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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El desafío de liderar la regulación de la IA

El gran reto que tiene la UE por delante no solo será aplicar, sino también exportar su modelo normativo a otras jurisdicciones

CINCO DÍAS
Inteligencia artificial
Jaap Arriens (NurPhoto/Getty Images)

El paso adelante dado el pasado viernes por la UE, al pactar una ley integral que limite el uso de la inteligencia artificial, ha convertido a Europa en la primera región del mundo en regular esta tecnología, cuyo enorme potencial es al mismo tiempo su principal ventaja y su gran riesgo. La futura ley de la UE se basa en un modelo de regulación directa, asociado a un régimen de sanciones y focalizado en las actividades y áreas de mayor riesgo, en lugar de en guías y buenas prácticas que dejen en manos de las empresas el cumplimiento de las normas.

EE UU, Japón, Singapur o Reino Unido apuestan por este segundo modelo, que tiene como ventaja empresarial una mayor libertad para que las compañías saquen partido al desarrollo de la IA en un entorno más favorable y menos regulado. Tanto Europa como Canadá, por el contrario, han decidido marcar límites, en un notable intento de impedir que la IA sobrepase todas las líneas rojas relacionadas con datos personales y derechos fundamentales.

Aunque la carrera por la inteligencia artificial es una competición tecnológica, empresarial e industrial, todo apunta a que puede acabar convirtiéndose también en un duelo legislativo. El modelo regulatorio que Europa ha colocado sobre la mesa posiciona al continente como pionero en adoptar un marco jurídico obligatorio para el desarrollo de esta tecnología, con todo lo que supone de ventaja, pero también de riesgo. Así, el gran desafío que tiene la UE por delante no solo será aplicar, sino también exportar su modelo a otras jurisdicciones, como ya ha ocurrido con la regulación de los datos personales, de forma que los límites que este marque se conviertan en un terreno cada vez más globalizado y no en una celda que encierre a la industria europea.

Desde el sector tecnológico se presiona a Bruselas para que no convierta la nueva ley en un lastre para la competitividad. Las empresas de IA argumentan, no sin cierta razón, que Europa ha llegado sistemáticamente tarde a muchas de las grandes apuestas de la innovación, desde el coche eléctrico a la energía solar, y que lo ha hecho así por su afán de regular a toda costa y a veces sin tener en cuenta las necesidades de la industria.

Aunque parte de esos argumentos son ciertos, la inteligencia artificial tiene unas características propias que hacen de ella una poderosa incógnita en cuanto a las implicaciones éticas de su desarrollo, algo que han reconocido incluso sus propios creadores. Es precisamente esa característica el gran desafío actual de cualquier regulación. Por eso el hecho de que Europa encabece la respuesta es un reto y una oportunidad.

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