La nueva economía de las falsificaciones
Salvaguardar el valor del diseño y las grandes marcas europeas exige medidas urgentes

La Trumponomics, en su vertiente arancelaria, ha suscitado un infrecuente consenso crítico internacional, al fondo y a las formas, de las medidas adoptadas. Muy probablemente, los fundamentos teóricos de las mismas, o sus aportaciones metodológicas, como la simpar fórmula para el cálculo de los aranceles, no harán al presidente Trump merecedor del Premio Nobel de Economía. Aunque es extraño que todavía no se haya autopostulado al mismo, como en su día ya hizo su locuaz correligionario Javier Milei.
Pero sería miope descalificar toda medida de ambos presidentes solo por su controvertida filiación parental. De hecho, alguna de las propuestas arancelarias de Trump podrían tener lógica, de la misma forma que no le faltaba base a Millei en su frontal cuestionamiento del estado argentino, puede que el más ineficaz por tamaño relativo entre los países de similar población, según recientes cálculos de The Economist. Tan ineficiente que les sirvió a los, esta vez sí, justos merecedores del Nobel, Acemoğlu y Robinson, de ejemplo ilustrativo de lo que es un estado inútil, un Leviatán de papel, con sus ñoquis, término con el que en Argentina se conoce a los empleados del sector público que cobran sin ir a trabajar. Aunque la solución óptima sería mejorar la productividad de la administración, y no la motosierra.
Tampoco le falta razón al presidente Trump cuando señala el uso excesivo que hace China de la Unión Postal Universal, accediendo a notables ventajas tarifarias en el transporte de la paquetería, ya que seguimos catalogando a la segunda economía del mundo como país en vías de desarrollo. A ello se debe sumar la exención de minimis que evita el pago de aranceles si el valor declarado de esos paquetes es inferior a 150 dólares en la UE u 800 dólares en Estados Unidos. La conjunción de ambas exenciones les permiten inundar occidente, preferentemente por trasporte aéreo, de paquetes de sus plataformas low cost. Desde las más tradicionales como Aliexpress o Miravia, pasando a las más agresivas y bajo sospecha Shein o Temu, para llegar al salvaje oeste, de wystore.vip o Hacoo. Esta última utiliza, para ocultar sus cuestionables operaciones, listas de difusión de WhatsApp, algunas con medio millón de usuarios en nuestro país, para distribuir enlaces de supuestos productos legales, que esconden productos falsificados.
Difícil saber cuántos paquetes inundan cada día nuestros mercados, entre otras cosas, ya que su crecimiento es exponencial, pero por las estimaciones que maneja la Unión Europa y Estados Unidos, estaríamos cada vez más cerca de los 20 millones al día en ambas economía, con una relación 3/1 a favor (o, a desgracia) de la UE.
Una proporción que seguirá aumentando, no solo por los crecientes reparos estadounidenses, que los desplazarán a Europa, sino también por las inversiones y mejoras en la eficiencia logística del corredor ferroviario Central Transcaspiano, que evita Rusia y que ya reduce 10 días de media la travesía marítima del contenedor por el inestable Golfo de Adén. Un futuro escenario de paz en Ucrania, que desbloquearía el más rápido Corredor Norte, a través de las estepas rusas, sin burocráticas fronteras nacionales, solo aceleraría la inundación de este tipo de paquetería.
El problema de esos paquetes, que según los profesores Fajgelbaum y Khandelwal son más demandados por las economías domésticas de rentas más modestas, es que, en no pocas ocasiones, son mercancías que ni pagan los obligados impuestos indirectos (en Europa, el IVA) y/o son copias, cada vez de mejor calidad (calidad mirror se denomina en el sector de las falsificaciones), de productos de grandes empresas occidentales, desde ropa, complementos como bolsos, pasando por las camisetas de los clubs de las grandes ligas, que de nuevo son las occidentales, hasta llegar a los famosos juguetes del gran campeón europeo Lego.
El falso lujo mirror nunca ha sido tan asequible desde la comodidad y el anonimato del domicilio, evitando la interacción o exposición social con los manteros o la necesidad de desplazarte a otros países, como algunos de la ribera sur mediterránea, con pujantes mercados de falsificaciones.
Todo producto en el que el diseño y prestigio de la marca represente un porcentaje muy significativo sobre su precio final es susceptible de ser copiado, como se pone de manifiesto en las germánicas Adidas que pisan nuestras ciudades. Además, en la división mirror, para los productos de más alta gama, como un bolso de Hermès, se falsificará también la bolsa que lo cubre o la supuesta factura y garantía. Sin embargo, para grandes volúmenes, como podría ser la última prenda viral de Inditex, ni siquiera sería necesario que se cumpliera la regla antes descrita para incentivar su copia masiva.
Pero nada se dice en los informes Letta y Dragui de esta nueva economía de las falsificaciones y los graves perjuicios que ocasiona al superior diseño europeo y, en particular, a nuestros productos de gama alta. Extraño olvido, cuando es precisamente la gran industria del lujo uno de los pocos ejemplos que nos quedan en la Unión Europea, junto al turismo, de supremacía económica. De hecho, turismo y sector del lujo comparten, como factor determinante, el necesario glamour de nuestras ciudades icónicas. La asociación de cualquier producto de lujo con el nombre de Paris, Londres, Milán o Barcelona es un binomio ganador. Pocas ciudades, como New York o Dubai, pueden cuestionar esta hegemonía.
Salvaguardar el valor del diseño y las grandes marcas europeas exige medidas urgentes que obliguen al cambio del modelo actual de la logística de pequeños paquetes individualizados, a uno de grandes volúmenes de cada producto, que siempre paguen IVA y aranceles, empleando almacenes intermedios dentro de la Unión Europea, dónde se individualizaría la mercancía antes de mandarla a los hogares. También exigiría una mejor inspección en esos almacenes, estaciones de transporte y puertos. Para posteriormente limitar el acceso online en Europa a las plataformas asiáticas que carezcan de una política de estricto respeto de los derechos de propiedad, exigiendo también una mayor vigilancia de las otras plataformas que son necesarios cómplices involuntarios, como WhatsApp o Tiktok.
La exasperante lentitud de la UE para proteger a sus grandes campeones del diseño, y el empleo de calidad que generan, pero también al comercio al por menor, empezando por los bazares asiáticos (primeras víctimas de las plataformas compatriotas), probablemente nos llevará a una nueva derrota económica y, de paso, dará alas a la brocha gruesa del nuevo populismo económico y sus controvertidas, pero expeditivas, medidas.
José Ignacio Castillo Manzano es presidente de la Academia Andaluza de Ciencia Regional y catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla.