La importancia de la narrativa en Bolsa
En momentos en los que no parece clara, como el actual, la protagonista es la volatilidad, y eso significa oportunidades

La vida no es lineal. Toda la educación que recibimos se apoya en la linealidad de las cosas. Pero casi nada en la vida es lineal. Las ciencias físicas son exactas. Las ciencias sociales, no. Richard Feynman, uno de los mejores físicos de la historia reciente (y probablemente de toda la historia) comentó: “Imagina lo complicada que sería la física si los electrones tuvieran emociones”.
Nos comportamos de manera no lineal, pero predecimos de manera lineal. Por ello las predicciones siempre fallan. No hay manera de acertar en la predicción sobre los sucesos sociales futuros. Y, sin embargo, tenemos esa extraña necesidad de hacer predicciones para calmar nuestro miedo a actuar bajo la incertidumbre que nos plantea el futuro.
En Bolsa, las predicciones y la toma de decisiones se hacen con base en una linealidad inexistente. La cadena de errores de predicción se soluciona cambiando y ajustando constantemente las predicciones, de manera que, atendiendo a las últimas, el nivel de acierto parece elevado. Nos olvidamos de las predicciones que se realizaron tiempo atrás, cuyas conclusiones son completamente opuestas a los resultados reales.
Las predicciones son un resultado de los hechos más recientes, por lo que su único papel es el de encontrar explicación (a posteriori) de los acontecimientos recientes. Jamás deberían tenerse en cuenta como argumentos para predecir los sucesos futuros.
Dado el sesgo hacia los acontecimientos recientes, en toda predicción (y opinión) prevalecen, por tanto, los últimos hechos. En otras palabras, la narrativa reciente es la narrativa que se impone. Y, en Bolsa, la narrativa que se impone la escriben los precios de los activos (la evolución de los precios más reciente). Un viaje atrás en el tiempo (solo unos pocos años) nos da una perspectiva del poder de la narrativa en cada periodo.
La época precovid destacaba por una profunda convicción deflacionista, provocada por la globalización y el desarrollo tecnológico. Aquella convicción murió en cuestión de meses. Conforme las consecuencias de la covid iban materializándose lentamente en la economía real (estímulos desorbitados, rotura de las cadenas de suministro, paralización de los procesos productivos…), la narrativa dio un giro de 180 grados. Durante el año 2022, la inflación surgió como protagonista (cuando meses antes todos la daban por muerta), y estableció un nuevo paradigma. Ese nuevo paradigma provocó una rotación en el mercado, desde los activos de calidad y de duración (activos o compañías cuyos flujos de caja están muy alejados en el tiempo) hacia los activos ligados a la inflación y los tipos de interés, especialmente el petróleo y los bancos. Las cotizaciones parecían haberse olvidado por completo de los fundamentales. Solo importaba la nueva narrativa.
La narrativa inflacionista quedó apartada por una nueva, también en cuestión de meses: la de la inteligencia artificial. En los primeros meses de 2023 se expandió el concepto de inteligencia artificial gracias al éxito de ChatGPT, la primera interfaz de inteligencia artificial en formato LLM orientada al público (OpenAI ya disponía de modelos de lenguaje avanzados en la época previa a 2020). Los inversores se olvidaron de la inflación y los tipos de interés y se enfocaron en esta nueva (y poderosa) tendencia. El mayor éxito fue Nvidia, la compañía encargada de diseñar los chips de última generación necesarios para hacer funcionar los modelos de IA. Su cotización se multiplicó por varias veces en cuestión de meses.
En un momento en el que los desarrollos de inteligencia artificial son más intensos que nunca, con planes de inversión masivos encaminados a incrementar la capacidad en esta tecnología, la narrativa da otro giro y, en lugar de atender a los nuevos éxitos en el plano tecnológico (DeepSeek fue un protagonista efímero en este sentido), la guerra arancelaria renace y atrae toda la atención de los inversores. En estos momentos, todo el mundo se pregunta cómo acabará el experimento de Trump. Las cotizaciones reflejan una incertidumbre máxima. Y, como es habitual en casos así, los fundamentales pasan a un segundo plano.
La narrativa actual cambiará en algún momento para dar paso a otra nueva, distinta de la actual, posiblemente la inversa a la actual. Quizás el interés de la Administración Trump con la política arancelaria sea tumbar todas las barreras arancelarias a nivel global. Quizás únicamente pretenda mejorar su balanza por cuenta corriente, devaluando el dólar y estresando los flujos de mercancías para tratar de reindustrializar Estados Unidos. También puede ser que China, el país más duro en las negociaciones, no acepte las condiciones y terminen en una guerra comercial (quién sabe si geopolítica) a gran escala, cuyas consecuencias serían desastrosas para la economía mundial.
En momentos donde las narrativas no parecen claras, como parece ser el momento actual, la protagonista es la volatilidad. Y, cuando hay volatilidad, hay oportunidades. Recuerden que a largo plazo solo existe una narrativa: la economía crece, la tecnología mejora y la Bolsa sube.
Álvaro Jiménez es gestor de inversiones en Gesconsult