La apuesta europea por la IA, una cuestión de supervivencia
El ejemplo de Mistral debería servir no para mostrar a una Europa que se queda atrás, sino a una cuyas empresas, aun con menos recursos, dan la talla y son capaces de atraer capital
![El CEO de OpenAI, Sam Altman, conversa con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en la cumbre sobre la IA celebrada en París.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3V7RM3BVGGC6ARMMP4YBDWUJUQ.jpg?auth=8b2c48f9b166416b1d1bb86016de6ae87ec49e75018724c8247db3f377178dfc&width=414)
En menos de tres semanas, la carrera mundial por el desarrollo de la inteligencia artificial ha pasado de ser una dura competición entre vecinos y conocidos (los magnates de Silicon Valley) a una pugna de marcados tintes geopolíticos. En realidad, siempre lo fue, solo que la ventaja de las empresas estadounidenses parecía insalvable. Y las restricciones a la venta de equipamiento sofisticado a China, impuestas por el Gobierno de Joe Biden, estaban destinadas a perpetuar la venta. Pero DeepSeek modificó las reglas del juego: mostró un modelo alternativo a los creados por los gigantes de Silicon Valley, con menores costes, un enfoque diferente y de código abierto. DeepSeek vino a concretar, desde China, una contrapropuesta que muchos esperaban llegara desde Europa. Si la empresa del gigante asiático fue el tema central del foro de Davos 2025, hace un año fue la francesa Mistral quien estaba en boca de todos, en esta misma localidad suiza.
La última valoración de Mistral es de 6.000 millones de euros, según la última ronda de financiación. Son 50 veces menos que la valoración teórica de 300.000 millones de OpenAI y muy por debajo, también de los 60.000 de Anthropic. DeepSeek no ha cerrado rondas de financiación, pero según estimaciones de Bloomberg podría valer entre 2.000 y 30.000 millones. Por más que esta compañía (al igual que Mistral) haya desarrollado un modelo más eficiente, la IA sigue siendo un negocio muy intensivo en capital. Y ni las grandes tecnológicas (que en 2025 destinarán unos 300.000 millones a este tipo de inversión) ni China escatiman en gastos.
La propuesta de la Comisión Europea para movilizar 200.000 millones (50.000 de ellos de dinero público) no colocará a Europa en la cabeza de carrera. Pero puede servir, al menos, para que Mistral y otras iniciativas no acaben absorbidas o minimizadas por el poder avasallador de Silicon Valley. En un momento, además, en el que Bruselas y Washington se miran más como rivales que como aliados. Europa está sola.
El fatalismo es un amigo tan traicionero como la complacencia. El ejemplo de Mistral debería servir no para mostrar a una Europa que se queda atrás, sino a una Europa cuyas empresas, aun con una fracción de los recursos de sus competidoras, dan la talla y son capaces de atraer capital. Europa es una potencia científica; solamente necesita hallar el modo de movilizar los recursos para transformar estas capacidades en una competitividad tecnológica.