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Opa hostil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Río revuelto en Nueva Pescanova: el asalto canadiense, el BCE y el fallido plan Mckinsey

La empresa, confiada por la banca al tándem Robatto-González, ya fuera, registra en siete años un frenazo del negocio y una deuda bancaria de 454 millones pese al valor de los activos

Carteles que anuncian la dirección de Pescanova en los alrededores de la fábrica en Chapela (Vigo).
Carteles que anuncian la dirección de Pescanova en los alrededores de la fábrica en Chapela (Vigo).MIGUEL VIDAL (REUTERS)

El río baja revuelto en Nueva Pescanova. La crecida la ha originado el holding canadiense Cooke, que desde abril mantiene negociaciones con Abanca, propietaria de la compañía gallega, para hacerse con el 80% de la empresa. Tal vez sin medir demasiado las consecuencias, el grupo norteamericano deslizaba recientemente sus dudas respecto a la operación, tras aflorar presuntos problemas de liquidez y un agujero de 150 millones. Por mucho que la firma de Glenn Cooke pudiera buscar una rebaja en los 640 millones del deal, sugerir que las cuentas de Nueva Pescanova no reflejan la realidad no solo ha avivado viejos fantasmas, sino que ha removido por dentro a banqueros y ejecutivos que participaron en la dura refundación de la compañía allá por el año 2015. Un proceso que supuso la toma de control por parte de los bancos acreedores tras asumir quitas del 90%. Aquel doloroso episodio, andando el tiempo, terminó con el expresidente Manuel Fernández de Sousa en Soto del Real por falsedad documental. Un golpe empresarial con réplicas de notable magnitud en la sociedad gallega.

“Abanca ha invertido cientos de millones en tomar casi la totalidad del capital de Nueva Pescanova, y se puede entender por razones políticas y de vínculos con la tierra. Es difícil asumir que vaya a malvenderla o entender por qué tiene que regalarla a toda prisa. La pregunta es si Cooke es un clavo ardiendo para Escotet o tiene un plan B y otros candidatos en perspectiva”, aseguran fuentes financieras familiarizadas con el proceso. No es difícil intuir que la premura, en todo caso, se explicaría por las presiones del Banco Central Europeo (BCE), siempre proactivo en su reclamación a las entidades para que reduzcan el riesgo en sus empresas participadas, una estrategia que les supone importantes penalizaciones en los índices de solvencia. Tras la crisis financiera que zanjó la toma por UBS de Credit Suisse el pasado mes de marzo, el cerco del supervisor sobre el capital de los bancos se ha estrechado todavía más, y no parece demasiado sostenible que un banco acumule casi el 100% de una compañía industrial. Es game over.

Más allá de la incertidumbre por la negociación con Cooke, los últimos datos financieros no ayudan a despejar dudas. Nueva Pescanova registró en el ejercicio cerrado el 31 de marzo de 2023 unas pérdidas netas de 53 millones, frente a los beneficios de 7,8 millones del año anterior. Más inquietante, el beneficio bruto de explotación (ebitda) apenas alcanzó los 21,3 millones de euros, lejos de los 80 millones del curso precedente. Los problemas no son nuevos. Los siete años de gestión de la banca fueron liderados por Jacobo González-Robatto como presidente -hasta que Abanca tomó el control casi en solitario y le sustituyó en 2020 para finiquitar una carrera jalonada por salidas no del todo explicadas en Barclays o Popular- e Ignacio González, consejero delegado hasta hace apenas días. Su periplo revela un estancamiento de la compañía en los indicadores económicos más relevantes. En sus estertores, Pescanova facturaba 1.084 millones. Corría el año 2015. Sin embargo, durante el mandato del tándem Robatto-González, Nueva Pescanova nunca rebasó los 1.100, llegando a perder puntualmente el umbral de los 1.000. El ebitda, que se situaba en 80 millones en 2017, se atascó durante el trienio que va entre 2019 y 2021, sin rebasar los 47 millones. El resultado neto consolidado arroja pérdidas en tres de los cuatro últimos años, hasta generar una brecha de 98 millones, y la deuda bancaria neta se sitúa en 454 millones. Con este acervo y después de comunicar los últimos resultados, Nueva Pescanova anunciaba un ERE para un centenar de empleados de sus servicios centrales en las oficinas de Chapela (Vigo) y Madrid.

Ejecutivos que han vivido esta década de transformación dentro de la firma explican que Pescanova debería ser, en esencia, una “compañía de operaciones”, cuyo valor diferencial está en el acceso a la materia prima (en caladeros y piscifactorías) y en la eficiencia en la operativa diaria, desde la gestión de flota a la optimización de cada proceso. Sin embargo, la apuesta, cual bálsamo de Fierabrás, se ha concentrado demasiados años en el marketing y en una “mayor agresividad promocional”, como revela la propia firma en el último informe de gestión de sus cuentas anuales. “Mejoras pequeñas en la gestión del día a día son clave, porque ahí es donde se te va el dinero. El problema de fondo es que el negocio no crece desde 2016, que es el primer año completo de la empresa con los nuevos gestores, pese a que había un plan previo bien fundamentado. En 2022, con una inflación del 10%, no han sido capaces de transferir ese incremento de precios a los clientes. Se han perdido 60 millones de ebitda, el equivalente al 6% de las ventas. Llegados a este punto, lo difícil ahora es decirles a tus clientes que les tienes que subir lo correspondiente a la inflación de 2023 más un 6% que has dejado pendiente de 2022″, exponen estas fuentes.

Corría septiembre de 2015 y, en plena transición de la era Fernández de Sousa al control de la banca, la administración concursal y el consejo encargaban un informe a McKinsey. Bajo el epígrafe META 100 (Mejora del Ebitda y la Tesorería Acelerada), la consultora elaboraba un plan de actuación quirúrgico, con acciones operativas concretas para mejorar el resultado de explotación y la disposición de caja. El documento, minucioso, constaba de 842 páginas y no solo fue ninguneado por los nuevos accionistas y gestores –González asumió el cargo en febrero de 2016–, sino que con él se fue Enrique García López, entonces director general de la firma. Después accedió a altos cargos en Telefónica o El Corte Inglés.

Dos formas de entender el negocio parecen haber chocado en las últimas reen­carnaciones de una empresa fundada en Galicia en 1960. Si nadie lo remedia, un aspirante español a convertirse en líder mundial del mar pasará a engrosar el largo listado de adquisiciones de una firma alumbrada cuarto de siglo después y radicada lejos, en New Brunswick, en la costa atlántica canadiense. El camino al infierno esta pavimentado con las mejores intenciones. Las de los bancos y Abanca tal vez lo fueron. Entre todos la mataron.

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