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Para Pensar
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Mienten nuestros gobernantes?

Todos proclaman que reducir emisiones es el mayor desafío global, pero o engañan sobre sus compromisos o son incapaces de vencer las resistencias para ejecutarlos

greenpeace
Varios activistas de Greenpeace cuelgan una lona en la Puerta de Alcalá, a 11 de julio de 2023, en Madrid (España).Diego Radamés (Europa Press)

Las emisiones de CO2 han marcado un nuevo récord en 2022 y, en lugar de decrecer como se comprometieron los gobiernos hasta reducirlas un 25% en 2030, han crecido un 1% más que antes de la pandemia. Y, a pesar de ello, los ministros de la UE retrasan la entrada en vigor de los estándares de reducción de emisiones a los coches, multitud de alcaldes revierten las medidas que imponen zonas de emisiones cero en las ciudades y el primer ministro británico, Sunak, ha renunciado a las medidas necesarias para lograr el objetivo de cero emisiones. Y Bélgica, dentro de su generoso sistema de exenciones fiscales, incluía empresas petroleras, como tampoco se está cumpliendo el compromiso de transferir fondos a los países en desarrollo para ayudarles en su transición ecológica que, o es mundial, o de poco sirve.

Todos proclaman que reducir emisiones de gases de efecto invernadero es el mayor desafío global al que nos enfrentamos como especie. Incluso, el Secretario General de la ONU advierte, ante la evidencia de que la temperatura media del Planeta sigue subiendo, que “hemos abierto las puertas del infierno” por lo que cerrarlas parece bastante urgente. Cuando los Gobernantes se reúnen en Grandes Conferencias o Eventos mundiales, firman Acuerdos, como el de París en 2015, en la COP 21 impulsada por la ONU, donde, casi 200 países, se comprometieron a seguir las recomendaciones de los expertos y aprobar, entre otras cosas, estrictos planes nacionales de reducción de emisiones de CO2 que, cuando constatan que no los cumplen, los endurecen todavía más, como hace la UE, empiezo a pensar que solo de cara a la galería.

En paralelo, grandes asociaciones empresariales de ámbito mundial, unen su compromiso en una acción que solo tiene posibilidades de éxito si somos capaces de articular, de forma creativa y por primera vez en la historia, lo individual y lo colectivo, lo púbico y lo privado, lo nacional y lo internacional, bajo un objetivo común.

Las grandes empresas parecen sinceramente convencidas de la gravedad del momento, de la necesidad imperiosa de hacer algo sustancial, incluso disruptivo, para mitigar los peligros que se abaten sobre las condiciones de nuestra habitabilidad en el planeta como consecuencias de nuestra acción depredadora y su compromiso para adoptar medidas concretas y conocidas, resulta sincero.

Hasta que se apagan los focos. Y transcurre el tiempo y vamos comprobando que las emisiones siguen subiendo, que la mayoría de las empresas no tienen planes medibles de reducción de emisiones o que más de 400 entidades financieras en todo el mundo han seguido financiando a 122 empresas “sucias”, incluidas las más contaminantes del mundo.

Es cierto que el esfuerzo transformador que se está produciendo en el sector energético hacia tecnologías limpias, es muy relevante. Pero no es menos cierto que la inmensa mayoría se sitúa en unos pocos países, que la inversión total calculada para alcanzar las reducciones comprometidas de emisiones, casi triplica la actual que, por otra parte, está siendo bonificada por los Estados con una mano, mientras esos mismos Estados no abordan los necesarios cambios en el mercado eléctrico para evitar grandes desperdicios de energía renovable (vertidos) incapaz de entrar en el mercado, ni de almacenarse, ni de convertirse en hidrógeno, hoy por hoy no rentable, sin subvenciones. Todo ello, rebaja el atractivo de las inversiones en renovables y dificulta que alcancen el volumen mundial requerido.

La pregunta, ante estas evidencias, es inmediata: ¿nos engañan nuestros gobernantes cuando enfatizan sus compromisos para reducir emisiones a tal velocidad que limite el aumento de la temperatura del Planeta en 2ºC, o es que son incapaces de llevarlo a la práctica ante las resistencias existentes a un cambio que, beneficioso para todos a largo plazo, tiene también poderosos perdedores a corto plazo?

Recuerdo que el calentamiento del planeta es ya un hecho. Como lo es que empezamos a sufrir sus consecuencias. Lo que se debate es cuánto calentamiento estamos dispuestos a soportar para que los inevitables cambios que se están produciendo en las condiciones de habitabilidad del planeta sigan siendo, a pesar de todo, compatibles con la vida humana. Ese es el punto en discusión.

Con el actual calentamiento de 1,1ºC ya se puede constatar algunas alteraciones importantes: vivimos los años más cálidos desde que hay registros, ello altera las grandes corrientes mundiales de aire y la temperatura del agua de los océanos, con sus implicaciones sobre el régimen de lluvias, con sequias e inundaciones más frecuentes y de mayor intensidad, descongela masas heladas del Ártico, elevando el nivel del mar y altera las condiciones básicas del hábitat en la Tierra, ayudando a la desaparición de especies y sitúa a 3.500 millones de personas (según la ONU) en contextos climáticos altamente vulnerables. Pues bien, de no cumplir lo comprometido, la temperatura media del Planeta subirá a mediados de siglo, 2,8ºC respecto al punto de referencia.

Pasado el efecto Greta Thunberg, parece que se están imponiendo tres nuevas tendencias en la lucha contra el cambio climático. En lugar del ya indefendible negacionismo, se adopta el retardismo (climate delay). Es decir, hagamos lo necesario, pero a un ritmo menor que sea compatible con el tiempo que necesitan los perdedores para adaptarse (el clásico, señor, hazme casto, pero no enseguida, de San Agustín). La segunda opción es ir preparando políticas y medios para adaptarnos a los efectos negativos del calentamiento, ya que no parecemos capaces de impedirlos. La tercera, llevar a los tribunales a los Gobiernos por no hacer lo necesario en la materia y, con ello, estar poniendo en riesgo la salud y el futuro de los ciudadanos (ecocidio). El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha aceptado un caso presentado por seis jóvenes portugueses contra 32 estados de la UE, por inacción climática.

Sin embargo, esto va más allá de los Gobiernos. La verdadera pregunta la planteó el filósofo Latour: ¿Cómo es posible que una civilización entera no reacciones ante una amenaza grave que conoce perfectamente? Ahí lo dejo.

Jordi Sevilla es economista

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