Cómo puede el euro aprovechar la inestabilidad del dólar
La moneda única cumple las condiciones para ser moneda global, salvo la de que haya eurobonos no temporales

Las volátiles políticas económicas de Donald Trump han hundido el dólar y puesto en tela de juicio su estatus como moneda de reserva mundial. El euro está listo para sacar partido de ello. La incertidumbre sobre la alianza transatlántica podría finalmente eliminar los obstáculos políticos para la creación de un activo seguro en la zona euro que rivalice con los bonos del Tesoro de EE UU.
La nueva Administración del país norteamericano ha lanzado un ataque frontal contra la ortodoxia económica, declarando unilateralmente una guerra comercial al resto del mundo y enfrentándose a los tribunales y a la Reserva Federal. El asesor de la Casa Blanca Stephen Miran llegó incluso a cuestionar abiertamente las ventajas del estatus del dólar como moneda de reserva mundial.
Los inversores, conmocionados, han respondido abandonando la divisa. El principal índice de su fortaleza de frente a las de sus principales socios comerciales ha caído en torno a un 10% desde la toma de posesión de Trump el 20 de enero, lo que ha provocado la búsqueda de alternativas.
El euro es el único candidato realista. En el cuarto de siglo transcurrido desde su lanzamiento, el alcance internacional de la moneda única no ha logrado igualar el peso económico de la zona euro. Pero, ahora que la confianza en la excepcionalidad estadounidense se está evaporando, vale la pena analizar con nuevos ojos qué se necesita para que una moneda se globalice y si, esta vez, el euro podría finalmente dar el salto.
Para empezar, es necesario comprender que la existencia de una única moneda internacional indiscutible es una excepción histórica, no la norma. La mayoría de nosotros nunca hemos conocido otra cosa que la supremacía del dólar. Sin embargo, los historiadores económicos Barry Eichengreen y Marc Flandreau han demostrado que la multipolaridad monetaria no es nada nuevo.
Durante casi dos décadas, entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, la libra esterlina y el dólar compitieron constantemente por el primer puesto, a juzgar por su cuota en las reservas mundiales de divisas. La libra perdió su liderazgo en la recesión británica de los 20, pero lo recuperó tras la devaluación del dólar por parte de Washington en 1933. Antes de 1914, el marco alemán también estaba en la pugna.
Resulta que la titularidad, la inercia y los efectos de red son menos decisivos de lo que se cree. En cambio, hay tres pruebas fundamentales que debe superar una moneda para triunfar en la escena internacional.
La primera y más básica es renunciar a los controles de capital. Es imposible que una moneda se convierta en la denominación estándar para el comercio y las finanzas internacionales si los extranjeros no pueden acceder libremente a ella. Tanto el dólar como el euro superan fácilmente este obstáculo. Pero el chino renminbi no lo hace, debido a la cuidadosa gestión del tipo de cambio y los flujos de capital por parte de Pekín.
El siguiente obstáculo para cualquier moneda que aspire a ser mundial es ganar circulación internacional. Esto suele equipararse a tener un déficit por cuenta corriente enorme, como es el caso de EE UU, ya que cuando las importaciones superan ampliamente a las exportaciones, significa que gran parte de la moneda de un país está circulando por todo el mundo, lo que permite a otros acumular suficiente liquidez.
Si esto fuera cierto, sin duda sería un lastre para la zona euro, que ha registrado superávits por cuenta corriente en todos los últimos 15 años, salvo en tres. Pero Gran Bretaña también fue exportadora neta durante todo el XIX, cuando la libra era la moneda dominante en el mundo. Y cuando el entonces ministro de Economía francés –y luego presidente– Valéry Giscard d’Estaing se quejó en 1965 del “privilegio exorbitante” de Estados Unidos, este país estaba en medio de una racha de superávits externos que se prolongó durante toda la década.
