Trump mete en más problemas al coche europeo
La buena noticia para España es que los aranceles a los vehículos comunitarios no afectarían a la producción nacional.


Josep Maria Recasens, presidente de Anfac, la patronal española de fabricantes de coches, señaló la semana pasada en el congreso anual del lobby automovilístico que el sector nunca había afrontado tantos retos y todos ellos a la vez. Y aunque pueda parecer que era simplemente un directivo más tratando de ablandar el corazón de los políticos allí presentes para que le echaran un cable vía ayudas, lo cierto es que el motor lleva unos años metiéndose en una tormenta tras otra. Pandemia, crisis de semiconductores, inflación, guerras que han afectado a la cadena de suministros, competencia con China, el paso al coche eléctrico y, por si no fuera suficiente, ahora también Trump.
El presidente estadounidense apuntó directamente el miércoles al automóvil europeo en su amenaza de imponer un 25% de aranceles a los productos del Viejo Continente. La medida tuvo un impacto rápido en Bolsa, con Stellantis, Volvo, Porsche, BMW, Mercedes-Benz o Volkswagen como principales damnificados. Solo Renault registró un comportamiento plano.
En principio, la buena noticia para España es que los aranceles a los coches europeos no afectarían a la producción nacional. El año pasado, España no vendió ni un solo coche a EE UU y así seguirá siendo, ya que ni Vitoria (Mercedes-Benz) ni Almussafes (Ford) hacen ya modelos con destino al país norteamericano. Habrá que ver, de todas formas, si el presidente estadounidense cumple finalmente su amenaza e impone la tasa arancelaria a una Europa que ha prometido reaccionar.
Más allá de Trump, el sector tiene puesta toda su atención en lo que ocurra el próximo miércoles, cuando la Comisión Europea presente su Plan de Acción para la competitividad del automóvil. De él se espera, sobre todo, una flexibilización de la normativa de emisiones CAFE, que, tal y como está redactada actualmente, amenaza con ser, por sus niveles de exigencia, un tiro en el pie. Básicamente, una de las salidas más factibles para el sector, ante las escasas ventas de eléctricos, es pagar a competidores extranjeros como Tesla o BYD por los derechos de emisiones que no usen. Sería toda una paradoja que las marcas europeas terminaran pagando el arancel que Tesla y BYD abonan hoy por producir coches eléctricos en China.
Mientras tanto, en una galaxia muy lejana, Toyota se dedica a ganar dinero. La japonesa es, de lejos, la automovilística con mayores beneficios del mundo. Y su receta es simple: vender los coches que pide la gente. Es decir, híbridos.