Un análisis mundano de la inflación actual
No debemos caer en el alarmismo cuando apenas superamos la barrera del 3 %, cifra que en otras circunstancias habría sido considerada como bastante aceptable
Me van a permitir que hable de nuevo de inflación. Hace semanas que no lo hacía, en buena parte porque, aunque esta siempre merece atención, y más aún por lo vivido estos últimos años, la inflación experimentada por la economía española transita desde hace meses niveles que podríamos catalogar como casi normales. Aunque ciertamente esta aún es algo elevada, no debemos caer en el alarmismo cuando apenas superamos la barrera del 3 %, cifra que en otras circunstancias habría sido considerada como bastante aceptable.
Desde el inicio del episodio inflacionario, dos tipos de análisis sobre este indicador macroeconómico se han entrelazado. Por un lado, están aquellos que argumentan basados en los datos y en los modelos que ayudan a interpretar estos de la forma más objetiva posible. Dichos análisis han tratado de identificar las razones últimas de la inflación, encontrando experiencias relativamente diferenciadas en función de en qué lado del Atlántico se vive. En segundo lugar, se encuentran los análisis realizados por quienes querían ver fantasmas donde no los había. Por razones obvias voy a centrar esta columna en el primer grupo.
Dentro de los análisis objetivos, otros dos enfoques engloban todos los realizados hasta la fecha, cada uno con su propósito y utilidad. Por un lado, tenemos aquellos que han buscado descomponer la subida de precios por las causas que la han provocado. Dicha descomposición se basa en modelos donde el comportamiento de consumidores y empresas son modelizados al objeto de poder identificar tales causas.
Con dichas hipótesis sobre el comportamiento de las potenciales causas de la inflación, economistas como Olivier Blanchard y Ben Bernanke presentaron el año pasado resultados para los Estados Unidos que permitían hacer un análisis sobre las posibles razones de su evolución. Estos análisis, posteriormente replicados para otros países, permitían ante todo conocer si las causas se originaban en la demanda o en la oferta, si las políticas fiscales tendían a generar o no inflación, así como las monetarias o si los mercados de trabajo eran potencialmente inflacionarios. La utilidad de estos análisis está fuera de dudas, siendo muy relevantes para poder establecer un argumento sólido sobre lo sucedido.
Sin embargo, un segundo grupo de análisis nos han permitido conocer más en detalle qué ha estado pasando, tratando de comprender si existen elementos más “mundanos” que han guiado la inflación. Estos análisis, más modestos, pero más cercanos al “mercado de la esquina”, no son sustitutivos de los anteriores, pero sí permiten perfilar mejor (complementan) los anteriores identificando qué elementos explican el comportamiento de los precios.
Permítanme compartir una anécdota. Hace unas semanas una periodista me preguntaba por qué Andalucía tenía más inflación que la media española. En su afán por participar en el análisis, me preguntaba si había algún factor inflacionario diferencial en nuestra economía que explicara las tres o cuatro décimas de mayor inflación experimentada. Mi respuesta fue sencilla: usamos el aceite de oliva para cocinar en mayor cantidad que en el resto de España, lo que se une a que destinamos algo más de nuestra renta a la alimentación. “Estas dos razones”, le dije, “explicarían prácticamente todo el diferencial”. La periodista, como entenderán, quedó en silencio y luego asintió con una ligera sonrisa. No se esperaba esa respuesta.
Unos días después, junto a un compañero del departamento y para un artículo que este debía escribir sobre esta misma cuestión, comprobábamos que el diferencial de inflación andaluz con respecto a España desaparecía por completo si la estructura del consumo andaluz se igualaba al español. Es decir, para este caso, esas cuatro décimas se explican en su totalidad por una diferente composición de la cesta de la compra.
Con esto no quiero decir que los modelos elaborados antes mencionados a la Bernanke y Blanchard no sean necesarios para mejorar el debate sobre la inflación. No hay duda de ello. Sin embargo, no es menos cierto que, muchas veces, la respuesta a ciertas preguntas está en pequeños detalles mundanos.
Observen la figura que acompaña al texto. En ella se muestra la aportación de 10 de 200 subclases de productos del IPC español, junto a una rúbrica que engloba al resto. Las diez que aparecen por separado son aquellas que más han contribuido a la inflación, en tasa interanual, desde enero de 2023. Así, solo un 5 % de las subclases, 10 de 200, explican el 50 % de la inflación vivida desde entonces. Más aún, solo tres subclases de 200 explicarían actualmente más de un tercio de la inflación. Estas son restauración, aceite de oliva y frutas frescas. Y sabiendo esto y comprendiendo las razones de las subidas de precios, podremos explicar el diferencial de inflación, por ejemplo, con Europa, sin mucha necesidad de modelos.
Lo primero que deben entender es que estamos ante subidas interanuales. Las frutas, y en particular el aceite, han estado muy afectados por factores exógenos, como la falta de lluvias durante el año pasado. Dicha subida se generó principalmente durante el año pasado, aunque la inercia aún no ha finalizado. Lo mismo podríamos decir de algunas legumbres, o del chocolate, producto que ha experimentado un aumento considerable de precio en las últimas semanas y cuya subida se ha debido a un aumento de la cotización del cacao que, una vez más, se explicaría por las condiciones climatológicas adversas, en esta ocasión en Ghana y Costa de Marfil.
En cuanto a la restauración, es obvio que estamos ante un impulso claro de una demanda que afecta al sector al que se une el aumento de los precios de las materias primas (alimentación), elevando los precios. La llegada de turistas y el desembolso del ahorro sesgado a los servicios por parte de los españoles y que aún perdura tras la pandemia se ha traducido en aumentos de precios en el sector.
Podríamos continuar así mucho tiempo. Podríamos hablar sobre si las tensiones en el mercado laboral o en los márgenes presionan al alza los precios y más. Desde luego, pero esto nos llevaría a solo una parte del análisis posible de las diferencias en el tiempo y en el espacio. Cuestiones más mundanas, como la falta de lluvia en Jaén, Córdoba o Sevilla, o el mal año en Ghana, explicarían mucho si las unimos al hecho de que, como siempre, España es un país atractivo para los turistas. A partir de aquí, ya podremos decir más cosas.
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