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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La paradoja europea: líder en ciencia, rezagada en empresas de tecnología

35 universidades europeas están entre las 100 mejores del mundo, pero solo 8 compañías tecnológicas se meten en el ranking

Sección del acelerador de partículas CERN, en Suiza
Sección del acelerador de partículas CERN, en SuizaRonald Patrick (Getty Images)

Leo en estos días en los medios una noticia sobre el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en inglés) que usted también habrá escuchado. Resulta que el centro está utilizando su enorme cantidad de datos para realizar estudios que a través de herramientas de IA están revolucionando tratamientos médicos. Tratamientos que podrían encontrar cura para el cáncer. Siempre que hablamos de tecnología y medicina, si no es para curar el cáncer parece que nos quedamos en la capa inferior.

Parece que Trutstroke Project, así se llama la iniciativa de CERN, lo que aborda es el tratamiento de ictus (stroke, en inglés) y se está ya aplicando en más de 10.000 pacientes en colaboración con hospitales europeos. Asimismo, se piensa utilizar para desarrollar proyectos en detección de cáncer de mama entre otros, además de enfermedades neurológicas como el Alzheimer y tumores cerebrales. Y se preguntará, ¿qué tienen que ver los aceleradores de partículas para la comprobación del modelo estándar de la Física con los tratamientos de medicina? Y le contesto, algo, pero no tanto.

El conocimiento de las partículas fundamentales está en la base de todo el conocimiento científico, todo lo que descubramos aplicará, por tanto, a todas las ramas de la ciencia. En concreto en España hay tres aceleradores de protones de uso médico, el de Hitachi de la Clínica de Navarra en Madrid el GE de Quirón en Pozuelo y el reciente de San Joan de Deu de Barcelona en 2023. ¿Qué diferencia terapéutica aportan? La concentración de energía sin efectos secundarios. Concentración de la energía correspondiente al peso de un elefante en el volumen de una pelota de ping pong. Esa proporción llevada a un tumor cerebral destruye el tumor sin dejar secuelas en el resto del tejido. Tumores cerebrales pediátricos, lesiones difíciles de abordar sin dejar efectos postoperatorios se benefician de este tipo de técnicas. No es de esto sobre lo que vamos a reflexionar hoy, nos interesan qué pasa en Europa con la tecnología.

Utilizar una tecnología para desarrollar otra área de especialidad es de los retos más exigentes en la ciencia. El CERN gestiona tantos datos y lo hace tan bien que puede hacer una interpolación mediante IA a otras ramas de la ciencia, para conseguir resultados en medicina tan brillantes como los que usted está viendo estos días. Esto significa que el millón de pacientes anuales de ictus en Europa son aquellos que podrán tener mayores posibilidades de sana supervivencia en el mundo. De los 10 millones con secuelas habidos hasta ahora me temo que ya no podemos decir lo mismo. ¿Cómo se puede estar utilizando en Europa una tecnología para el estudio de la física que no tiene precedentes en el mundo, en aplicaciones prácticas en otras áreas de la ciencia como la medicina? ¿Somos entonces tan buenos en tecnología? ¿No era que nos están adelantando por todos lados porque no tenemos compañías tecnológicas ni sacamos productos capaces de competir con Estados Unidos y China? ¿Cómo se entiende esta paradoja? O ¿tiene alguna otra explicación? El Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) de CERN es el acelerador de partículas más grande y capacitado del mundo.

En los EE UU los físicos perdieron la opción de construir un LHC hace años. Lo más parecido es el RHIC (Relativistic Heavy Ion Collider) de Brookhaven NY de 3,8 kilómetros de circunferencia y 5,5 TeV (teraelectronvoltios) de energía de colisión, es un ratón comparado con los 27 kilómetros de circunferencia y los 14 TeV del colisionador europeo. Siete veces mayor y con capacidades de colisión que pueden alcanzar un multiplicador de 28 con respecto a su primo lejano europeo. La Física europea ha recibido 20 premios Nobel este siglo por tan sólo 15 americanos, la diferencia en otras disciplinas como Economía o Medicina son arrolladoras en sentido contrario. Japón y China tienen colisionadores y premios Nobel en Física muy alejados de nuestras cifras.

Según los rankings más recientes de QS y Times Higher Education, 35 universidades europeas están entre las 100 mejores del mundo en 2024, 38 americanas y 19 asiáticas. No tenemos nada que envidiar académicamente a los demás. O ¿tal vez sí? De las 100 primeras compañías tecnológicas del mundo tan sólo ocho son europeas: sí, no es una errata, lo ha leído bien querido lector. La holandesa ASML destaca entre todas, el resto son de semiconductores donde fuimos los primeros hace tiempo, la alemana SAP de software y la sueca Spotify están entre ellas. No es ya que haya 64 americanas, ocho veces más. Es que Asia nos dobla, China nos supera y Corea e India están tocándonos la espalda. ¿Usted lo entiende? Yo no.

¿Podría ser que, habiendo casi un 50% más de europeos que americanos, dediquemos menos de la mitad a investigación y desarrollo? 363 millones nosotros por 885 ellos, a pesar de un PIB menguante pero todavía cercano. ¿Podrían ser los trámites burocráticos necesarios para crear una empresa tecnológica? 2 a 5 días frente a 7 a 10 días, 15 de media en España. ¿Tal vez los impuestos, las aprobaciones burocráticas? ¿Las regulaciones europeas? Y es que nos enorgullecemos de ser los campeones del mundo en saber qué va a pasar y poner las medidas para que eso no pase, es decir, regular.

Somos muy buenos en ciencia y no tenemos compañías tecnológicas, por lo tanto, tampoco productos tecnológicos que vender. La regulación es necesaria y da confianza para poder utilizar la tecnología, nadie desde aquí va a proponer aligerar medidas en privacidad, seguridad y propiedad intelectual que garantizan nuestra seguridad y libertad digitales. Pero déjeme hacerle una pregunta antes de irme, ¿puede que algunas de las personas que tienen esa responsabilidad en las instituciones europeas, podrían estarlo haciendo algo mejor? O de lo contrario, ¿qué otros intereses que no sean los suyos como ciudadano europeo están atendiendo?

Rafael Areses es médico y director de tecnologías emergentes en ALEBAT.

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