Gases renovables, una solución para descarbonizar la vivienda
Es fundamental adoptar un enfoque amplio, pragmático y realista, que incluya todas las opciones energéticas eficientes
Los edificios son fundamentales en la transición hacia un futuro sin emisiones de carbono. Son la principal fuente de consumo de energía en la Unión Europea, ya que representan el 40% del consumo final de esta, y son responsables del 36% de las emisiones de CO2.
La actual crisis energética ha reforzado la acuciante necesidad de mejorar la eficiencia energética en los edificios, asegurando al mismo tiempo que estos contribuyan a mitigar el impacto del cambio climático. En este contexto, Europa está inmersa estos días en el complejo debate sobre cómo abordar la descarbonización de su parque de edificios. En concreto, cómo alinear los sistemas de calefacción de las viviendas –que representa la mayor parte del consumo total de energía de un edificio, en torno al 60%– con los objetivos de descarbonización de la UE en 2050 y el compromiso de reducir la dependencia de terceros para fortalecer su soberanía energética. Y aquí, los gases renovables, y en concreto el biometano y el hidrógeno renovable, son parte indispensable de la solución.
La nueva directiva de eficiencia energética en edificios (EPBD, por sus siglas en inglés), aprobada recientemente por el Parlamento Europeo, es el marco normativo que debe guiar sin duda la agenda en este debate. Recordemos que establece tres aspectos clave: un objetivo ambicioso de descarbonización total del parque de edificios de la UE para 2050, lo que implica la eliminación gradual de los combustibles fósiles en la calefacción y la transición a fuentes de energía renovable; requisitos específicos para la eficiencia energética de los sistemas de calefacción y refrigeración de los edificios, y que se utilicen fuentes de energía renovable en la medida de lo posible; y, en tercer lugar, el reconocimiento de los gases renovables (biometano e hidrógeno renovable) como vectores energéticos para la sostenibilidad de los sistemas de calefacción de los edificios.
Esta misma semana será objeto de debate público en Bruselas la propuesta de modificación de la directiva de ecodiseño y entre la batería de medidas de la Comisión Europea a discutir se incluiría el establecimiento de requisitos más estrictos (eficiencia superior al 115%) para los sistemas de calefacción, refiriendo el año 2029 como fecha límite para la comercialización de calderas independientes de combustible fósil y estableciendo la obligatoriedad de un reajuste en paralelo del etiquetado energético. Estas medidas irían en contradicción con la disposición de la directiva anterior (EPBD) de permitir el uso de los gases renovables en los equipos actuales.
Este contexto nos obliga a ahondar en la falsa percepción de que existe una única y exclusiva forma de descarbonizar, una única alternativa viable, a la que estos días se suma además la dicotomía interesada e inexacta entre bombas de calor (electrificación) e hidrógeno renovable y/o biometano.
La realidad es que la primera, la electrificación mediante bombas de calor, no puede ser la única alternativa. El sector gasista español siempre ha defendido el principio de neutralidad tecnológica y la búsqueda de soluciones eficientes para dar respuesta a las necesidades específicas de calefacción de cada hogar atendiendo a sus características y uso y que mejor sirvan a la descarbonización.
Las fuentes de energía y los métodos de calefacción no solo difieren entre Estados miembros, sino también significativamente entre ciudades y regiones de un mismo país. Porque los edificios son infraestructuras locales por definición y reflejan las distintas formas en que la población se resguarda de las condiciones meteorológicas locales. Así, es preciso considerar la zona climática –no son los mismos requerimientos en invierno o en verano los del interior de Castilla y León a la costa de Murcia–; las características propias de la edificación (si se trata de obra nueva o de una rehabilitación o reforma, etcétera); y, todo esto, sin olvidar las capacidades financieras de los ciudadanos o incluso de las preferencias de cada hogar para abordar una u otra solución.
Sin ir más lejos, en la mayoría de los edificios ya existentes no todas las soluciones son técnicamente posibles, a veces, por algo tan aparentemente simple como la falta de espacio necesario para alojar equipos como los de aerotermia. Por tanto, con el objetivo prioritario de la descarbonización –y eficiencia en costes– donde contamos ya con una infraestructura de gas en operación, tenemos la oportunidad de aprovechar las instalaciones térmicas existentes para su utilización con gases renovables.
Otro importante factor a tener en cuenta y que se suma al ya mencionado de la disponibilidad inmediata de las infraestructuras es que las calderas de condensación de las que actualmente disponemos en nuestros hogares son 100% compatibles con biometano y pueden admitir hasta un 20% de hidrógeno en su mezcla con el gas natural convencional (existen desarrollos tecnológicos en curso para hacer realidad un 100%).
Más aún, la prohibición de las calderas autónomas (incluidas las preparadas para funcionar con energía renovable) podría tener un efecto adverso en la transición energética, ya que puede impedir que algunos hogares accedan a las opciones de calefacción renovable debido a limitaciones financieras y técnicas. En consecuencia, estos hogares podrían verse animados a seguir utilizando los aparatos ineficientes existentes que funcionan con combustibles intensivos en carbono (por ejemplo, carbón y petróleo) el mayor tiempo posible.
Esto nos obliga a incidir en ese gas renovable, el biometano –que no requiere de ningún tipo de adaptación de la infraestructura gasista, ni de transporte ni de distribución hasta nuestras casas, ni tampoco de los equipos con los que ya contamos al ser 100% compatible–, que se revela como una opción inmediata para la descarbonización, no solo de las industrias, sino también de los hogares.
A la hora de abordar la descarbonización en los sistemas de calefacción será necesario, por tanto, adoptar un enfoque amplio, pragmático y realista; multitecnológico y multivector energético; un escenario en el que se cuenta con todas las alternativas energéticas renovables que permitan reducir de forma más rápida el consumo de gas, obtener ahorros económicos e incrementar la resiliencia y autonomía de nuestro sistema energético frente a shocks externos. En definitiva, la descarbonización de todo el parque de edificios de la UE es un objetivo que nos compromete a todos, pero debemos reconocer que no será labor de un día y, por tanto, todas las soluciones tecnológicas deben ser contempladas para alcanzar los objetivos perseguidos de eficiencia y la ansiada neutralidad climática en 2050.
Joan Batalla es presidente de la Asociación Española del Gas (Sedigas)
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