Un nuevo mercado del que la banca no puede prescindir
La entrada del sector en el universo cripto constituye una garantía de profesionalización que será positiva para el mercado y los inversores
La aprobación el pasado abril del reglamento europeo MiCA ha supuesto un antes y un después en los intentos de regulación del universo cripto, un mercado que nació como un territorio sin ley, al estilo del Salvaje Oeste, con capacidad para generar rendimientos exponenciales, pero también sustanciosas pérdidas, fraudes, malas prácticas, hundimientos corporativos, como el de FTX en EEUU, o tormentas como la provocada en torno a Binance. Pese a las crisis, las demandas judiciales, las advertencias de supervisores y reguladores e incluso el azote del criptoinvierno, el interés por estos activos sigue creciendo, lo que explica que la banca tradicional tenga mucho interés en entrar en el mercado, una vez que Europa ha fijado unos mimbres regulatorios que no eliminan todos los riesgos, pero marcan unas reglas y un entorno jurídico razonablemente claro.
Hace exactamente un año, la AEB reclamaba con urgencia una respuesta regulatoria capaz de acotar los riesgos de operar con criptomonedas para no quedarse fuera de la posibilidad de ofrecer servicios a sus clientes. Con la normativa sobre la mesa, la gran banca está trabajando ya con el sector de las fintech para buscar soluciones tecnológicas que permitan a las entidades operar con criptoacivos y proporcionar a los clientes minoristas garantías de seguridad, no en cuanto a la estabilidad de la cotización, sino a la custodia y gestión transparente de la inversión. Aunque existen cientos de fintech y de empresas tecnológicas en el mercado, el reto está en encontrar socios fiables y con capacidad suficiente para satisfacer los requerimientos de la gran banca, en el marco de un sector en ebullición y en el que los neobancos aparecen como unos competidores más ágiles y versátiles.
MiCA, que como todo reglamento europeo se aplica directamente, aumenta las exigencias de transparencia y de control sobre las plataformas y operadores, lo que redundará en una mayor protección para los inversores, especialmente para los inexpertos, pero no constituye un paracaídas perfecto ni contará con una red de cobertura equivalente a la que rige en las finanzas tradicionales. La propia CNMV lo advirtió el pasado febrero, al recordar que la normativa no es “un bálsamo arreglatodo” ni eliminará “todos los riesgos”.
Más allá de la discutible utilidad que a día de hoy puede tener para un cliente minorista invertir en criptomonedas, la entrada de la banca en el sector constituye una garantía de profesionalización y competitividad en los servicios, que será positiva para el mercado y los inversores.
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