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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las 5D que dominan la economía mundial

La demografía, la deuda, la deflación de salarios, la digitalización y la descompensación de divisas requieren soluciones estructurales conjuntas

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Virar el rumbo de un crucero no es tarea fácil y requiere tiempo, más del que las gacelas usan en sus quiebros. Virar la globalización no es fácil, pero la geopolítica ha puesto en la mesa debates como proteccionismo, retraso de la agenda 2030 y la premura en olvidar los combustibles fósiles, seguridad nacional, políticas de stocks, la relevancia del olvidado sector primario y las polarizaciones de valoración de activos. No hay una solución perfecta a lo que nos enfrentamos, pero hay que actuar sobre los auténticos retos de la economía mundial a largo plazo y no utilizar solución parche que suele marcar la política electoral.

Hay 5D que dominan la economía mundial: demografía, deuda, deflación de salarios, digitalización y descompensación de divisas, y esto no va de China vs Occidente: todos estamos afectos a las 5D y se requieren soluciones estructurales conjuntas.

La deuda acumulada para vivir en globalización, ya que vivir en ella y mantener el Estado de Bienestar son tareas incompatibles, ha llegado a niveles que son impagables y nos limita el crecimiento a largo plazo, con lo que estamos condenados a que el Estado vía incremento de la masa monetaria sea el comprador de esa deuda, y pueda generar con esos tipos bajos una sensación irreal de riqueza y, lo que es peor, burbujas y polarización de rentas.

El apagón demográfico, que se acentúa en esta década, será una fuente constante de mayor demanda de gasto y por lo tanto, de deuda. Estados Unidos tendrá que lidiar con una sociedad que envejece, en la que la sanidad pública puede requerir un gasto ingente para hacerla social y, en el caso de China, habrá que ver si la sociedad demanda un Estado de Bienestar a la europea.

La digitalización (robotización e inteligencia artificial) tiene doble cara, ya que dinamiza la productividad, pero pone en jaque el factor trabajo, al hacerlo sustituible. La globalización ha creado economías de servicios en Occidente, con lo que la pérdida de un trabajador por tecnología no suele derivar en un nuevo puesto de trabajo con mayores capacidades y mayor productividad. La gran pregunta fiscal es si los robots deben de pagar impuestos como si fueran rentas de trabajo para así evitar ese drenaje de ingresos fiscales derivado de la tecnología, lo que unido al apagón demográfico nos condena a seguir endeudándoos para mantener el costoso Estado de Bienestar y dar solución a los afectados de la tecnología, que en su mayor parte demandarán su subvención social.

La deflación de salarios seguirá presente en esta atemperada globalización, y es cierto que a medida que vayan quedando menos trabajadores que sustentan a mayores beneficiarios sociales, se pueden ver cifras de empleo que no reflejen la realidad del factor trabajo, al que habrá que seguir alimentando con subvención monetaria para evitar su sublevación política a favor de políticos que ponen en jaque la credibilidad bajo la que se sustenta esa confianza del sistema en una divisa que puede ser emitida infinitamente.

La descompensación de divisas es un efecto que pone en juego los sistemas monetarios, y si bien nosotros podemos con nuestras fiat currencies solucionar cualquier problema de gasto que no se puede cubrir con nuestros ingresos naturales, existen otros países que, siendo soberanos monetarios como todos, tienen una divisa que no es creíble y se ven obligados a devaluar sus monedas. Nosotros las devastamos silenciosamente, en proporciones enormes, lo que hace que el factor capital busque esos mejores márgenes de producir con mano de obra barata, o producir in-house con un robot, haciendo que el propio sistema monetario no sea el mejor aliado del trabajo.

Estas 5D son, sin duda, los grandes retos que tienen los Estados y solo una planificación a muy largo plazo, más propio de las economías totalitarista dirigidas que de las de libre mercado, puede hacer que viremos algo para evitar quizás lo inevitable, que es acabar en una década de bajo crecimiento con alta deuda y deflación. Los bancos bentrales están aprendiendo de las consecuencias de la era post-Lehman, de utilizar no solo tipos cero, sino expandir su balance de forma ilimitada. Nadie puso pegas a ello y, de facto, en aquellos años las economías vivían en un sueño sin inflación, el pobre Fisher y su ecuación había muerto y florecían los monetaristas modernos. Y la reflexión es que, claro que había inflación, pero inflación en activos reales y financieros (doble burbuja de bonos al 0% y burbuja FAANMG+T). Sin darnos cuenta, el dinero solo estaba llegando a unos sectores y los rápidos relatos del mundo hicieron que estigmatizáramos gran parte de la oferta de materias primas mundial, y cuando la demanda de materias primas ha vuelto a su ser, la inflación ha encontrado la puerta por donde colarse, y una vez dentro se expande sin control. Solo queda ahora esperar a que las bases temporales de inflación hagan que esta baje, aunque la devaluación implícita del 10% de la inflación la llevamos ya a la espalda, y a que la demanda a estos precios se ajuste para verlos caer y para volver a ver los tipos bajar, que será su tendencia natural, ya que las 5D por definición son deflacionarias a largo plazo.

Quizás hacía años que no se había presentado una oportunidad tan clara en el mercado de renta fija, pero sabiendo que los emisores son economías que tienen deberes relevantes para dar soluciones a toda la sociedad y no a unos pocos.

Alberto Espelosín es analista financiero



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