El largo reinado del dólar está destinado a continuar
Cambiar por la fuerza las condiciones de los bonos de EE UU en manos extranjeras equivaldría a un impago

Mientras Donald Trump inicia su guerra arancelaria contra amigos y enemigos de Estados Unidos, vuelven a surgir preocupaciones sobre el futuro del dólar estadounidense como moneda de reserva mundial. A China le encantaría destronar al poderoso billete verde. Los principales miembros de la nueva Administración de Trump parecen tener la misma opinión. Pero, durante más de medio siglo, el dólar ha desafiado a los agoreros. Y lo más probable es que siga haciéndolo.
La durabilidad del largo reinado de la moneda estadounidense se relata en el nuevo y magistral libro de Paul Blustein, King Dollar: The Past and Future of the World’s Dominant Currency (Rey dólar. el pasado y el futuro de la moneda dominante en el mundo). En los 60, el economista belga Robert Triffin predijo que el papel del dólar como eje del orden monetario de la posguerra se desmoronaría a medida que Estados Unidos se endeudara cada vez más. Triffin se vio recompensado cuando el sistema de tipos de cambio controlados de Bretton Woods se derrumbó a principios de los 70. Mientras la inflación estadounidense despegaba, Charles Kindleberger declaró: “El dólar está acabado como moneda internacional”. El gran historiador económico se equivocó.
Durante las décadas siguientes, el dólar sobrevivió a otros desafíos: el auge de Japón a finales de los 80; la creación del euro en 1999; la crisis financiera mundial y el surgimiento de China como superpotencia manufacturera global; y una sucesión de Gobiernos estadounidenses que utilizaron el arma del dólar contra sus enemigos, que culminó con la incautación de las reservas de divisas de Rusia tras la invasión de Ucrania.
Aunque la participación de EE UU en la producción económica mundial se ha reducido a la mitad desde 1945, el dólar sigue representando alrededor del 60% de las reservas internacionales de divisas. Su dominio en la financiación del comercio es mayor: mientras que las importaciones y exportaciones de EE UU representan menos del 10% del comercio mundial, tres cuartas partes del comercio transfronterizo se facturan en la moneda estadounidense. Su papel en las finanzas mundiales es aún más pronunciado: el 85% de los swaps de divisas y una proporción aún mayor de las transacciones interbancarias extranjeras están denominados en dólares. Como dice Blustein, “en cada coyuntura, las previsiones de la desaparición del dólar resultaron erróneas, a veces debido a la debilidad de las monedas rivales, otras veces debido a la sorprendente resistencia del dólar”. En el lenguaje de los operadores de divisas, se ha mantenido como la camisa menos sucia.
Este dominio se debe en gran medida a la hegemonía militar estadounidense, a la confianza generalizada en el Estado de derecho en Estados Unidos y a la seguridad de que una Reserva Federal independiente mantendrá el papel del dólar como reserva de valor. Una explicación más prosaica es que hacer transacciones en dólares es más conveniente para todas las partes. El comercio exterior y las finanzas globales requieren una unidad de cuenta que pueda usarse para liquidar operaciones. El dólar tiene mucha más liquidez que cualquier otra moneda. Puede que China sea el mayor exportador del mundo, pero el yuan solo se utiliza en una pequeña parte del comercio. Las transacciones financieras internacionales se liquidan principalmente en dólares a través del Sistema de Pagos Interbancarios de la Cámara de Compensación (Chips), que tiene su sede en Nueva York y gestiona transacciones por valor de casi 2 billones cada día. Según Blustein, casi todos los pagos que pasan por este sistema comienzan y terminan fuera de EE UU.
Efecto de red
El papel dominante del dólar en la estructura del sistema financiero crea un efecto de red similar a las poderosas fuerzas que benefician a las mayores tecnológicas del mundo. A lo largo de los años, Microsoft ha cometido muchos errores. Ha hecho chapuzas con lanzamientos de navegadores, teléfonos inteligentes, tabletas y actualizaciones de su sistema operativo. Del mismo modo, Meta no logró establecer una moneda digital global, mientras que su intento de lanzar un mercado de realidad virtual ha sido hasta ahora un fracaso. Pero ambas han sobrevivido con sus posiciones dominantes intactas. Los enemigos de EE UU son como los clientes descontentos de Microsoft: por mucho que quieran encontrar una alternativa al dólar, los costes de cambiar son simplemente demasiado altos.
Pero el papel del dólar como moneda de reserva mundial no es gratuito para los estadounidenses. Como observó Triffin en los 60, la economía global necesita más dólares para expandirse. Pero suministrar a los extranjeros la moneda de reserva mundial lleva a EE UU a endeudarse cada vez más. El hecho de que sea el mayor deudor internacional del mundo, con pasivos exteriores que superan los activos exteriores en unos 26 billones, es una característica, no un defecto, de la posición internacional del dólar. Triffin predijo que, tarde o temprano, se alcanzaría un punto de inflexión en el que el emisor de la moneda de reserva no podría hacer frente al servicio de su deuda. Aunque ese momento puede no haber llegado, el problema no debe ignorarse.
Los miembros de la Administración Trump han identificado otro problema con el papel del dólar como moneda de reserva. El vicepresidente, J. D. Vance, cree que los déficits comerciales endémicos de EE UU son el corolario de los superávits de la cuenta de capital que se requieren para mantener el estándar de la moneda. Estos déficits comerciales, dice, han dado lugar al vaciamiento de la industria manufacturera del país. Vance afirma que el estatus de moneda de reserva es un “impuesto masivo a los productores estadounidenses”. Michael Pettis, economista de la Universidad de Pekín, llega a una conclusión similar.
Stephen Miran, el nuevo presidente del Consejo de Asesores Económicos de EE UU, cree que la hegemonía global del dólar ha dado lugar a la persistente sobrevaloración de la moneda, con efectos perjudiciales para la competitividad comercial del país. En un artículo publicado en noviembre, Miran propuso que la demanda internacional de dólares podría verse frenada si EE UU impusiera un impuesto sobre los pagos de intereses abonados a los tenedores oficiales extranjeros de deuda pública del país. El economista húngaro-estadounidense Zoltan Pozsar ha ido aún más lejos, sugiriendo que las reservas de divisas denominadas en dólares deberían canjearse por bonos a 100 años con cupón cero, que son esencialmente activos sin valor.
Miran sostiene que los países que se benefician del paraguas de seguridad de EE UU deberían compartir más la carga impuesta por el estándar monetario. El problema es que, a excepción de Japón, los aliados militares de EE UU no tienen grandes cantidades de dólares en sus reservas de divisas. Cambiar por la fuerza las condiciones de los bonos del Tesoro en manos de extranjeros equivaldría a un impago de la deuda estadounidense que trastocaría el sistema financiero mundial. El llamado Acuerdo de Mar-a-Lago está descartado. Al menos en el futuro previsible, el reinado del dólar está destinado a continuar.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías