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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Emitir más deuda bancaria daría seguridad a los depositantes de EE UU

El coste de esa protección extra en las firmas medianas recaería en los accionistas y en los propios clientes

Former Silicon Valley Bank CEO Gregory Becker
El ex-CEO de Silicon Valley Bank Gregory Becker, en el Senado de EE UU, el 16 de mayo pasado.LEAH MILLIS (REUTERS)

Los organismos de control bancario de EE UU estudian cambios en los sistemas de garantía de depósitos tras la quiebra de varias entidades. Pero una de las soluciones más prometedoras tiene poco que ver con la garantía, o incluso con los depósitos. Obligar a más bancos a financiar una mayor parte de sus préstamos e inversiones emitiendo deuda a largo plazo, y relativamente menos con depósitos, podría ofrecer una capa adicional de protección a los clientes. La única cuestión es quién asume el coste de la seguridad extra.

Los megabancos de EE UU globalmente sistémicos, como JP Morgan, ya emiten montones de bonos que absorben pérdidas, producto de la normativa pos-2008 diseñada para poner fin a los rescates públicos. Pero a diferencia de Europa, donde incluso los pequeños bancos se financian con este tipo de deuda, la gran mayoría de los de EE UU no tienen que hacerlo. Es un problema para los depositantes, ya que la deuda a largo plazo también actúa como amortiguador para los clientes.

Funciona así: si el activo del balance de un banco se reduce –por ejemplo, porque los préstamos o los valores que posee pierden valor–, el pasivo del balance también debe reducirse en la misma proporción. Los primeros en sufrir el impacto son los fondos propios. Una vez se hayan evaporado, la deuda no garantizada que haya emitido el banco será la siguiente. Y por si esto fuera poco, los depositantes no cubiertos por las garantías del Gobierno están en la cola de la quiebra, lo que les da un incentivo para retirar su dinero si perciben peligro.

Algo así ocurrió con SVB, First Republic y Signature Bank, los tres bancos que quebraron en marzo y abril. Tenían respetables ratios de capital, en torno al 8,5% de los activos de media a finales de 2022, incluyendo capital ordinario y acciones preferentes. Pero la capa adicional de protección de la deuda que absorbe pérdidas era casi inexistente. Compárese con JP Morgan y Bank of America, cuyos clientes están protegidos por una gigantesca losa de préstamos a largo plazo, que en caso de crisis se perderían antes que los depósitos.

La diferencia ayuda a explicar por qué fue tan caro para la Corporación Federal de Seguro de Depósitos de EE UU (FDIC), que respalda las cuentas bancarias, liquidar los tres bancos. La agencia presidida por Martin Gruenberg ha cifrado el coste en 31.500 millones de dólares, un abultado 6% de los activos combinados. En parte como respuesta a este golpe, Gruenberg y varios legisladores han propuesto varias opciones para ampliar el seguro de depósitos más allá del límite de 250.000 dólares, lo que podría ayudar a que las quiebras fueran menos frecuentes.

Forzar la emisión de más deuda bancaria a largo plazo también podría abaratarla. Imaginemos que SVB, First Republic y Signature tuvieran una deuda con capacidad de absorción de pérdidas equivalente al 4,5% de sus activos, en torno al umbral exigido a los bancos sistémicos a escala mundial. En este escenario, suponiendo que los bonistas lo perdieran todo, las pérdidas globales para la FDIC se habrían reducido a la mitad, a unos 15.000 millones.

La FDIC y otros organismos ya están estudiando la opción de introducir requisitos de endeudamiento a largo plazo para los bancos con más de 100.000 millones en activos, dice Gruenberg. Con ello, el número de bancos obligados a emitir bonos de absorción de pérdidas pasaría de 8 a unos 30. Para Gruenberg y el Congreso sería mucho menos arriesgado ampliar el seguro de depósitos, ya que los golpes futuros serían menores.

Hay argumentos para ir aún más lejos y obligar a los más pequeños a emitir deuda. Es cierto que eso no funcionaría para los miles de pequeños bancos que tendrían dificultades para encontrar un mercado para sus bonos, y que en su mayoría pueden quebrar sin provocar una crisis sistémica. Pero para esas 130 entidades de más de, digamos, 10.000 millones en activos, ser capaces de obtener deuda a un precio razonable en los mercados de capitales es una prueba bastante buena de tener un modelo de negocio viable. Contar con un mercado más amplio para la deuda de los bancos medianos podría impedir el crecimiento de los más débiles, aliviando el riesgo moral que se deriva del seguro de depósitos.

Lo más complicado es determinar quién asume en última instancia el coste de la deuda que absorbe pérdidas. Si un banco quiebra, es obvio: los bonistas lo pierden todo, o se convierte en capital. Pero deberían buscar una compensación por este riesgo desde el principio, cobrando más intereses al banco. En ese caso, la carga se trasladaría en realidad a los accionistas a través de retornos más bajos, o a los clientes mediante préstamos más caros y otras comisiones.

Esto no debería disuadir a los reguladores de seguir adelante. Alguien tiene que pagar por un sistema más seguro. Los accionistas y los clientes ya financian la protección de los depósitos mediante facturas periódicas de la FDIC, como los 15.800 millones que va a cobrar a los bancos por la protección ofrecida a los clientes no asegurados de SVB y Signature. Depender más de la deuda que absorbe pérdidas podría hacer que esas gigantescas facturas ad hoc fueran menos probables en el futuro.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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