Las lecciones de FTX no son solo para las criptos
El hecho de que el juicio haya durado solo cuatro semanas constituye un ejemplo de agilidad procesal del que España debería tomar nota
El aspecto inmaduro con el que Sam Bankman-Fried sorprendió al mundo financiero cuando levantó FTX, la plataforma de compraventa de criptoactivos que un año antes de su caída llegó a estar valorada en 32.000 millones de dólares, no le ha servido de mucho ante el jurado que el pasado jueves le declaró culpable en Nueva York de siete cargos de fraude y conspiración perpetrados con los fondos de sus clientes. La decisión de los miembros del jurado señala la culpabilidad de Bankman-Fried, pero no la pena que se le impondrá, que se conocerá a principios del año que viene y puede llegar hasta los 110 años de cárcel. Más allá de la suma de factores ambientales que facilitaron al fundador de FTX robar a sus clientes unos 10.000 millones de euros – la opacidad, la desregulación y la enorme volatilidad que ofrece el sector cripto– la explicación del caso Bankman-Fried es muy simple y puede resumirse en las palabras que le dedicó el fiscal del proceso cuando recordó en el juicio que la causa no trataba sobre “temas complicados de criptomonedas”, sino sobre el engaño, las mentiras, el robo y la avaricia.
Hay un cierto consenso en cuanto al limitado efecto negativo que el caso FTX tendrá en el sector de las criptomonedas. El bitcoin se ha revalorizado un 106% desde comienzos de año, pero el volumen de negociación ha descendido un 50% en el último año, lo que apunta a un margen de recorrido para los próximos meses. Tampoco parece que el escándalo vaya a acelerar una reglamentación y una regulación sólidas que protejan al pequeño inversor y doten a las transacciones de más transparencia, sino que será el propio mercado, ya lo está haciendo, y en particular el sector del capital riesgo, el que acometa su propio proceso de limpieza, autosupervisión y corrección. La investigación de los entresijos del fraude y la actuación de la justicia estadounidense han transmitido, por contra, una imagen de seguridad, legalidad y orden en un sector que se ha acostumbrado a ser definido como una tierra sin ley.
Las lecciones que deja la condena de Sam Bankman-Fried no se agotan ni en el universo cripto ni en la jurisdicción estadunidense. El hecho de que el juicio haya durado solo cuatro semanas y la adopción, no de la pena, pero sí del veredicto, haya consumido apenas cuatro horas, constituye un ejemplo de agilidad procesal en el tráfico económico y financiero del que Europa, y muy especialmente España, deberían tomar nota.
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