El veto de la UE a la deforestación crea un futuro comercial incierto
Si no quiere perder materias primas vitales, Bruselas deberá suavizar la restricción de las importaciones agrícolas
El empeño de la UE por hacer más ecológica su cadena de suministro corre el riesgo de desembocar en una política de tierra quemada. La prohibición prevista de las importaciones agrícolas procedentes de tierras deforestadas afectará a los países en desarrollo productores de materias primas como la madera y el aceite de palma. La medida ya está provocando que las exportaciones se vayan a otros lugares. Si no quiere perder materias primas vitales, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, tendrá que ofrecer ayuda o dar marcha atrás en las protecciones laborales y medioambientales.
La deforestación es una lacra climática. Según un estudio de la Universidad de Oxford, los incendios forestales son el segundo factor que más contribuye al calentamiento del planeta, con un 19% de las emisiones mundiales de carbono entre 1959 y 2019. Durante la mayor parte de las estaciones monzónicas, un denso humo recorre el sudeste asiático, provocando peligrosos picos de contaminación atmosférica, obligando a cerrar escuelas y perjudicando a la economía. Una serie de incendios forestales en 2015 redujo el PIB de Indonesia casi un 2%, según una investigación de la RAND Corporation.
El Reglamento de la UE sobre deforestación (EUDR, por sus siglas en inglés), que entrará en vigor el 30 de diciembre, impedirá la entrada en el bloque de mercancías cuyo origen pueda rastrearse hasta tierras deforestadas. Aproximadamente el 90% de la deforestación mundial se debe a las prácticas agrícolas de Sudamérica y el sudeste asiático, donde productos como el aceite de palma y el café se cultivan a escala industrial y se envían a todo el mundo. Según un informe del banco tailandés Krungsri, el año pasado las exportaciones de estos productos a Europa ascendieron a 400.000 millones de dólares.
El EUDR creará una serie de requisitos complejos y posiblemente difíciles de cumplir. Los agricultores tendrán que facilitar las coordenadas de su parcela para que un funcionario de aduanas europeo las coteje con imágenes de satélite. Añadir burocracia a un mercado en gran medida informal será caro: una evaluación de la UE de las normas anteriores cifraba los costes totales para los Estados miembros en más de 460 millones de euros.
El EUDR ha sido atacada tanto por el Gobierno de Biden como por China, que se ha negado a cumplirlo alegando “motivos de seguridad”. Brasil, que el año pasado exportó a Europa productos afectados por valor de 46.300 millones de dólares, lo calificó de “instrumento punitivo”. Los burócratas de Australia y Brasil también están forcejeando con la UE sobre qué mapas forestales son más precisos. Incluso algunos países de la UE como Alemania, Italia y Suecia han intentado retrasar su aplicación.
Pero las voces más fuertes contra el EUDR son las de Indonesia y Malasia, cuyas exportaciones combinadas de aceite de palma representan el 85% del suministro mundial y en torno a la mitad de las importaciones totales de la UE de este producto. Yakarta ha acusado a Bruselas de “imperialismo regulador”, y algunas autoridades indonesias han afirmado que los agricultores carecen tanto de smartphones como de los conocimientos necesarios para registrar las coordenadas de localización.
La reciente destrucción de 500.000 árboles cerca de Berlín para construir una fábrica de Tesla no ayuda a Von der Leyen. Pero el verdadero problema para el EUDR es que ataca al corazón de una industria que es fundamental tanto para la política como para la economía de algunos países en desarrollo. El sector del aceite de palma contribuyó en un 2,7% al PIB de Malasia el año pasado, y da empleo a cerca de medio millón de personas con una influencia desproporcionada en la política electoral. En Indonesia, el mayor productor mundial de aceite de palma, cinco empresas son responsables por sí solas de la mayor parte de la deforestación, y están tardando en atajar el problema, según datos recopilados por Trase, organización sin ánimo de lucro.
Desde agosto del año pasado, se reúne en Bruselas un grupo de trabajo conjunto de la UE, Indonesia y Malasia para intentar resolver sus diferencias. Un portavoz de la Comisión declaró a Breakingviews que “la situación se examina constantemente”. Pero parece poco probable que se amplíe el plazo del 30 de diciembre.
Esto deja a Von der Leyen con tres problemas principales.
Para empezar, el mercado ya está fragmentado. Los últimos datos de exportación muestran que los envíos de aceite de palma indonesio a Europa han caído un 37% desde principios de año, mientras que las exportaciones a China e India han crecido entre un 20% y un 30%. China y Malasia también han firmado nuevos acuerdos comerciales para hacer frente directamente al impacto del EUDR.
El segundo problema es que intentos similares de reprimir las exportaciones han tenido consecuencias imprevistas. Dos años después de que la UE impusiera sanciones a Moscú tras su invasión de Ucrania, la economía rusa permanece prácticamente intacta. En agosto, los países que comparten frontera terrestre con Rusia declararon que las continuas sanciones de la UE les han dificultado la vigilancia del flujo de mercancías prohibidas. Y hay indicios de que ya se están produciendo fraudes. Un estudio de Stratas Advisors sugiere que las exportaciones de aceite de palma malasio se camuflan como aceite de cocina usado, que en parte se utiliza para producir en Europa combustible sostenible para la aviación.
El tercer problema para la UE es la posible escasez de productos básicos, aunque el bloque ha ido sustituyendo el aceite de palma usado en la alimentación, el biodiésel y la energía por alternativas más sostenibles como el aceite de colza. No obstante, según Bloomberg, los comerciantes europeos han empezado a almacenar granos de café, otro producto cubierto por el EUDR, lo cual podría aumentar los precios, ya de por sí elevados.
Europa se juega mucho. Indonesia es el mayor productor mundial de níquel, y Malasia vive un auge de la industria de los semiconductores. Estos dos países pueden suministrar a la UE materiales esenciales para su futuro y permitirle diversificar sus cadenas de suministro, alejándolas de China.
A la UE le gustaría negociar acuerdos de libre comercio con ambos países, y la disputa sobre el EUDR podría obligarla a hacer concesiones en otros ámbitos clave, como la protección laboral y ambiental. Las autoridades de Bruselas tendrán presentes los errores que cometieron en las negociaciones comerciales con América Latina, que fracasaron en parte debido a las disputas sobre las normas contra la deforestación.
Pero suavizar las exigencias progresistas en materia laboral y de sostenibilidad podría socavar los esfuerzos de Europa por ecologizar su economía y la campaña mundial para frenar el cambio climático.
Si Bruselas no está dispuesta a retrasar una legislación que lleva lista más de un año, podría tener que pagar. La ayuda financiera a los agricultores de los países en desarrollo afectados por el EUDR podría costar cientos de millones de euros, además de los 70 millones que Bruselas ya ha prometido. Pero podría ser la mejor opción para que Von der Leyen evite una política de tierra quemada en materia de deforestación.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías