Las claves: los aranceles obligarán a las automovilísticas a estrujarse las meninges
Si el sector quiere evitar una inflación de precios que castigue la demanda, tendrán que ahorrar en los procesos de producción


Al sector de la automoción solo le faltaban los aranceles. A la transición al coche eléctrico, que ha descolocado a los fabricantes tradicionales, y que tiene a los consumidores también en vilo por las regulaciones locales que obligan a dejar atrás los vehículos de combustión, se suma ahora una guerra comercial que parece ir más en serio que en la primera etapa de Donald Trump en la Casa Blanca. Todo lo que se diga puede quedar en papel mojado en unas horas, pero si ya las automovilísticas tenían problemas para hacer previsiones de producción, con los aranceles del 25% a los automóviles no fabricados en Estados Unidos, directamente tendrán que tirar una moneda al aire. Tampoco las propias marcas del país norteamericano se librarán de los efectos, dado que ensamblan parte de sus modelos en el extranjero. Dice J. D. Vance, vicepresidente de EE UU, que la globalización ha hecho adictas a las empresas a la mano de obra barata. Y a las cadenas de suministro eficientes, por esa regla de tres. Desde luego, si las automovilísticas quieren evitar una inflación de precios que castigue la demanda, tendrán que estrujarse las meninges para ahorrar en los procesos de producción.
¿Cuántas familias no pedirán ayudas por hijos por tener que cuidarlos?
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha dicho que muchas familias no tienen más hijos “porque no quieren”. Quizá también tenga que ver que conseguir las ayudas públicas por hijos, como en general cualquier subvención, es toda una yincana. Así lo señala un informe de la Plataforma para la Infancia y Future Policy Lab, que apunta que solo el 10,5% de los hogares con descendencia recibe el Complemente de Ayuda para la Infancia, cuando el 50% cumple con los requisitos. Probablemente, muchas familias no tienen tiempo para el papeleo precisamente porque están ocupándose de sus vástagos.
Comprar fracciones de acciones para repartir la suerte de la Bolsa
En el sorteo de la lotería de Navidad, es habitual comprar participaciones al cuñado, al dueño del bar o al tendero de la esquina: una forma de repartir aún más la suerte en porciones más pequeñas. En el mercado de acciones hay una fórmula que suena parecida, aunque tiene diferencias. Se trata de adquirir fracciones de acciones, algo especialmente interesante en el caso de títulos particularmente caros, como Booking, que cotizan a 4.700 dólares. La diferencia fundamental es que comprar una acción fraccionada no da el derecho de la propiedad sobre ella, sino solo sobre su derecho económico. Asimismo, puede haber problemas de liquidez. El servicio ya lo ofrecen en España neobancos y plataformas de trading, pero el Gobierno quiere promocionar su uso.
La frase del día
Las grandes petroleras están recortando el suministro de combustibles renovables. Si no hay suministro, no se puede comprar, eso es economía básica
Michael O’Leary, consejero delegado de Ryanair
El mundo económico empieza a admitir que solo sabe que no sabe nada
Está volviéndose tendencia admitir desconocimiento sobre hacia dónde se mueve el mundo, al menos en términos geopolíticos. Lo empiezan a reconocer los bancos centrales, en concreto el europeo, también los analistas de Bolsa, y los empresarios y ejecutivos, como Juan Roig (que fue especialmente gráfico) y María Dolores Dancausa, presidenta de Bankinter. El acicate de este sentimiento es, claro, Donald Trump. Un hombre que se hizo famoso antes que político, y que responde a un deseo de los electores por romper el statu quo, aun a riesgo de que ellos mismos se vayan por delante. Lo cierto es que las sociedades occidentales tienen problemas endémicos sin resolver, y que eso ha generado un magma de malestar cuyo síntoma más estentóreo es el presidente de EE UU.