<I>Confianza en la construcción </I>
Hay que ser cautos a la hora de fiar la cuarta parte del crecimiento económico a la evolución de la construcción.
Entre las instituciones públicas y privadas que publican previsiones sobre la economía española existe una confianza generalizada en el mantenimiento de un crecimiento elevado en el gasto en construcción en la economía española en 2001 y 2002.
Según el consenso de previsiones de Funcas, en el ejercicio actual dicho gasto podría avanzar algo menos del 5%, reduciendo su crecimiento al 4% en 2002. La consecución de estos avances en 2001-2002 sería la continuación de un trienio de intenso crecimiento del gasto en construcción, en el que este apartado de gasto podría explicar la cuarta parte del crecimiento de la demanda. Frente al resto de partidas de gasto, la construcción ha doblado el crecimiento en los últimos tres años y se espera que siga creciendo mucho más que la economía en el próximo bienio, sosteniendo el crecimiento agregado. De la misma forma que en el gasto, la contribución del sector de la construcción al crecimiento del empleo total ha sido muy significativa, más de un 20% del empleo creado desde 1996. Buena parte del crecimiento del empleo en 2001-2002 podría ser consecuencia del dinamismo que le resta a la actividad constructora.
Pese al optimismo, derivado en buena medida de la inercia con la que se mueve el sector, en España las fases de corrección del gasto en construcción son tan intensas, rápidas y de tanta influencia en la economía agregada que fiar el crecimiento agregado a la construcción implica incurrir en riesgos muy significativos de errar en las previsiones. Desde 1997 han coincidido un conjunto de factores sobre la demanda del sector a los que resulta difícil encontrar precedentes históricos:
Un significativo incremento de la renta disponible de las familias después de impuestos, consecuencia de un buen comportamiento del mercado laboral, un moderado incremento salarial y una reducción permanente del gravamen sobre la renta.
Una menor incertidumbre sobre las rentas laborales, consecuencia de la reducción de la tasa de paro.
Una notable moderación de los tipos de interés, que redujo significativamente el esfuerzo presupuestario realizado por las familias en la adquisición de viviendas (del 60% de la renta familiar en 1992 al 30% en 2000).
El crecimiento del crédito al sector privado.
Una bolsa demográfica que había permanecido fuera del mercado por la crisis económica de principios de los años noventa.
Una bolsa de dinero negro cuyos tenedores se enfrentan a la necesidad de blanquearlo ante la inminencia de la entrada del euro.
Nuevas oportunidades de especulación, ante el renovado dinamismo y liquidez en el mercado de inmuebles.
Ante semejante cúmulo de elementos favorables, el sector residencial apenas sufrió las consecuencias del empeoramiento del tratamiento fiscal que supuso la reforma del IRPF sobre la adquisición de la vivienda desde 1999.
Dos han sido las consecuencias de esta acumulación de elementos favorables en la demanda en el sector inmobiliario. Por una parte se produjo un aumento notable de los precios (cercano al 35%, según las estadísticas de vivienda tasada en 1998-2000) y un incremento significativo de la nueva construcción (más de 1,5 millones de nuevas viviendas visadas por colegios de aparejadores en 1998-2000).
El mantenimiento del crecimiento del empleo, pese a su moderación, la continuidad de bajos tipos de interés, el factor demográfico y la introducción del euro pueden justificar el optimismo de los analistas del sector.
Pese a ello, la experiencia de principios de los noventa debería hacernos ser cautelosos sobre la fragilidad de fiar la cuarta parte del crecimiento de la economía y del empleo a la evolución de la construcción.