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Escrito en el agua
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El empleo como motor del crecimiento y como obstáculo a la desinflación

Los servicios intensivos en fuerza laboral encajan mayores costes y relevan a energía y alimentos como núcleo del IPC

Una camarera sirve a una clienta en un bar de Sevilla.
Una camarera sirve a una clienta en un bar de Sevilla.PACO PUENTES

La economía española crece apreciablemente más que la media europea, pero también con una tasa de inflación superior. El motor de ambos fenómenos, para bien en un caso y para mal en otro, está en cómo se desarrolla la actividad de los servicios, con cuotas crecientes en la producción nacional. La fuerte presión de la demanda concentrada en el turismo, el empuje vigoroso de la ocupación y de sus costes y la recuperación de los márgenes de las empresas se han convertido ahora en el obstáculo principal al descenso de la inflación en España, instalada en una horquilla entre el 2,5% y 3,5% en el último año.

Los responsables de la política económica señalan la fuerte creación de empleo como uno de los impulsos más firmes del crecimiento económico, que, siendo cierto, se convierten también en una poderosa palanca inflacionista por tener una naturaleza más nominal que real, al ir acompañada de remuneraciones crecientes en el último quinquenio. El crecimiento acelerado de la ocupación en el tránsito entre la pandemia y la consolidación del ciclo, en tanto que se retrasaba el nivel de producción previo al covid, escondía una pérdida de productividad muy apreciable en algunas de las actividades de servicios más intensivas en fuerza laboral.

La ocupación llega a cifras récord, con una tasa de empleo sobre la población en edad de trabajar del 66,3%, unas cotas no alcanzadas antes, y que podrían elevarse de mantenerse la tendencia. Pero la productividad, que ha repuntado en los últimos trimestres, tiene un desempeño muy pobre en los tres últimos años, aunque de forma muy particular en 2023. La ampliación de la proporción de ocupados se convierte en motor del crecimiento en tanto que amplía la base de consumidores regulares y la renta disponible agregada. Pero si va desprovista de un incremento de la productividad, empuja los costes más allá de lo razonable en sectores muy intensivos en empleo y tiene un efecto pernicioso sobre los precios. Y eso pese a que la virtuosa Nairu (Non-Accelerating Inflation Rate of Unemployment, tasa de desempleo no aceleradora de la inflación) no está a la vista (¿o sí?) ni se le espera, aunque el mercado laboral mantenga más de 150.000 ofertas de empleo sin cubrir.

El tsunami inflacionista comenzó en la primavera de 2021 con el descontrol de los precios de la energía, seguido del de los alimentos con el inicio de la guerra en Ucrania, y alcanzó el cénit en los meses centrales de 2022. Desde entonces el proceso lento de desinflación se encontró con los efectos de segunda vuelta en toda Europa, aunque con perfiles temporales diferentes en cada país. Los precios energéticos y alimentarios llevaron lentamente su presión a los salarios y endurecieron las tasas subyacentes de la inflación, que continúa en valores más elevados que la tasa general en los últimos trimestres, y que es la que explicita la resistencia del índice a descender a valores del 2% y una política monetaria del BCE reticente al relajamiento.

Y en esas estamos en Europa y en España. La media continental de los precios de los servicios alcanzó valores más peligrosos que en España en 2023, superando el 5% muchos meses, mientras que en España rondaba el 4%. Pero en España los servicios turísticos acaparan una proporción muy abultada del sector y el comportamiento de sus precios condiciona más las tasas de inflación, por una naturaleza de la economía española de la que no puede escapar.

La inflación anual en agosto descendió hasta el 2,4%, mientras la subyacente persiste en el 2,8%. Pero la presión por grupos de bienes y servicios es bien diferente: los bienes industriales marcan un 0,6%, pero los servicios lo hacen en un 3,7%, y los turísticos llegan a un 4,9%. Mientras que la alimentación ha descendido en un año del 2% al 0,2%, los servicios siguen anclados en el 2% desde hace dos años largos. Explorando más el grupo de servicios turísticos, se moderan los precios de los paquetes, pero el genérico turismo y hostelería avanza un 7,4%. Significativo es también que, pese a que la ponderación de los hoteles y restaurantes es de solo el 13,9% en la cesta del IPC, su repercusión en la tasa actual es de 0,64 puntos de los 2,4 de inflación. Esto es, una cuarta parte del total de la variable.

La explicación está en la lógica de la demanda, aunque la premura de la oferta por recomponer los márgenes tenga un considerable protagonismo. La Contabilidad Nacional revela que en los últimos trimestres la exportación de servicios funciona muy bien al hilo de la demanda turística récord, mientras que lo hace de manera más modesta el consumo y la inversión, que en bienes de equipo sigue atrapada en niveles inferiores a los de 2019.

Consecuencia de tal dinamismo, el empleo y sus costes en esta actividad han crecido de forma exuberante, con tasas en ambos casos muy superiores a la media, y con la inevitable presión sobre la cesta de gasto de los hogares. Si el total de ocupados ha avanzado un 16,5% en los últimos cuatro años ha sido por el vigor de los servicios, pero con atención especial en la hostelería, donde lo ha hecho en un 39,4%, absorbiendo nada menos que uno de cada cinco empleos generados, cuando su peso en el mercado laboral apenas llega a uno de cada diez. Si en servicios en 2022 y 2023 el avance acumulado de ocupados a tiempo completo equivalente fue del 8,2%, en la actividad turística superó el 12%.

Dado que la fuerza laboral en la actividad turística está concentrada en la franja de remuneraciones más modestas y afectada por el salario mínimo interprofesional, que acumula una espiral alcista del 54% desde 2018 (de 736 euros al mes a los 1.134) los costes laborales lo han hecho de forma más acelerada que en el resto de sectores, contribuyendo a un vigoroso crecimiento de los costes laborales unitarios en 2023 (más del 8%).

Pero además de la presión de los costes, los márgenes empresariales también tienen su parte de responsabilidad en que sean los servicios, y más que ningún otro los de naturaleza turística, los que tengan inflaciones más elevadas y con mayor resistencia a la moderación. El margen, según la información del Banco de España, ha recuperado los niveles previos a la pandemia de manera sostenida sólo en las manufacturas y en los servicios de mercado, como los turísticos.

José Antonio Vega es periodista.

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