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La tribuna de los fondos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Causalidad o casualidad?

Buscamos orden y sentido, pero al invertir hay que tener cuidado con fijarse en exceso en los patrones históricos

El bombo de la loteria
Bombo de lotería.EFE/Juan Carlos Hidalgo

Dentro de los típicos patrones que se suelen encontrar en los mercados financieros, están los que podríamos llamar estacionales. Al igual que llueve más –de media– en primavera que verano, también –de media– hay períodos que han sido (pero que no necesariamente serán) mejores y peores para invertir en Bolsa. Se suele producir el conocido como rally de Santa Claus a final de año. Septiembre, en el lado opuesto, es el peor mes para el S&P 500 si tenemos en cuenta los datos desde 1928. Es probable que haya causas que apoyan este mal comportamiento (agotamiento del consumidor tras el verano, limitación a la recompra de acciones a las empresas, elecciones americanas que generan incertidumbre…). Pueden decidir vender el último día de agosto, pero deben hilar muy fino. Primero, tiene que cumplirse la caída. Y segundo, tiene que apetecerles volver a invertir. Pues lo que no les he contado todavía es que octubre es el mes en el que empieza el mayor número de subidas bursátiles superiores al 10%.

Leía hace poco que en el mundo de las inversiones hay que tener cuidado con los patrones históricos. Es habitual recibir gráficos en los que se superponen la evolución de un activo o mercado en un periodo pasado concreto y su prácticamente calcada evolución reciente. De esta forma, lo ocurrido después de aquel momento pasado –que se conoce– se nos presenta como una advertencia visual de lo que está por llegar ahora. Un patrón pasado se está repitiendo y es de esperar un desenlace posterior similar. Como es de esperar, dicha prueba gráfica refuerza el argumentario, la tesis de inversión, de la persona que ha escrito el informe. Después de mucho tiempo enfrentándome a este tipo de gráficos, la experiencia me dice que la mayoría de las veces la historia rara vez se repite, aunque a veces pueda rimar un poco.

Buscamos orden y sentido. De ahí que los patrones y las correlaciones sean tan atractivos, además de habernos servido para sobrevivir y evolucionar como especie. En ámbitos más o menos simples pueden ser útiles. En sistemas complejos y dinámicos, como los mercados financieros, hay que tener más cuidado.

Supongamos el siguiente ejemplo: hay una correlación clara positiva entre la venta de helados y los ataques de tiburones a bañistas en una parte determinada de la costa.

Una mañana cualquiera de verano, un vigilante de esa playa, ante la confirmación –por cualquier motivo– de que ese día no se van a vender helados, y siendo consciente de esa correlación positiva, aconseja a los bañistas que se pueden bañar con mayor tranquilidad de lo habitual. Es un ejemplo un poco burdo y extremo, pero en cierta medida puede parecerse al que comentábamos al principio sobre los gráficos bursátiles. El contexto, la causa o lógica por la que se repite un patrón gráfico (bancos centrales, políticas fiscales, tipos de interés, precio del petróleo…), puede ser muy distinto en los dos periodos analizados, y es aventurado esperar el mismo desenlace posterior.

En estadística, una relación matemática de algún tipo se denomina espuria cuando dos acontecimientos no tienen conexión lógica, aunque se puede inferir que la tienen debido a un tercer factor no considerado aún (llamado factor de confusión o variable escondida). ¿Hay conexión lógica entre la venta de helados y el ataque de tiburones a bañistas? No parece. Más bien podríamos pensar que cuando hace calor –variable escondida–es lógico que se vendan más helados y, a la vez, que la gente se bañe más en las playas, aumentando claramente la muestra de la población susceptible de ser atacada por los tiburones. Dicho de otra forma, ¿creemos que hay causalidad en dicha relación (algo que determina lo que va a ocurrir) o que opera la simple casualidad? Es pura casualidad.

Como dice el conocido inversor y escritor James O’Shaughnessy, “somos pensadores deterministas viviendo en un universo probabilístico. La hilaridad o la tragedia suceden a menudo”. Buscamos orden y sentido. Por tanto, no nos gusta la incertidumbre y buscamos causalidad en todo lo que sucede. Queremos pensar que ocurre B porque antes ha ocurrido A. Y a veces confundimos la causalidad con la mera casualidad, lo que nos puede llevar a tomar malas decisiones. Nassim Taleb probablemente diría que estamos fooled by randomness (engañados por el azar). No se dejen engañar, hay más aleatoriedad y suerte de la que pensamos.

Ángel Olea es socio y director de inversiones de Abante

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