¿Cómo de obstinada será la inflación en la eurozona? Clave: la ‘codicinflación’
Aunque es difícil de demostrar, una revisión del BCE sugiere que sí está ocurriendo
Aunque la eurozona parece haber dejado atrás los peores momentos de elevada inflación, esta todavía se mantiene en niveles muy altos en Europa (5,3%, según el dato preliminar de julio). Una revisión del debate sobre si la inflación será transitoria o persistente evidencia lo divididos que han estado incluso los consejos de gobierno de los bancos centrales mundiales en sus evaluaciones. Se podría argumentar que el tiempo que se ha prolongado dicho debate es prueba suficiente de que la inflación es una compañera a largo plazo.
El Banco Central Europeo (BCE) analiza muchos aspectos diferentes para determinar qué impulsa la inflación y cuán persistente es probable que sea. La inflación subyacente ha cobrado protagonismo recientemente entre los economistas al intentar evaluar los componentes más persistentes. El concepto consiste en deducir la energía y los alimentos de la cesta de bienes utilizada para calcular el índice de precios al consumidor (IPC). A diferencia de la llamada inflación general, que cubre todos los bienes de la cesta, al excluir la volatilidad de los alimentos y los combustibles, se busca proporcionar una imagen más fiable de las tendencias de precios.
Su plausibilidad a veces se cuestiona, ya que grupos de protección al consumidor o políticos argumentan que, para la ciudadanía, no importa a qué grupo teórico se atribuye un cierto componente de incremento de precios, ya que lo significativo es el aumento nominal.
Aunque esto resulta comprensible, los responsables de la política monetaria precisan determinar cuáles son los impulsores de los precios, cómo están conectados y qué acción monetaria adoptar. Los límites en su capacidad de previsión se ubican en la cuantificación de los efectos atribuibles a comportamientos irracionales u oportunistas.
La teoría nos dice que existen varios tipos de inflación: por efecto de la demanda, que ocurre cuando la demanda agregada crece más rápido que la oferta agregada; por efecto de los costes, que surge cuando los precios de producción aumentan debido al incremento de los precios de las materias primas o los salarios; la inflación como consecuencia del endurecimiento de la oferta monetaria; y la inflación incorporada, cuando los precios suben debido a la expectativa pura de que se encarecerán.
Los bancos centrales cada vez se enfocan más en esta última. Quieren evitar lo que llaman un desanclaje de las expectativas de inflación, que se hallan ancladas siempre que sea previsible que la inflación a largo plazo permanecerá relativamente sin cambios, incluso si los precios suben temporalmente más allá de sus expectativas a corto plazo.
En contraste, están desancladas cuando las expectativas de inflación a largo plazo aumentan considerablemente como resultado de que los precios suban temporalmente más allá de sus expectativas cortoplacistas.
Esto, por sí solo, no explica por qué los bancos centrales no reaccionaron a tiempo ante la alta inflación. Debe leerse en el contexto de los efectos de segundo nivel. Como expresó el BCE en las actas de su reunión de marzo, y reiteró en un artículo del boletín económico del propio banco central en junio, “la evolución de las ganancias en comparación con la de los salarios sugería que los salarios habían tenido una influencia limitada en la inflación en los últimos dos años y que el aumento de las ganancias había sido significativamente más dinámico que el de los salarios”.
Esto significa que si las empresas simplemente hubieran trasladado la subida de los costes a los clientes, se habría dado un impacto neutral en las ganancias. El fenómeno al que se refiere el banco central se conoce como greedflation (inflación de la codicia), y aunque es difícil de probar, la revisión del BCE sugiere que, en realidad, está ocurriendo y que el grado de su continuación tendrá un impacto en la inflación.
No debemos subestimar otros factores que pueden contribuir a que la tasa del IPC siga al alza en el futuro, como una espiral de aumento de salarios, fruto de sucesivas rondas de actualizaciones salariales, o el coste de la desglobalización como resultado de la reubicación de empleos y producción a mercados nacionales para lidiar mejor con problemas en la cadena de suministro.
Con todo, hasta ahora, estos factores no se han atribuido a ningún evento significativo. Sin embargo, “los costes laborales (...) están siendo un impulsor dominante de la inflación”, como dijo el BCE en su última perspectiva de inflación. Además, los precios en el sector servicios tendrán un efecto dominante.
A lo largo de los últimos 12 meses, el BCE ha aumentado los tipos en 425 puntos básicos, una actividad sin precedentes. Según su propia declaración, el banco central está viendo los primeros signos de que estas operaciones de endurecimiento están siendo efectivas. Sin embargo, espera que se hayan desarrollado por completo para fines de este año y principios del próximo, respectivamente.
Michael Hall es director de distribución de Spectrum Markets
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