El beneficio aparente de la banca y la capacidad extractiva de la política
El sector sigue lejos de las cifras de 2007, pese al alza del PIB, y con cotizaciones modestas, pero son presa fácil de políticos y rehén de reguladores
Ha empezado la ronda de resultados de la banca y se confirma lo evidente, que la subida de tipos de interés del BCE está permitiendo una fuerte mejora del margen de intereses y del beneficio, que, a su vez, impulsa el dividendo, volviendo a normalizar el pay-out (porcentaje del beneficio repartido entre los accionistas). Las elevadas variaciones y la apariencia abultada de las cifras volverá a llamar la atención de los políticos, con lo que renacerán las presiones para prorrogar el impuesto extraordinario sobre los beneficios, incrementar el que soportan los dividendos, crear una tasa sobre la recompra de acciones o todos a la vez. Además, les vendrán los reguladores, siempre dispuestos a reclamar más capital, pensando que lo peor está por venir.
El argumento central para cebarse en la extracción de renta a los accionistas de los bancos es que están registrando enormes beneficios extraordinarios, regalados por la subida de tipos para frenar la inflación. Cuando lo anormal es que el precio del dinero haya sido cero o negativo durante una década. Lo paradójico es que prestarle dinero a un año al Reino de España le haya costado dinero al ahorrador durante siete años (octubre 2015-abril 2022). Si esa situación se hubiera prolongado, derrumbaría los cimientos de la economía de mercado. La normalidad no es inflaciones del 2% y tipos de interés del -0,5%, que equivale a tipos reales del -3,5%, por mucho que algunos jóvenes políticos españoles y europeos hayan cuajado en ese contexto.
Ese escenario de tipos de interés fue la respuesta de gobiernos y bancos centrales a la permacrisis, a la concatenación de la crisis financiera de la primera década de este siglo, que en España se llevó por delante a tres de cada cuatro cajas de ahorros, con la pandemia, la guerra de Ucrania o la de Oriente Medio, que trajeron la falta de suministros y el disloque de los precios, en la actual década.
Los números enseñan que en 2007, la víspera de la cadena de crisis, los bancos y cajas españoles ganaron 30.640 millones de euros, cifra que es un 22% más que el año pasado (23.888 millones), y que es poco probable que se supere este año. Las previsiones apuntan a que los seis grandes bancos van a ganar alrededor de 24.500 millones y el resto de las entidades no sumará la diferencia.
Por tanto, 26 años después, los bancos españoles, a los que algunos retratan como un atajo de cuatreros, no habrán alcanzado aquellos resultados, a pesar de que en ese período el PIB de España habrá crecido un 28%, y todavía más las economías de los países emergentes donde operan Santander y BBVA, bancos que obtienen más del 75% de su beneficio en el extranjero.
El crecimiento de los beneficios bancarios ha traído, como es lógico, el de la remuneración a los accionistas. Los analistas estiman que los seis bancos cotizados van a destinar este año casi 14.000 millones, el 57% del beneficio, al pago de dividendo y recompra de sus propias acciones para su amortización, lo que también se considera retribución al accionista, en la medida que mejora el futuro beneficio por acción y la capacidad de aumentar el dividendo en efectivo.
Si todo fuera tan Barbie, con multiplicación de ingresos, beneficios y dividendos, la cotización de los bancos no sería tan paupérrima. La capitalización bursátil de los bancos ni siquiera alcanza el de su valor neto patrimonial, con la excepción de Bankinter, y por eso su mejor inversión es recomprar sus propias acciones y amortizarlas. Además, cotizan a unos PER muy bajos, de manera que su capitalización apenas representa entre cinco y siete veces el beneficio que van a obtener en este año. Los únicos valores del Ibex 35 que cotizan con PER inferior a 10 son los bancos, acompañados por las dos acereras, Repsol e IAG, muy afectadas por la actual coyuntura. Por tanto, ponerse en el multiplicador medio significaría duplicar el valor.
Entonces, si hay tanta fiesta de beneficios, ¿por qué siguen los bancos castigados en Bolsa? Hay muchas conjeturas y pocas certezas. La primera respuesta quizá esté en el estigma del sector, que nace de que la crisis anterior requirió mucho dinero público para salvar los depósitos de clientes de cajas de ahorros manejadas por políticos. Aquello se explicó mal y se entendió peor. En aquel momento “se jodió el Perú”, que diría Vargas Llosa por medio de Zavalita, en Conversaciones en la catedral. Con el rescate financiero, gobiernos y reguladores se acostumbraron a meter mano en el sector y eso aleja a los grandes inversores.
La segunda explicación quizá esté en las incertidumbres lógicas, que hacen temer caídas de resultados. El fuerte crecimiento de los márgenes se terminará el año que viene, una vez que se haya repreciado toda la cartera de crédito, puesto que quedan pocas o ninguna subida de tipos. Además, se empieza a constatar una caída de actividad, en los ocho primeros meses del año el volumen de créditos al sector privado ha caído un 2% (25.000 millones), y se atisba aumento de morosos. Como se ha visto en los resultados de Bankinter, con dotaciones que superan a las de años anteriores.
El tercer argumento tiene que ver con la sostenibilidad del propio negocio. No faltan agoreros que ven a los bancos como a Kodak, siendo sustituidos por las grandes plataformas y una pléyade de fintech. Esto se lleva pronosticando dos décadas, pero la realidad es que las entidades con legacy bank se van transformando con cierto éxito y los operadores de moda, como los neobancos N26 o Revolut, no paran de dar sorpresas por sus debilidades operativas y permeabilidad para los ciberdelincuentes.
Harían bien políticos y reguladores en promover la sostenibilidad de la banca. Su actividad es imprescindible para el funcionamiento del país, son el flujo de cobros y pagos de la economía, emplean directa e indirectamente a centenares de miles de personas, dan dividendo a más de cinco millones de accionistas y, por supuesto, aportan importantes ingresos a Hacienda.
Puede que las fintech resulten más glamurosas, pero se mueven en la espuma del negocio y está por ver su primera operación de financiación de una empresa real. Resultan tan retadores como irrelevantes. Todo lo contrario que nuestros benditos dinosaurios.
Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información
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