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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El BCE navega ahora aguas tranquilas, pero no siempre lo serán

Aunque Lagarde da la sensación de tener en mente un plan B si la economía descarrila, no lo hace explícito; dentro de seis semanas se verá si es más necesario que ahora

CINCO DÍAS
Un cartel de los liberales alemanes delante de la sede del BCE, en Fráncfort, reclamando una contención de la inflación.
Un cartel de los liberales alemanes delante de la sede del BCE, en Fráncfort, reclamando una contención de la inflación.Wolfgang Rattay (REUTERS)

No había lugar a la sorpresa en la decisión del BCE de bajar los tipos de interés. Ya desde la reunión de julio, y más al conocerse el dato de inflación, el mercado daba por hecha la intención del banco de recortar un cuarto de punto el tipo de interés de referencia. Una referencia que también ha cambiado; a partir de ahora el pilar de la política monetaria es el tipo de depósito, aquel con el que el BCE retribuye el exceso de liquidez de los bancos. Una medida de fontanería financiera avanzada cuyos efectos prácticos se verán con el tiempo, a medida que a los bancos se les acabe el mullido colchón de liquidez del que todavía disfrutan.

La gran cuestión (como casi siempre) es si el BCE llega tarde. La inflación en la eurozona está en el 2,2% (1,9% en Alemania) y las expectativas de inflación a largo plazo (del propio BCE y del mercado) tampoco se desvían del 2%. Los indicadores adelantados de actividad en el sector industrial son preocupantes, particularmente en Alemania, y la contracción del crédito es, también, sustancial. Por eso, el BCE ha recortado las previsiones de crecimiento, ya de por sí escasas.

Posiblemente, haya mantenido la restricción monetaria algo más tiempo de la cuenta, aplicando a la inflación el libreto whatever it takes. Pero también cabe darle el beneficio de la duda a los ocupantes de la imponente torre de marfil de Fráncfort: un rebrote de los precios la pasada primavera habría roto demasiadas cosas. La prudencia puede haber sido excesiva, pero por causas comprensibles.

Más importantes que los análisis a toro pasado son las perspectivas. El discurso de Lagarde hizo más énfasis en los riesgos para el crecimiento, pues hay muchos más elementos (y más cercanos) capaces de llevar a la economía de la eurozona a la recesión que a un rebrote inflacionista cuyo único punto de apoyo son los precios de los servicios, vista la moderación salarial. Se han revisado a la baja las previsiones de consumo, inversión y exportaciones. Y no se ha tenido en cuenta el temor (posiblemente exagerado) a una recesión en EE UU, ni la actuación de la Fed. La cautela del banco, guiando los tipos de forma paulatina hacia el interés neutral (sea el que sea) es razonable en un contexto benigno como el de este 2024. Pero, aunque Lagarde dio la sensación ayer de tener en mente un plan B si la economía descarrila, no lo quiso hacer explícito. Dentro de seis semanas tiene otra cita con el mercado. Está por ver si para entonces ese eventual plan B es más necesario que ahora.

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