‘Show me the money’: ¿dónde está el dinero en la inteligencia artificial y los centros de datos?
Amazon anuncia una inversión récord en infraestructuras y Criteria se fija en ACS por sus desarrollos digitales. Sin embargo, los retornos están en la explotación de los modelos. Y ahí las plataformas barren
Las cifras son mareantes. Amazon comunicaba este jueves una inversión de 15.700 millones en Aragón, la mayor apuesta tecnológica realizada en España y, probablemente, en todo el sur de Europa. El gigante estadounidense pretende desembolsar esa cuantía de aquí a 2033 para levantar una megarred de centros de datos. Es la culminación con fanfarria y oropel a todo un goteo de anuncios. Firmas con Merlin han convertido estas nuevas infraestructuras en la punta de lanza de su negocio en los próximos años, al punto de captar a socios como Meta, antigua Facebook. En octubre pasado, Microsoft también hacía pública su intención complementar su proyecto de centros de datos en Madrid con un campus en Aragón. Incluso Criteria entraba ayer en el capital de ACS, con un 9,4%, atraída por los nuevos desarrollos digitales de la firma de Florentino Pérez, incluida la puesta en marcha de centros de datos, vía Turner y Hochtief. Tras estos procesos, de enorme envergadura, una certeza: la fiebre empresarial por la inteligencia artificial (IA) y la necesidad de darle cobertura.
El hardware, en todo caso, no es la única inversión que produce vértigo. La Universidad de Stanford publica cada año la biblia del sector, el denominado Artificial Intelligence Report. En su edición de 2024, que vio la luz hace apenas semanas, dedica su primer capítulo a elucubrar sobre los costes de generar los denominados modelos fundacionales (foundation models), las plataformas de base de la IA generativa, y su “entrenamiento” para afinar datos, patrones y algoritmos en busca de las predicciones esperadas. “Aunque las compañías de IA raramente revelan lo que gastan en entrenar sus modelos, la creencia general es que esos costes se elevan a millones de dólares y van al alza”, subraya el documento. De hecho, recuerda que el consejero delegado de OpenAI, Sam Altman, deslizó públicamente que el coste de entrenar Chat GPT-4 se situó por encima de los 100 millones de dólares. Fuentes del elevan estos procesos por encima de los 1.000 millones en el caso del Chat GPT-5.
En esta línea, el informe deja claro que la suma de esos costes presenta efectos perversos, en tanto impide al entorno académico y universitario, tradicional cuna de conocimiento, forjar sus propios modelos. Las cuatro primeras organizaciones en creación de foundation models al cierre de 2023 eran Google (con 18); Meta (11); Microsoft (9) y OpenAI (7). Berkeley y Stanford, con 3 y 2, respectivamente, apenas se aúpan al top 15. Hasta los ímprobos esfuerzos de los gobiernos por estar a la altura del desafío caen en saco roco ante la magnitud del reto y la potencia de fuego de las plataformas tecnológicas. Los 1.500 millones aprobado por el Ejecutivo, dentro de la Estrategia de Inteligencia Artificial 2024 alentada por José Luis Escrivá, palidecen si se comparan con las hojas de ruta de los gigantes tecnológicos. “Es otra dimensión”, aseguran estas fuentes.
A partir de aquí, parece razonable preguntarse por qué vía esperan esas grandes corporaciones obtener los retornos económicos y si no estamos ante una burbuja o actividades que requerirán asumir una importante curva de aprendizaje. En lo más obvio, desde el punto de vista de las empresas, la aplicación de modelos de inteligencia artificial impactará en los balances por la senda de reducir los costes e incrementar la productividad. Sin embargo, no está ahí la madre del cordero. La clave radica en el desarrollo, propiedad y explotación de los modelos, cobrando por su uso. Según aseguran fuentes conocedoras, OpenAI ya habría decidido desafiar a Google con un buscador propio. Eso sí, los dueños de los prototipos, también posicionados en los centros de datos como infraestructuras físicas, requerirán de contenidos rigurosos y fiables con los que entrenarlos y dar respuesta a las demandas de los usuarios. Acuerdos como el alcanzado por OpenAI con Le Monde, News Corp., Axel Springer o Prisa Media (editora de El País y CincoDías) se enmarcan en ese tipo de necesidades e intereses cruzados.
En ese punto, precisamente, también juega un papel decisivo la protección de la propiedad intelectual. El nuevo Reglamento sobre Inteligencia Artificial (RIA), alentado en la Unión Europea por la exsecretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carmen Artigas, crea el primer marco regulatorio para controlar la evolución del nuevo negocio y de esas grandes plataformas. La normativa, que se aprobará de manera inminente y se aplicará a los dos años de su entrada en vigor -con un plazo de un año para los sistemas de inteligencia artificial generativa-, afectará a los proveedores de sistemas de IA que se pongan en servicio o comercialicen dentro de la Unión Europea o cuya salida se utilice en el entorno comunitario más allá de su origen. No por casualidad se excluye del ámbito de aplicación de la RIA la actividad de investigación y desarrollo de los modelos antes de su comercialización o puesta en servicio, mientras que sí impone la obligatoriedad de respetar los derechos de propiedad intelectual en la fase de entrenamiento. En ese momento del desarrollo, crecen los requerimientos y se demanda autorización previa del titular de derechos, medidas para identificar el derecho de opt-out (o desvincularse), poner a disposición pública un resumen detallado de los datos o contenidos protegidos por derechos de autor, e incluso indicar las fuentes y que es un contenido generado por inteligencia artificial.
Las compañías, que en general no están posicionadas en el desarrollo de modelos, podrían estar ya llegando tarde a otra fiesta privada de las grandes plataformas. No serán pacatas a la hora de ejercer su tiranía a través de los precios. Tras mastodónticas inversiones como la de Amazon se ocultan las barreras de entrada a un negocio en el que los países deben buscar fórmulas para salvaguardar su soberanía. Sigan siempre la pista del dinero. “Show me the money”, pedía el actor Cuba Gooding Jr., estrella del fútbol americano, a su agente -Tom Cruise- en la oscarizada Jerry Maguire. Aquí la pasta no es poca. Los de siempre lo saben.
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