosos de Al Qaeda. A pesar de que las autoridades mantenían los ojos bien abiertos, nadie pudo evitar que un antiguo estudiante de la Universidad de Fairfield (Connecticut) se colara en una de las aulas y se encerrara con 22 alumnos, un profesor y una bomba que amenazaba con explotar. Finalmente el chico fue detenido, pero su acción puso en evidencia la pobre seguridad de un país supuestamente en guardia. Por si faltara poco, el viernes se supo que seis de los 17 presuntos terroristas que el FBI identificó y cuyas fotos colgó de su página en Internet estaban ya detenidos.

Mientras en la oficina federal se toman su tiempo para investigar, en la Casa Blanca se intenta no perder ni un minuto para poner en marcha las acciones descritas por George Bush en su discurso sobre el estado de la Unión. Irak, que junto con Irán y Corea del Norte conforma en palabras de Bush el ¢eje del mal¢, empieza a convertirse en el objetivo de los misiles estadounidenses. Bush aseguró el miércoles que quería que Sadam Hussein- (presidente de Irak) le tomara en serio.

Con un presupuesto de defensa más reforzado que nunca, el contrapeso de la política exterior de la Casa Blanca, Colin Powell, no ha funcionado y para alarma de los aliados europeos en la lucha contra el terrorismo, el secretario de Estado ha afirmado que se estudian alternativas para derrocar al presidente iraquí y que un ataque directo no es la única opción.

Desde Washington se vuelven otra vez los ojos hacia el enemigo Sadam, al tiempo que el nombre de Bin Laden pierde protagonismo. Hace semanas el director de la CIA, George Tenet, confesó en el Congreso que no tenían demasiadas esperanzas de encontrar a Bin Laden pronto y reconoció que habían perdido su pista. Desde entonces, discretamente, el nombre de Bin Laden se ha ido desvaneciendo, no ha desaparecido del lenguaje presidencial como ha pasado con Enron, pero la figura emergente en la búsqueda del enemigo común es (de nuevo) Sadam.

En Europa no se está de acuerdo en demonizar a ningún país y se está poniendo el grito en el cielo por el rumbo tomado por Bush fuera de sus fronteras. Hubert Vedrine, ministro de exteriores de Francia, calificó la política de Bush de simplista. Javier Solana, Alto Representante de Política Exterior y de Seguridad Común, le ha pedido que abandone el unilateralismo y ha demandado poder decisorio a los aliados.

Todas estas críticas llegan con sordina a EE UU, un país donde apenas hay fisuras en la política exterior. Apenas algunos senadores demócratas han dicho que preferirían que Bush contara más con Europa y que no les ha gustado la expresión del ¢eje¢, pero son cuestiones de forma. En el fondo, también apoyan el derrocamiento de Sadam. El perdedor de las elecciones frente a Bush, Al Gore, que ha reaparecido en la vida pública tras un año de ausencia, también pide el fin de Sadam, eso sí, con más apoyo por parte de la olvidada Europa.

Mientras tanto, Irán, uno de los países que primero condenó los ataques del 11 de septiembre, ha detenido a 150 sospechosos de pertenecer a Al Qaeda, incluidos mujeres y niños, tras ser acusado por EE UU de permanecer pasivo ante la llegada de talibanes afganos al país.

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