El Presupuesto de EE UU resta y multiplica de forma chapucera
Recortar en sanidad y alimentos para los pobres es contraproducente en términos económicos

No todos los dólares del Presupuesto estadounidense equivalen a un dólar. Algunos valen mucho más, lo que distorsiona aún más las matemáticas que los republicanos del Congreso están utilizando para justificar los recortes de gastos.
El objetivo principal es extender hasta 4,5 billones de dólares de ahorro fiscal, durante 10 años, desde el primer mandato de Donald Trump, y conseguir dinero para financiar la seguridad fronteriza. Para ello, los legisladores quieren recortar unos 1,5 billones de gastos durante la próxima década. El plan del Partido Republicano implica recortar en lugares que son tan confusos desde el punto de vista financiero como problemáticos desde el político.
Los republicanos de la Cámara de Representantes, sin ningún voto demócrata, han aprobado esta semana un plan de acción que establece los fundamentos. Por un lado, designa al panel que supervisa Medicaid, un programa que ayuda a cubrir los gastos médicos de los más pobres, para encontrar formas de eliminar 880.000 millones de gasto en una década, o aproximadamente el equivalente a su presupuesto anual. Simplemente, no hay tanto despilfarro y fraude que eliminar, lo que significa que los pacientes y los estados deben asumir una mayor parte de la carga. El borrador también pretende recortar 230.000 millones de ayuda alimentaria, lo que podría afectar de media a unos 9 millones de beneficiarios mensuales, estima el think tank progresista Centro de Prioridades Presupuestarias y Políticas.
Estas ideas ponen en peligro un ya abultado déficit de 1,8 billones, que supera el 6% del PIB. El gasto de Medicaid, por ejemplo, supera su peso económico. Cada dólar gastado genera 1,50 de producción, en gran medida al mantener a los estadounidenses más sanos, según una investigación de la Reserva Federal de Dallas. Subvencionar las facturas de la compra es aún mejor, ya que 1 dólar genera 1,79 de actividad, incluyendo agricultores, minoristas y otras partes de la cadena de suministro, según el Departamento de Agricultura. Los republicanos también están apuntando al Presupuesto para la aplicación de impuestos, aunque paralizar a los recaudadores fiscales sería la medida más perjudicial. Cada dólar dedicado a vigilar a los evasores genera un retorno de 6,40 dólares, estima la Oficina de Presupuesto del Congreso.
Si los recortes fiscales propuestos se pagaran con creces, teóricamente podrían tener sentido. Pero la mayoría de ellos benefician a las personas más ricas, más propensas a guardar el dinero extra que a gastarlo. Hay pocas pruebas que respalden el efecto de goteo prometido por Trump y generaciones de republicanos.
En conjunto, son señales ominosas. Los temores a una inflación persistente y a una impredecible política comercial han dejado los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años en torno al 4,3%, frente al mínimo del 3,6% de mediados de septiembre, cuando la aspirante presidencial demócrata Kamala Harris lideraba las encuestas preelectorales. Además, los republicanos pretenden aumentar el límite de endeudamiento de EE UU en otros 4 billones, lo cual no pone fin a la prodigalidad de Washington. Un mayor endeudamiento y un crecimiento más lento no suenan como una agenda proempresas.
China se prepara para lo peor
China está fijando sus objetivos anuales, mientras Trump amenaza con nuevos aranceles cada mes. Las autoridades de la República Popular tendrán que ser flexibles y ambiguas para permitir que sus objetivos absorban los impactos externos.
El jueves, el presidente de EE UU dijo que otro arancel del 10% sobre las exportaciones chinas entrará en vigor a partir del día 4, el mismo día en que Pekín dará inicio a sus reuniones anuales de formulación de políticas conocidas como las Dos Sesiones. El gravamen duplicaría el arancel que Trump ha aplicado al país durante su segundo mandato y lo elevaría a un nivel que muchos economistas utilizan en sus previsiones globales de referencia.
Los planificadores chinos son expertos en manejar cierta incertidumbre. Concluido en 2025, su decimocuarto plan estratégico quinquenal se vio interrumpido por la pandemia y las tensiones comerciales. Mientras, Pekín necesitó un torrente de estímulos políticos a finales de 2024 para alcanzar su objetivo de que el PIB creciera “alrededor del 5%”, registrando finalmente un 5,4%.
Cuando el primer ministro, Li Qiang, presente su informe anual del trabajo del Gobierno el día 5, se espera que mantenga un objetivo de crecimiento de “alrededor del 5%” este año y que aumente el déficit al 4% del PIB desde un objetivo inicial del 3% el pasado, según fuentes cercanas. Esto implica aproximadamente 1,3 billones de yuanes (180.000 millones de dólares) de gasto adicional, equivalente al 1% del PIB.
Si Trump continúa aumentando los aranceles a China a lo largo del año, y se acerca poco a poco al peor de los casos, con tarifas adicionales del 60% o el 100% además de las ya aplicadas a sus exportaciones por anteriores Administraciones de EE UU, podría obligar a Pekín a hacer un gran esfuerzo. Esto es ahora cada vez más factible.
China no alcanza sus objetivos en ocasiones, pero también puede gastar todo lo que necesite para hacerlo recurriendo a la deuda fuera de balance. Se espera que el Gabinete de Li permita una mayor flexibilidad en la emisión de bonos, especialmente por parte de los municipios. El Ministerio de Finanzas vendió el año pasado bonos soberanos especiales ultralargos por valor de un billón de yuanes. Este programa podría triplicarse hasta alcanzar un nivel récord en 2025, según fuentes cercanas. Los objetivos que establezca China confirmarán su determinación de mantener un cierto nivel de crecimiento, casi a cualquier coste si así lo desea.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías