La tormenta perfecta para el ‘private equity’
Tras un 2023 negativo, las administraciones pueden jugar un papel muy relevante al utilizarlo como palanca multiplicadora para encauzar las prioridades públicas
El año 2023 ha sido un mal año para el private equity en España, una tormenta perfecta. A falta de conocer algunas cifras de final de año, todo apunta a que el volumen de cierres definitivos de fondos durante el año pasado podría estar incluso por debajo del mínimo que observamos en 2011, la cifra más baja desde que existen registros. Esto supondría una caída de más del 90% respecto al año anterior, según datos de la consultora Preqin. De hecho, la evaluación realizada por el Fondo Europeo de Inversiones revela una percepción desfavorable en el sector, donde dos de cada tres gestores describen la captación de fondos como “mala” o “muy mala”. Y lo mismo observamos en los datos de Pitch Book o en las encuestas realizadas por varios placement agents. Estas afirmaciones tal vez requieran una aclaración. El año 2023 fue un buen año de captación para los vehículos que a veces se incluyen en la categoría de private equity en sentido amplio, como son los fondos de secundarios, deuda o infraestructura. Por ejemplo, Q-Energy logró cerrar su quinto fondo como el mayor de la historia de España y ha pasado a convertirse en un jugador relevante a nivel global. También fue un buen año para los denominados mega-funds, como CVC IX, el mayor fondo de la historia, o Permira VIII.
Sin embargo, ha sido un año pésimo para los private equity en el sentido más estricto del término. Me refiero a aquellos fondos que invierten en instrumentos de capital de empresas no cotizadas. En particular, para las gestoras que invierten en empresas pequeñas y medianas, tanto españolas como europeas. Esto importa porque son estas gestoras las que facilitan la transición generacional de empresas familiares, las que las acompañan en su internacionalización, las que apuestan por su digitalización, las que ayudan a modernizarlas y profesionalizarlas, a mejorar su gobernanza y a convertirlas en agentes positivos del cambio en materia ASG (Ambiente Social y Gobernanza). Estos fondos, a los que podemos denominar en sentido más estricto mid-cap private equity, y que suponen la amplia mayoría del tejido español, son los que han sufrido en 2023 la tormenta perfecta de captación de fondos. Esta situación tiene tres causas exógenas que nada tienen que ver con la actividad fundamental de los fondos: la subida de tipos de interés, el efecto denominador y la presión en los re-ups. La subida de tipos que viene produciéndose desde 2022 ha hecho que existan alternativas de inversión atractivas. Durante la última década las posibilidades de inversión en renta fija eran limitadas e incluso con tipos negativos. Eso produjo una presión en los inversores, buscar rentabilidad en otras clases de activos como inmobiliario, infraestructura y, por supuesto, private equity (fenómeno conocido como yield seeking).
Al encontrarse ahora los tipos en niveles más elevados, vuelve a resultar atractivo invertir en renta fija y desaparecen los vientos de cola que animaron a la inversión en alternativos durante la década anterior. Esta subida de tipos, que ofrece nuevas oportunidades para las inversiones futuras, supone, en general, una bajada de las valoraciones de la mayoría de instrumentos en los que ya estuviera invertida la cartera de cualquier inversor. La primera mitad de 2023 se caracterizó por una bajada simultánea de las valoraciones tanto de la renta variable como de la renta fija. Así, cuando un inversor planea que su cartera cuente con un cierto porcentaje en inversión alternativa (como private equity), al reducirse significativamente la valoración del resto de sus inversiones, se encuentra con que su exposición a private equity es muy superior a la deseada. Es lo que se denomina efecto denominador.
Finalmente, el ritmo de devoluciones de los fondos de private equity se redujo durante el año pasado. Las causas son múltiples e incluyen la volatilidad macroeconómica ya mencionada, la incertidumbre geopolítica o las diferentes expectativas de valoración. Lo relevante es que, al reducirse las devoluciones, se resienten las nuevas aportaciones (presión en los re-ups). ¿Qué podemos hacer ante este panorama? Lo primero y principal nos toca a las gestoras. Tenemos que seguir generando retornos para nuestros inversores, aportando valor a las empresas en las que invertimos y contribuyendo, como modestamente podamos, a crear una sociedad en la que sea más apetecible vivir. Nos toca modernizarnos, especializarnos y encontrar más formas de aportar valor a nuestras participadas, volvernos cada vez más eficientes.
Además, en el contexto actual de una política económica más activa, las administraciones públicas pueden jugar un papel muy relevante. El ICO (Instituto de Crédito Oficial), a través de Axis, el FEI (Fondo Europeo de Inversiones) y sus equivalentes en varias comunidades autónomas pueden utilizar el private equity como palanca multiplicadora para encauzar las prioridades públicas. ICO-Axis tomó la delantera en 2023, lanzando la convocatoria con más fondos de la historia. Este año 2024, ICO-Axis puede incrementar de nuevo el volumen de fondos en la confianza de que será absorbida por el mercado. Se pueden dirigir los esfuerzos a aquellas estrategias que se alineen mejor con las políticas públicas prioritarias, como la modernización y digitalización de las pymes. Además, puede primar, tanto a aquellas estrategias de inversión más innovadoras y especializadas, como a las gestoras, que están comprometidas en transformarse para convertirse en empresas sostenibles a largo plazo, internacionalizando sus bases inversoras y compitiendo en Europa. Por lo tanto, para este año 2024, seguiremos remando en esa dirección. Confiemos en salga el sol tras la tormenta que el 2023 fue para el private equity.
Vicente Vázquez Bouza es Managing Director Nyzyme Fund, Kibo Ventures
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