La tregua entre EE UU y China enfría la guerra comercial, por ahora
El resultado es mejor para Pekín, tanto de cara al crecimiento como en el aspecto propagandístico

El fin del mundo se ha evitado, por ahora. 40 días después de que Donald Trump anunciara sus imprudentes aranceles recíprocos, EE UU y China han acordado dar marcha atrás. La retirada provocó un alza de las acciones y del dólar, aunque el resultado es mejor para una parte que para la otra.
Durante los próximos 90 días, los aranceles adicionales impuestos este año por EE UU a los productos chinos se mantendrán en el 30%, lo que incluye el arancel básico del 10% que ya se aplica a la mayoría de los socios comerciales de Washington, más el aumento de 20 puntos impuesto en enero por la preocupación por el fentanilo. Los aranceles de China sobre los productos de EE UU se reducirán al 10%.
Pero no es un acuerdo, es una frágil tregua que regula 600.000 millones de dólares de comercio bilateral y que podría romperse fácilmente con los nuevos aranceles específicos para determinados sectores prometidos por Trump. No hay claridad sobre cuál será el destino final de las restricciones de EE UU a las exportaciones de semiconductores a China o de la revisión de la cadena de suministro de productos electrónicos de EE UU por motivos de seguridad nacional, por ejemplo. Tampoco hay una vía clara para garantizar que los aranceles de EE UU no vuelvan a subir al 54% ni los aranceles chinos al 34% una vez expire la tregua, por lo que la incertidumbre seguirá presente.
Pero esta tregua es una victoria evidente para Pekín. Hasta ahora, los líderes chinos se enfrentaban a una caída de 2,4 puntos en el crecimiento anual del PIB que, según estimaciones anteriores de Goldman Sachs, se ha reducido ahora a 1 punto. Aunque sigue pareciendo improbable que alcancen su objetivo principal de una expansión de alrededor del 5%, el déficit será menos doloroso. La significativa distensión de las tensiones comerciales implica que, por ahora, también se descarta una rápida y peligrosa desconexión financiera.
También es una victoria propagandística. Tanto la declaración conjunta como los comentarios del secretario del Tesoro, Scott Bessent, estuvieron salpicados de referencias al “respeto mutuo”, una frase sacada directamente del lenguaje oficial del Partido Comunista. Los líderes chinos también han acordado vagamente “suspender o eliminar” las medidas no arancelarias, como las restricciones a las ventas de tierras raras a EE UU, adoptadas desde el 2 de abril, lo que difícilmente puede considerarse un compromiso firme.
El pacto demuestra a otros países inmersos en negociaciones con Washington el valor tangible de plantar cara: Trump ha demostrado que retrocederá cuando las consecuencias económicas empiecen a hacerse notar y los mercados de bonos se rebelen. El resto del mundo tiene todas las razones para mantener al presidente contra las cuerdas ahora que ha vuelto a pestañear.
Reino Unido
El pacto de EE UU con Reino Unido, anunciado apresuradamente por Trump el jueves, tiene algunas ventajas para su país. Pero nadie debe confundirlo con un acuerdo comercial integral, como intentaron insistir los miembros de la Administración republicana. A partir de ahora, negociar otros acuerdos solo será más difícil.
En otros tiempos, permitir la entrada en EE UU de 100.000 automóviles fabricados en Reino Unido con un arancel reducido, a cambio de enviar aviones Boeing por valor de 10.000 millones de dólares en sentido contrario, probablemente habría sido anunciado por las autoridades comerciales o por un dignatario de visita. Pero la Casa Blanca necesitaba mostrar algún avance antes de la crucial reunión con China de este fin de semana.
Reino Unido era un candidato natural para un acuerdo rápido. Tiene un déficit modesto en el comercio de bienes con EE UU y un claro interés en reforzar sus industrias automovilística y siderúrgica, que atraviesan dificultades. El acuerdo contribuye a salvar a los fabricantes de automóviles británicos, que habrían tenido dificultades con el anterior impuesto del 27,5% sobre las importaciones de EE UU, pero que probablemente podrán sobrevivir con un arancel del 10%. Reino Unido exportó vehículos por valor de 8.300 millones de dólares al otro lado del Atlántico en 2023, casi un quinto del total, lo que hacía imprescindible un acuerdo para firmas como Jaguar Land Rover. Las acerías del país también se benefician. Aunque Gran Bretaña exportó acero semiacabado y acabado por valor de solo 370 millones de libras a EE UU en 2024, la reducción del arancel estadounidense a cero hará que los productos del país sean más atractivos para los clientes de EE UU en comparación con otros países.
Estas supuestas victorias son de poco consuelo para otros exportadores británicos. Están en una situación peor que antes de que Trump volviera al poder, ya que todos los demás productos no incluidos en el anuncio afrontan un arancel del 10%. Mientras, Gran Bretaña reduce los impuestos sobre las importaciones de carne de vacuno y etanol, entre otros productos. Al menos, Keir Starmer ha mantenido por ahora el impuesto sobre los servicios digitales de las grandes tecnológicas estadounidenses.
Aun así, el alcance limitado del acuerdo delata la desesperación de la Administración Trump. Más de un mes después del Día de la Liberación, no hay un camino claro para evitar los aranceles a los socios comerciales. Las normas reguladoras y los impuestos son más difíciles de eliminar, lo que ayuda a explicar por qué EE UU y Reino Unido no han concluido un acuerdo comercial global desde que este último abandonó la UE. Esas barreras no comerciales serán especialmente difíciles de superar con exportadores como China. El anuncio del jueves es un plan difuso para las negociaciones con el resto del mundo.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías