La energía solar espacial corona el auge de los elefantes blancos
Enviar satélites para producir electricidad verde, como proponen varias startups, no es nada rentable
Un elefante blanco es un regalo precioso que resulta económicamente ruinoso para quien lo posee. En el caso de las empresas de servicios públicos, la idea de enviar satélites al espacio para generar energía solar podría encajar en esta categoría. Sin embargo, una nueva generación de startups e inversores está tratando de revivirla, junto con otras quijotescas iniciativas de energía verde, retomando ideas de hace décadas para resolver las demandas energéticas de la inteligencia artificial. Entonces, como ahora, los números no cuadran.
La energía solar terrestre es rápida de instalar y, con un coste de tan solo 29 dólares (25,5 euros) por megavatio hora antes de las subvenciones, es más barata que los combustibles fósiles, según Lazard. Más de la mitad de la nueva capacidad de generación prevista por las utilities para 2025 en Estados Unidos aprovechará el sol, según la Administración de Información Energética.
Sin embargo, con los nuevos centros de datos al servicio de la inteligencia artificial acelerando la demanda, las fuentes que proporcionan energía ininterrumpida son cada vez más atractivas. Si suspendemos la incredulidad por un momento, los paneles espaciales, que miran directamente al sol y no se ven afectados por las nubes, encajan perfectamente.
La startup Aetherflux anunció el día 2 que había recaudado 50 millones de dólares (44 millones de euros) en nueva financiación. Tiene previsto lanzar un satélite de demostración el año que viene. La empresa fue fundada por Baiju Bhatt, multimillonario cofundador de Robinhood Markets. Entre los inversores de la firma se encuentran Index Ventures, Interlagos, Breakthrough Energy Ventures, Andreessen Horowitz, NEA, Vlad Tenev (cofundador de Robinhood), Dan Gallagher, Laurent y François-Paul Journe y el actor Jared Leto.
Esto forma parte de una oleada de inversiones de capital riesgo en energía limpia por valor de 89.000 millones (78.000 millones) entre 2020 y 2024, según Pitchbook, frente a las escasas inversiones anteriores.
Otros también están interesados. La empresa de cohetes China Academy of Launch Vehicle Technology dio a conocer en octubre un plan similar, comparado con el proyecto de la presa de las Tres Gargantas en el espacio. En otros campos más descabellados, casi 100 empresas persiguen el sueño de los reactores nucleares miniaturizados y producidos en serie.
El escritor de ciencia ficción Isaac Asimov propuso algo similar a la idea de Aetherflux hace 84 años. Más concretamente, la crisis del petróleo de los años 70 impulsó la investigación sobre estas mismas ideas. Un estudio de 1979 reveló que se podían construir suficientes satélites para generar 300 gigavatios de energía solar, con un coste aproximado de 4 billones (3,5 billones) actuales, lo que supone el 14% del PIB de Estados Unidos.
Fundamentalmente, estos planes añaden costes a fuentes de energía bien conocidas. Un informe de la NASA de 2024 es tajante: poner una sola estación solar de 2 gigavatios en órbita geosincrónica requeriría 1,5 millones de paneles y pesaría unos 6 millones de kilogramos, casi la mitad del peso de todos los objetos fabricados por el hombre que actualmente circulan por el planeta. Los paneles espaciales se degradarían dos veces más rápido que en la Tierra y serían extremadamente difíciles de reparar. Transmitir energía mediante láser o microondas es ineficaz.
Es posible que la avalancha de capital de riesgo en el sector ya haya alcanzado su punto álgido y que los proyectos fracasen. En términos más generales, estos son víctimas del atractivo de soluciones complejas y teóricamente elegantes que a menudo se encarecen a medida que las soluciones existentes se abaratan. El problema de volver al pasado es que nunca se puede alcanzar el presente.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías