El Tesoro desafía a las tensiones: coloca 13.000 millones a 10 años y la demanda supera los 120.000 millones
Los bonos pagan un cupón del 3,2% y se consolida la confianza en la deuda española pese a la volatilidad global

No sorprender al mercado, esa es la máxima del Tesoro. Las preocupaciones fiscales y la inestabilidad generada por los aranceles están impulsando al alza los costes de financiación. En un contexto en el que pedir prestado es cada vez más caro, gobiernos como el japonés y el británico están reduciendo las emisiones de deuda a largo plazo y concentrándose en colocaciones con vencimientos más cortos.
Sin embargo, esta estrategia es ajena al organismo que dirige Paula Conthe. La confianza de los inversores en la economía española está permitiendo al Tesoro Público seguir adelante con su plan de financiación, que contempla emisiones netas por 66.000 millones de euros, centradas principalmente en deuda a medio y largo plazo (55.000 millones). Con todas las subastas previstas para mayo ya ejecutadas y a una semana de que el BCE anuncie su decisión de política monetaria y actualice sus proyecciones, España ha colocado este miércoles 13.000 millones de euros en un bono sindicado a 10 años, la tercera emisión de este tipo en lo que va de año.
A diferencia de las subastas tradicionales, estas operaciones se realizan fuera del calendario habitual y con la colaboración de un grupo de bancos que colocan directamente la deuda entre inversores. En esta ocasión, el Tesoro ha contado con Barclays, BBVA, JP Morgan, Morgan Stanley, Santander y Société Générale.
En un entorno donde el programa económico de la Casa Blanca es visto como la principal amenaza para el crecimiento global y la sostenibilidad fiscal, los inversores siguen considerando a la economía española como una de las más resilientes. Tras cerrar 2024 con un crecimiento del 3,2%, las previsiones del Gobierno y de los organismos internacionales apuntan a que esta tendencia se mantendrá en los próximos meses. Con este telón de fondo, la demanda por la deuda española se ha incrementado: en la apertura de los libros superaba los 65.000 millones y al cierre ha alcanzado los 120.000 millones, cerca del récord de 139.000 millones registrado en enero, cuando se colocaron 15.000 millones a diez años. La participación de los inversores extranjeros se mantiene elevada y alcanza el 87,4% de la demanda total, en sintonía con el 90% de las operaciones anteriores.
El fuerte apetito inversor ha contribuido a abaratar el coste de la operación, que comenzó con un diferencial de nueve puntos básicos sobre la referencia española a 2035 y se ha reducido a siete puntos. Esto equivale a una rentabilidad del 3,235%, ligeramente por encima del 3,18% registrado en la subasta de principios de año y a gran distancia del 3,47% marcado en la puja de hace 12 meses. Junto a esta rentabilidad los bonos pagarán un cupón anual del 3,2%, en sintonía con el 3,15% de enero, e inferior al 3,45% del año pasado.
Además del interés sostenido por la deuda española, la caída del coste de financiación se ha visto auspiciada por la rebaja de los tipos de interés: en apenas un año, el tipo oficial de la zona euro ha pasado del 4,5% al 2,25% actual. Y las perspectivas apuntan a que la tendencia se prolongará. Con una inflación en la eurozona del 2,2%, cercana al objetivo del 2%, el BCE no tiene la presión para seguir manteniendo una política restrictiva. A pesar de que varios miembros del BCE advierten que no es momento para una rebaja agresiva de las tasas, los mercados anticipan con más de un 90% de probabilidad que el próximo jueves se anunciará un recorte.
La demanda ha sido muy diversificada tanto por geografía como por tipología. Por nacionalidades destacan los inversores de Reino Unido Reino Unido e Irlanda, con un 28,7%, Francia e Italia, con un 12,2%, Alemania, Austria y Suiza, con un 7,5%. Los inversores asiáticos, que se caracterizan por su marcado perfil defensivo, han acaparado el 6,8%. Por tipología de inversor sobresalen las gestoras de fondo (33%), seguidas de los bancos centrales e instituciones oficiales (26,9%), las tesorerías bancarias (19,1%), y las aseguradoras y fondos de pensiones (11,5%).
Tras la emisión de este jueves el Tesoro ha ejecutado ya el 59,6% de su programa de financiación (unos 105.212 millones de euros). La vida media de la deuda del Estado en circulación alcanza los 7,9 años y el coste medio de la cartera de valores del Tesoro se sitúa en el 2,3%, máximos de 2018.
La deuda respira
La colocación de este miércoles por parte del Tesoro coincide con un momento de tregua en los mercados de deuda. La mayor estabilidad política y económica en la zona euro ha permitido a los bonos soberanos amortiguar el impacto de las políticas de Trump. Mientras en Estados Unidos aumentan los temores de recesión y las dudas sobre la sostenibilidad fiscal, lo que encarece los costes de financiación, en la eurozona las expectativas de nuevos recortes de tipos por parte del BCE han contribuido a calmar los nervios.
En paralelo, Japón ha decidido reducir su oferta de deuda a largo plazo, tras una subasta a 20 años que registró la menor demanda en una década y una colocación a 40 años con las peticiones más bajas desde el pasado mes de julio. El rendimiento de la deuda nipona con vencimiento en 2065 subió cinco puntos básicos, hasta el 3,335%. Los analistas consideran que este débil resultado respalda la idea de que el gobierno ajuste su emisión de deuda a largo plazo. No obstante, intentan restar importancia y señalan que la débil demanda se debe a la alta volatilidad y al hecho de que el volumen real de la emisión no se reducirá hasta el próximo mes.
Estas tensiones contrastan con la relativa estabilidad del mercado europeo. Superada la volatilidad provocada por el órdago proteccionista del pasado 2 de abril, la tregua comercial y el cierre de la campaña de resultados han devuelto el brillo al mercado primario. A punto de concluir mayo, el volumen de emisiones en euros ronda ya los 150.000 millones mensuales. A los emisores habituales se han sumado en las últimas semanas grandes firmas estadounidenses como Alphabet, Pfizer o McDonald’s. La divergencia de políticas entre el BCE y la Reserva Federal, junto con la abundante liquidez del mercado, explican este auge. Hasta el 15, las compañías estadounidenses habían vendido 150.000 millones en bonos denominados en euros, muy por encima de los 108.000 millones colocados en todo 2024.
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