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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El caso Glencore ejemplifica la caída del entusiasmo por descarbonizar

La minera anunció el cierre gradual de su negocio fósil, pero ahora se plantea una operación en ese sector

Sede de Glencore en Baar (Suiza).
Sede de Glencore en Baar (Suiza).Arnd Wiegmann (Reuters)

El mundo se calienta, pero los inversores se están enfriando en lo relativo a conseguir un balance neto cero de emisiones. En noviembre de 2021, muchas grandes empresas reunidas en la cumbre del clima COP26 en Glasgow se comprometieron a descarbonizar sus operaciones para 2050 en un intento de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Menos de dos años después, y a pesar de que el planeta ha alcanzado la temperatura media más alta de su historia, la presión ha disminuido. Glencore, el grupo suizo de 75.000 millones de dólares que es una de las mayores mineras de carbón del mundo, constituye un interesante caso de estudio de lo que ha cambiado.

Uno de los principales objetivos de la COP26 era animar a los países a “eliminar progresivamente” el carbón, que el año pasado aportó más de un tercio de los 41.000 millones de toneladas anuales de emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la energía. En el último momento, la conferencia rebajó esa formulación a “reducción progresiva”. Sin embargo, la condición del carbón como criptonita para los inversores y bancos preocupados por el medio ambiente parecía inamovible.

Por tanto, las grandes empresas mineras expuestas al sector tuvieron que tomar una decisión. Anglo American se lavó las manos del carbón utilizado para la generación de energía al escindir Thungela Resources a sus accionistas... para que el nuevo grupo independiente acabara poniendo a tope la producción. El jefe de Glencore, Gary Nagle, adoptó un enfoque diferente, argumentando que su grupo sería un propietario responsable al reducir gradualmente su negocio del carbón, que extrae unos 110 millones de toneladas de roca negra al año. Glencore cerraría 12 minas y reduciría a la mitad sus emisiones anuales de gases de efecto invernadero de aquí a 2035. Ello daría tiempo al mundo para dejar de utilizar carbón para un tercio de la producción mundial de electricidad y la mayor parte de la siderurgia.

En 2023, la estrategia de Glencore parece bastante diferente. En abril, Nagle lanzó una oferta por la totalidad de las acciones de Teck Resources. La minera canadiense está expuesta a metales como el cobre, pero también produce más de 20 millones de toneladas de carbón metalúrgico, que se usa para fabricar acero. Cuando Teck rechazó la oferta, actualmente valorada en 23.000 millones de dólares, Nagle dijo que podría pujar solo por la rama de carbón de la empresa, una opción que había descrito antes como una “lejana segunda” opción. En cualquier caso, el plan plantea la posibilidad de que Glencore se concentre en el carbón antes de deshacerse de una parte o de la totalidad del negocio ampliado. La idea de reducir gradualmente la producción parece estar en segundo plano.

Es cierto que la cotización en Bolsa del negocio del carbón ampliado de Glencore podría no producirse hasta dentro de unos años. Y la empresa preferiría que la entidad escindida siguiera el modelo de liquidación responsable de su actual propietario. Pero si Glencore dejara de llevar la voz cantante, no podría impedir que la empresa aumentara su volumen de carbón si así lo deseara.

Hace unos años, esta estrategia se habría arriesgado a un rechazo de los accionistas de Glencore. Y es cierto que algunos siguen descontentos. Un tercio de los inversores de la minera exigió más claridad sobre el plan de reducción de emisiones de Glencore en su junta general anual de mayo. Mientras, Bluebell Capital Partners, un fondo de cobertura que posee una pequeña participación, ha sugerido que Nagle debería dimitir. Pero es poco probable que se produzca una rebelión más enérgica.

El cambio se debe en parte a la geopolítica. La invasión rusa de Ucrania desencadenó una crisis de seguridad energética que llevó a algunos países a quemar más carbón en lugar de gas ruso. Según la Agencia Internacional de la Energía, se espera que la inversión en el suministro mundial de carbón en 2023 aumente alrededor de un 10% con respecto a los 135.000 millones de dólares gastados en 2022.

El panorama financiero de las mineras del carbón también ha cambiado. Inmediatamente después de la invasión, el precio de los futuros del material se disparó por encima de los 400 dólares la tonelada, lo que permitió al negocio de carbón de Glencore obtener 18.000 millones de dólares de ebitda en 2022, frente a solo 1.200 millones en 2020. Aunque ahora los precios se han reducido más de la mitad, el negocio del carbón de Glencore seguiría obteniendo 9.000 millones de ebitda en 2023 si se situaran en una media de 200 dólares la tonelada.

En Estados Unidos, los gestores de inversiones siempre han sido menos proclives a las cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) que sus homólogos europeos. Ahora también tienen que tener en cuenta una reacción política que ha llevado a algunos fondos de pensiones estatales de EE UU a incluir en sus listas negras a los inversores que huyen de los combustibles fósiles.

Pero este cambio va mucho más allá de Glencore. El apoyo medio de los inversores en empresas estadounidenses a las propuestas ambientales y sociales ha caído significativamente por segundo año consecutivo, del 26% en 2022 a alrededor del 19% en lo que va de 2023, según Institutional Shareholder Services, una empresa de asesoramiento.

También buscan el refugio del grupo los productores de energía. Wael Sawan, consejero delegado entrante del gigante angloholandés Shell, declaró recientemente que reducir el petróleo y el gas demasiado rápido sería “irresponsable” y “peligroso”. BP ha reducido el ritmo de su salida de los combustibles fósiles. El jefe de BlackRock, Larry Fink, hasta ahora un firme defensor de la inversión sostenible, acaba de nombrar al consejero delegado del grupo petrolero saudí Aramco miembro del consejo de administración de la gestora de activos. Mientras, las grandes compañías de seguros han abandonado el organismo respaldado por Naciones Unidas creado para coordinar los objetivos de descarbonización del sector.

Los inversores que realmente quieren que las empresas rindan cuentas sobre cuestiones climáticas, como la Junta de Pensiones de la Iglesia de Inglaterra, se han quedado aislados. Este inversor vendió sus acciones de Shell en junio, decepcionado por la falta de avances. Siempre fue exagerado pensar que el sector financiero privado pudiera acabar con las emisiones de carbono. Ahora parece aún menos probable.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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