China no dejará que su economía se hunda
El país desea impulsar su crecimiento, pero se descarta un paquete de estímulo masivo y los inversores desconfían
La inesperada y fuerte recuperación económica de China en el primer trimestre de 2023 rápidamente perdió impulso en el segundo, con una ralentización del crecimiento del PIB al 0,8% intertrimestral desde el 2,2% de los tres primeros meses del año, dejando a los mercados llenos de preocupaciones. La breve recuperación experimentada entre enero y marzo ha sido insuficiente para reavivar la confianza de los inversores. El repunte de la demanda interna se ha concentrado estrechamente en el sector servicios; el apetito por la inversión privada sigue deprimido y la renovada contracción del sector inmobiliario supone una carga importante para la economía. A lo anterior se suma que hay señales de que la debilidad persiste.
Ante los vientos económicos en contra, las expectativas de una mayor flexibilización en las políticas del gigante asiático se han intensificado. Cabe destacar que, desde junio, se han efectuado diversos anuncios que apoyan esta tesis, incluyendo recortes modestos en las tasas de interés por parte del Banco Popular de China; apoyo al sector empresarial, a través de reducciones fiscales y de impuestos; incentivos específicos para el consumo de productos, por ejemplo, para la compra de vehículos eléctricos; así como una extensión de medidas de apoyo crediticio para los constructores.
Además, miembros del Gobierno chino llevaron a cabo reuniones con representantes de las principales empresas del país, comprometiéndose a apoyar su desarrollo y a crear un entorno regulatorio más transparente, en un intento de restaurar la confianza del sector privado.
A lo anterior se añade que el politburó adoptó un tono más favorable en su reunión de julio, especialmente hacia el sector inmobiliario y hacia los problemas de endeudamiento de los gobiernos locales, lo que hace pensar que se pondrán manos a la obra. No obstante, un paquete de estímulo masivo se mantiene descartado, ya que lo más probable es que se implementen medidas de apoyo modestas y específicas.
Desde la crisis financiera global, China ha lanzado al menos tres rondas de estímulos masivos y su economía todavía está lidiando con sus efectos secundarios. Los desequilibrios que han creado y los desafíos estructurales relacionados con ellos, como la sobreinversión, persisten y ponen veda a la magnitud y el alcance de nuevos bazucas económicos.
Los responsables políticos están cada vez más preocupados por estas alteraciones en la economía y han desarrollado una mayor tolerancia hacia un crecimiento más lento. Desean centrarse en promover un desarrollo de alta calidad y sostenible, y dar menos importancia a objetivos numéricos de crecimiento.
Las posibles acciones para favorecer una expansión que muestre consistencia en el tiempo se circunscriben a tres ámbitos: política monetaria, política fiscal y mercado inmobiliario. Entre las primeras, es previsible que el Banco Popular de China aplique recortes adicionales de tipos, reduzca la reserva obligatoria de los bancos, ofrezca nuevos préstamos suplementarios y use otras herramientas a su alcance.
En el ámbito fiscal, se esperan acciones específicas sobre la emisión de deuda china, tanto en bonos del Gobierno central como de los gobiernos locales, incentivos al consumo de bienes duraderos y subsidios para los hogares. En cuanto a la compraventa de viviendas, se prevé una flexibilización de las políticas actuales y una relajación de las restricciones de compra existentes.
Cabe tener en cuenta que estas son solo posibles medidas que podrían ser consideradas por los responsables políticos para apoyar la economía. La probabilidad de implementación de cada una de ellas depende de la situación económica, la capacidad de las autoridades para llevarlas a cabo y otros factores políticos y sociales en juego.
Los inversores en el mercado chino parecen desconfiar de los siguientes pasos y se preguntan sobre el margen de maniobra de China a la hora de adoptar políticas de impulso a su crecimiento, así como qué podría llevar a estímulos más agresivos. A esto se añade su creciente preocupación por cómo las barreras y restricciones, cada vez más duras, de Occidente pueden afectar el potencial de expansión a largo plazo del país. Como resultado, están cada vez más centrados en el golpe a la confianza de la economía y los mercados, y son menos propensos a comprometer tanto capital como en el pasado sin contar con mejoras concretas en los datos macroeconómicos.
Sophie Altermatt es economista en Julius Baer
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