La realidad es que un país también puede prestar a extranjeros, poniendo así su moneda en circulación a través de la cuenta de capital, independientemente de su balanza comercial. Por tanto, el verdadero requisito previo para el alcance extraterritorial es un sector bancario ambicioso y activo a nivel mundial, respaldado por un banco central con recursos suficientes y credibilidad internacional. Por eso el dólar solo empezó a rivalizar realmente con la libra después de la creación de la Reserva Federal en 1913.
En este test, la zona euro obtiene una buena puntuación, aunque no alcanza el nivel de EE UU. El Banco Central Europeo está bien consolidado como garante firme de la estabilidad monetaria y como prestamista ágil de última instancia. Además, con un total de activos por valor de 34 billones de dólares en septiembre de 2024, el sector bancario de la eurozona era un 40% mayor que el estadounidense, con 23,5 billones. Pero, en lo que respecta a la cuota mundial de préstamos transfronterizos, es el dólar el que domina al euro por casi el mismo margen, según el Banco de Pagos Internacionales.
Este rendimiento relativamente inferior se explica sobre todo por la tercera prueba que debe superar una moneda mundial, y que el euro no pasa: la existencia de un “activo seguro” reconocido a nivel mundial, similar a los bonos del Tesoro de EE UU. Este refugio seguro definitivo es el pilar fundamental de un sistema financiero moderno.
Funciona como garantía para los contratos de recompra y derivados, como referencia para la fijación de precios de todos los demás activos y como instrumento básico de ahorro tanto para los inversores nacionales como para los extranjeros. Sin un sustituto equivalente en la zona euro, la moneda del bloque simplemente no está en la carrera. Los bonos alemanes son seguros, pero históricamente han sido demasiado escasos en comparación con los bonos de EE UU.
Este hecho no pasa desapercibido para las autoridades. En 2011, la Comisión Europea planteó la idea de emitir bonos de estabilidad garantizados conjuntamente, que los miembros de la zona euro podrían emitir por un importe máximo del 60% de su PIB. El Comité Europeo de Riesgo Sistémico propuso en 2018 un plan alternativo para los valores respaldados por soberanos europeos o ESBies, fondos titulizados de bonos gubernamentales nacionales existentes, divididos en tramos más seguros y más arriesgados. En la pandemia, la Comisión incluso puso en marcha un programa de bonos conjuntos de hasta 750.000 millones de euros para financiar su Mecanismo de Recuperación y Resiliencia NextGenerationEU, aunque como experimento estrictamente limitado en el tiempo.
Sin embargo, el obstáculo para la creación de un activo seguro en la zona euro siempre ha sido más político que técnico. Sin rodeos, los miembros más conservadores en materia presupuestaria se han resistido al principio de la responsabilidad conjunta por la deuda pública. Sin embargo, en la era del America First, tal vez incluso ese dogma caiga. Alemania ya ha cruzado una línea roja en materia fiscal con un importante programa de gasto en defensa e infraestructuras financiado con deuda bajo el mandato del próximo canciller, Friedrich Merz, lo que tal vez sugiera un apetito por cambios más profundos.
Canadá demuestra lo rápido que puede cambiar la opinión pública. La guerra económica y diplomática de Trump acaba de provocar uno de los giros más importantes de la historia política reciente. De un plumazo, ha transformado el incisivo multilateralismo del Partido Liberal en el poder, que era su talón de Aquiles, en su principal baza. La enorme desventaja en las encuestas se ha convertido ahora en una estrecha ventaja para el candidato del partido, Mark Carney, antes de las elecciones del lunes.
Del mismo modo, en la zona euro, la perspectiva de una mayor integración financiera parecía muy remota hace solo unas semanas. Sin embargo, dado que la mayor amenaza para los partidos en el poder tanto en Francia como en Alemania proviene de la derecha nacionalista, que comparte algunas de las posturas de Trump, el aumento de la tensión transatlántica puede suponer un regalo político para el sueño de un euro verdaderamente global.
Al fin y al cabo, ¿qué patriota que se precie se atrevería ahora a oponerse al proyecto que, más que ningún otro, pondrá por fin a Europa en primer lugar?
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías