Alemania: ¿cañones o mantequilla?
Merz defendió en la campaña que los retos económicos se podían financiar recortando las ayudas y restringiendo la inmigración

El plan de gasto billonario genera optimismo en Berlín, pero no euforia. Alemania ha cambiado de paradigma porque siente que no podía ser de otra manera. Su Parlamento aprobó por mayoría de dos tercios excluir el gasto militar del límite de endeudamiento y, también, una reforma constitucional que permitirá endeudarse por casi un billón de euros para invertir en defensa, infraestructuras y protección climática.
Alemania ya no se siente segura, argumenta el líder conservador y próximo canciller, Friedrich Merz, quien interpreta la decisión histórica de Berlín como un gran paso hacia una nueva comunidad europea de defensa. “Ya no existe el Occidente tal y como lo conocíamos”, argumenta también en su nuevo ensayo el filósofo Jürgen Habermas, que insiste en la urgencia de dos objetivos simultáneos, el rearme alemán y la integración militar europea. Corre prisa.
Inimaginable que en cuatro años pudiera ser la ultraderecha de AfD (la misma a la que enaltece Elon Musk) la que desde el Gobierno en Berlín asumiera un poder militar no vinculado a Europa. “¿Cañones o mantequilla?”, se preguntó el nazi Hermann Göring en 1936. Alemania no acepta esa disyuntiva, apuntada también por el profesor Paul Samuelson en su modelo teórico en los años 70. Fabricar más cañones no implica desmontar el Estado de bienestar, defendía el economista. No obstante, las actuales negociaciones de coalición para formar Gobierno entre democristianos y socialdemócratas apuntan que habrá también renuncias. Mientras los primeros (partidos CDU y CSU) defienden una reducción fiscal universal para personas y empresas, los segundos (SPD) quieren subir impuestos a quienes más ingresan. Pero todos coinciden en lo esencial, en que Alemania deberá asumir su liderazgo para salvar a Europa.
Los investigadores económicos alemanes piden a Merz “que asuma el liderazgo que le toca”. Monika Schnitzer, presidenta del consejo de sabios que asesora al Gobierno, advierte por escrito al político: “Estimado señor Merz, nos enfrentamos a una fuerte tormenta y Alemania deberá protegerse. Lo bueno es que tanto usted como otros jefes de Gobierno de la UE tienen todavía margen de maniobra.” Uno de los firmantes es Rüdiger Bachmann, profesor de la University of Notre Dame, privada y católica, de Indiana (EE UU), y que opina que, a largo plazo, Estados Unidos solo puede establecer un Estado autoritario y cleptocrático si Europa deja de ser un baluarte democrático. “Putin y Trump son aliados con un objetivo común: debilitar Europa”. Ucrania es el ejemplo. Los economistas proponen fortalecer económica y financieramente el Viejo Continente. Según Schnitzer, es incorrecto pensar que no se puede ganar esta guerra. “Mientras Rusia está debilitada, Europa dispone de los recursos necesarios para defenderse de ella”. Otros miembros del grupo Economists for Europe que se posicionan en el mismo sentido son Christina Felfe, de la Universidad de Constanza, Georg Weizsäcker, de la Humboldt de Berlín, Tereza Ranosova, del Bundesbank, y Christian Bayer, de la Universidad de Bonn.
Con la aprobación de la reforma constitucional que permitirá a Berlín asumir más deuda, Alemania corrige uno de los rasgos de identidad de su política económica: su tradicional disciplina financiera. Lo hace convencida, pero le pesa. Alemania debe endeudarse e invertir para sobrevivir y avanzar. Y para defender Europa. La cuestión es quién paga. Antes de la reforma, se barajaron propuestas como congelar las subidas de las pensiones para financiar mayores presupuestos para defensa. Ahora en las negociaciones de coalición se está discutiendo una reforma de la ayuda social y sancionar a quienes perciben el dinero ciudadano, pero se niegan a trabajar. También se plantea que los baby boomers contribuyan a sobrellevar las cargas. Schnitzer, catedrática de investigación económica en Múnich, pide una reforma de las pensiones: subir la edad de jubilación y eliminar la anticipada tras 45 años de cotización. “Cuanto más tarde se haga, será peor y más caro”.
También el investigador Marcel Fratzscher, del instituto berlinés DIW, opina que la respuesta política al cambio demográfico fue siempre favorecer a los mayores mediante un reparto intergeneracional de jóvenes a pensionistas. Hay que corregirlo, reclama. Fratzscher denuncia además que “Alemania grave tanto los ingresos por trabajo y, tan poco, el patrimonio.” Está a favor de reducir la carga fiscal de ingresos medios y bajos. También propone la creación de un consejo independiente que acceda a todos los datos relevantes del nuevo fondo, y documente y controle los gastos derivados de las nuevas inversiones. El Gobierno de Merz deberá repartir dinero entre los municipios. Y hacerlo bien y lo menos burocráticamente posible. Al mismo tiempo, Berlín deberá concentrarse en reformas estructurales claves; sin perder de vista factores como el déficit de especialistas en el mercado laboral.
Las inversiones en defensa podrían ser también un elemento para impulsar el crecimiento de la industria alemana. Los investigadores lo ven como una oportunidad para crear empleo, disminuir dependencias estratégicas, entablar cooperaciones internacionales, y favorecer las innovaciones tecnológicas. En cualquier caso, una victoria rusa resultaría más cara para la economía alemana que el apoyo necesario a Ucrania. Entre diez o veinte veces más, según cálculos del IfW Kiel. Para su director, Moritz Schularick, la guerra en Ucrania demuestra que la defensa está vinculada a las innovaciones tecnológicas, lo que beneficia al resto de la economía. Schularick: “Una oportunidad más de avanzar y compensar el retraso tecnológico alemán”.
Alemania ha aprobado en el Parlamento una reforma histórica que le permitirá gastar casi un billón de euros en defensa, infraestructuras y medio ambiente. En comparación, el presupuesto federal de 2024 ascendió a 465.700 millones de euros. Paradójicamente, Merz defendió durante la campaña electoral que los retos económicos del próximo Gobierno se podían financiar recortando las ayudas sociales y restringiendo la inmigración. Ahora se convertirá en el canciller que pocos días antes de su nombramiento aprobó el mayor endeudamiento de la historia reciente alemana. Va de seguridad y de modernizar su economía con un fondo especial de 500.000 millones para infraestructuras en los próximos 12 años.
Claro que quedan dudas en un país en el que los conceptos culpa y deuda cuentan con el mismo vocablo: schuld. Fratzscher anima a debatir sobre los beneficios del actual endeudamiento. El Estado, dice, no quema el dinero endeudándose para financiar la inversión en infraestructuras y en defensa, sino que genera al mismo tiempo valores patrimoniales. Considera que es incorrecto decir que las generaciones futuras solo sufrirán desventajas financieras. También argumenta que, en el futuro, parte del ahorro no se transferirá al extranjero (a empresas, ciudadanos o Estados), sino que se invertirá en infraestructuras y defensa del país. La clave está en qué se gasta el dinero. Y eso sí que debe debatirse. “Si el Estado invierte bien, podría reducir incluso su deuda y su cuota de deuda en el futuro.” Fratzscher no espera una crisis financiera. No obstante, recomienda una instancia u órgano de control que garantice transparencia ante los nuevos retos: más Made in Germany y más liderazgo económico y político para impulsar a Europa.
Lidia Conde Batalla es periodista y analista de la economía alemana