¿Decadencia económica? No parece, Sr. Feijóo
El PIB español es hoy superior al de 2018 y su desempeño en el primer trimestre de este año sigue sorprendiendo a los expertos, aunque haya mucho que mejorar
Dato mata relato es el cuento que queremos creernos los racionalistas que estamos sobreviviendo al tsunami populista que hace bandera de aquel dicho “no permitas que la verdad, te estropee un buen titular/relato”. La batalla política se centra hoy en apelaciones a los prejuicios de cada uno, agrupados en campanas de eco aisladas y con dificultad no solo para dialogar, sino, incluso, para entendernos. Cuando escuchas a alguien del otro bando, te planteas ¿en qué país vive?, pues no me identifico con lo que describe sobre aquello que todos vivimos de manera simultánea o sobre aquellos datos públicos, conocidos y contrastados.
No pretendo, por tanto, convencer a nadie, ni intento apoyar las ideas previas de nadie con relatos que refuercen sus creencias. Apelo a los datos, para que quienes fuimos enseñados en que una cosa son los hechos (objetivos) y otra la interpretación subjetiva de los mismos, podamos debatir de manera fructífera sobre la economía española, que es de lo que trata esta columna, sin negar las evidencias. Sobre la economía real, la de todos, la que muestra datos acumulados suficientes como para defender que, como he dicho aquí, la botella está medio llena y también medio vacía. Pero, en absoluto, se puede hablar de “decadencia”, como insiste en hacer el líder de la oposición, recientemente con motivo del descanso para pensar que se ha tomado el presidente del Gobierno. Porque todos los datos existentes apuntan lo contrario: que la botella económica está llenándose. Si quieren, interpreten esta verdad como causada por la fuerza de las tendencias globales, es decir, a pesar del Gobierno, al que le queda mucho por hacer y mucho por mejorar. Pero decadencia, decadencia, no.
El dinero es miedoso, se lleva mal con la incertidumbre y huye de los países con Gobiernos arbitrarios cuya actuación transmite inseguridad y temor a los inversores. Por ello se repite que la inestabilidad política perjudica a la economía de un país. Pues bien, en el plazo en que este presidente ha estado en ejercicio, desde 2018 (moción de censura a un Gobierno acusado de corrupción), la Bolsa española ha pasado de un índice de 8.540 puntos a los 11.000 actuales y estamos liderando las alzas en las Bolsas europeas. Y este repunte se sustenta en los grandes beneficios obtenidos por las empresas que cotizan en el Ibex 35, y las buenas perspectivas que despiertan entre los inversores.
La inversión extranjera directa alcanzó en 2023 los 28.215 millones de euros, menos que el año anterior, pero la segunda mejor después de las operaciones extraordinarias que hubo en 2018 y por encima de la de 2017. Y cerramos el año pasado con superávit por cuenta corriente, por onceavo año consecutivo. Incluso los ingresos por servicios no turísticos están repuntando hasta alcanzar el 7% del PIB y sosteniendo las exportaciones.
En clave real, la renta anual media neta por persona se situó en 14.082 euros, por encima de los 11.412 de 2018, de la misma manera que la renta per cápita es hoy superior a la de entonces (aunque mantenga la brecha con Europa). Entre 2018 y ahora (primer trimestre de 2024), hay en España un millón setecientas personas más ocupadas y medio millón menos de parados. Resultados muy meritorios si se tiene en cuenta que entre ambos momentos hemos vivido, junto con el resto del mundo, la mayor crisis económica y sanitaria de la historia reciente (la pandemia), seguida de la mayor crisis de precios desde la de 1974, consecuencia de la guerra de Ucrania. Y, a pesar de ello, el PIB español es hoy superior al de 2018 y ha tenido un desempeño en el primer trimestre de este año que sigue sorprendiendo a los expertos por superar todas las previsiones y comparaciones internacionales.
Donde renqueamos es en el poder adquisitivo neto donde apenas si ha habido mejoras debido a que las subidas salariales no han compensado la inflación y el aumento tributario como consecuencia de la negativa a deflactar la tarifa. Y también hay problemas en la competitividad, donde la mejora producida a lo largo del periodo se ha quebrado el año pasado por la subida de cotizaciones asociada a la reforma de pensiones.
La deuda de familias y empresas se ha reducido durante el periodo hasta el equivalente al 111% del PIB, su nivel más bajo desde 2002 y por debajo de la media europea, a la vez que la riqueza financiera de las familias marca un récord en 2023 según datos del Banco de España. En paralelo, la pandemia ha disparado la deuda pública hasta máximos históricos. A pesar de ello, el Banco Central Europeo es el principal tenedor con el 34% del total y la prima de riesgo con Alemania, que tantos quebraderos de cabeza nos dio en 2010-2012, está hoy en negativo (menos riesgo que la deuda alemana). Y la Comisión Europea sigue desembolsando los fondos Next Generation en plazo, conforme se van cumpliendo las reformas comprometidas (37.000 millones de euros desembolsados ya).
¿Todo perfecto? Tampoco y hemos señalado en esta columna los problemas específicos de España sobre los que no se está poniendo foco suficiente: reducir las brechas sociales, mejorar productividad, incrementar la tasa de empleo, abordar el envejecimiento, pobreza infantil, más viviendas y más baratas…pero los datos no permiten hablar, desde el rigor exigible al líder de la oposición, de decadencia económica. Porque es mérito de país. De trabajadores, empresarios, investigadores, innovadores… y, por ello, deberíamos ponerlo en valor, todos, para fortalecer lo que nos une.
Dos riesgos políticos señalados pueden impactar negativamente sobre la economía: crispación política (FMI) y deterioro de la calidad institucional (bloqueo del CGPJ, sobre todo), señalado por Europa. Pero en ambos, reconózcame, sr. Feijoo que usted es, como mínimo, corresponsable. Parafraseando a Ortega, sabemos lo que nos pasa. Y no ser capaces de ponernos de acuerdo para solucionarlo es lo que nos pasa. Tal vez, en política, tomarse unos días para reflexionar, no sea tan malo.
Jordi Sevilla es economista
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