Las desigualdades del ciclo capital y trabajo
Hay una gran descompensación y la gran pregunta es quién va a pagar la fiesta
La alternancia razonable de los ciclos de capital y trabajo son la razón de ser del crecimiento económico en un sistema donde el Estado debe tener un efecto keynesiano moderado. Hoy en día nos encontramos en una situación algo compleja en la medida en que el Estado se ha endeudado a cifras insostenibles para poder seguir alimentando el Estado de Bienestar que ha habido y que vendrá en el futuro ya que nos enfrentamos a un déficit permanente donde los ingresos van a crecer muy por debajo de los gastos. Estos gastos ya no crecen solo por la mala utilización del gasto estatal sino por el inexorable crecimiento del envejecimiento poblacional y la mayor esperanza de vida.
Los crecimientos de la relación de capital y trabajo se han bifurcado de una manera importante los últimos años, especialmente desde la fase post Lehman, y han dejado un panorama en el que la inercia de la globalización y de los grandes jugadores mundiales han hecho que sus beneficios empresariales volaran en un entorno de bajos tipos, menor deuda de las empresas y ampliación relevante de los márgenes empresariales por ser capaces de traspasar la inflación en la ultima parte del ciclo.
Por el lado de los salarios, lo que tenemos es una situación bastante neutral donde las mejoras por la inflación no han sido suficientes para cubrir la subida de precios y donde el ahorro acumulado y la menor deuda del sector privado han sido la razón de ese extraordinario comportamiento del consumo. Puede parecer que todo ha ido bien a pesar de lo que muestra el grafico, pero la descompensación es clara y lo que viene por delante son grandes preguntas, especialmente de quién va a pagar la fiesta que viene.
Viendo el peso de los impuestos de sociedades en el conjunto de la recaudación en Estados Unidos, que se sitúa en el 9%, teniendo en cuenta que el déficit público puede ser permanente en la zona del 6% y viendo el poder que a las multinacionales le ha otorgado la globalización y para evitar que surjan políticas radicales en EE UU, creo que se puede dar cierta presión impositiva sobre las empresas en los próximos años.
Las fuerzas deflacionarias sobre los salarios van a estar ahí, y no solo vienen del menor coste laboral que las compañías pueden capturar en otra parte del mundo, sino que la amenaza más inminente viene de la digitalización. De ahí que se abra ahora un enorme debate sobre si la tecnología debiera pagar más impuestos en proporción a las bonanzas del ciclo que ha sido capaz de capturar. Que el capital tenga excesos de beneficios es lo deseable y natural para que pueda seguir invirtiendo, con lo que se genera empleo, crecimientos de salarios y posterior consumo. Por tanto, que eso suceda. Pero, viendo los impactos laborales que tienen las nuevas tecnologías, sería bueno que los agentes que mueven la economía no generaran conflictos que no pusieran en duda los compromisos futuros en materia social.
Alberto Espelosín es gestor del Renta 4 Alpha
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