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Los ‘call-center’, la educación ¿y los idiomas? Valores amenazados por los tiempos modernos

La rápida expansión de las herramientas de inteligencia artificial pone en jaque los modelos de negocio tradicionales

Trabajador de un centro de atención al cliente, en una imagen de archivo.
Trabajador de un centro de atención al cliente, en una imagen de archivo.Maskot (Getty Images)
Pierre Lomba

El bum (o la burbuja, depende de a quién le pregunte) de la inteligencia artificial está sosteniendo en buena parte los mercados. En Estados Unidos, las grandes tecnológicas, con Nvidia a la cabeza, son las principales responsables de que el S&P 500 marque récord tras récord. Estas empresas se lanzan a invertir cantidades milmillonarias en esta tecnología que, a pesar de no tener necesariamente un retorno inmediato, impulsa las valoraciones en los mercados. Pero no todos son luces. Al otro lado de esta tabla están los posibles perdedores de la IA, modelos de negocio zarandeados, como el mítico personaje de Chaplin, por los tiempos modernos: call-centers, empresas educativas y de enseñanza de idiomas sufren el miedo inversor a que su modelo vaya a quedar obsoleto.

Cuando Open AI, la empresa detrás de Chat GPT, hizo público su nuevo modelo abierto hace un mes, las acciones de Duolingo se dejaron casi un 4%. Curiosamente, la empresa de enseñanza de idiomas online lleva ya tiempo implementando la inteligencia artificial en su negocio y, de hecho, utiliza tecnología desarrollada por Open AI. ¿Por qué esta reacción, entonces? Porque, entre otras funcionalidades, el nuevo Chat GPT ofrece traducción instantánea. La reflexión de los muy sensibles mercados fue la siguiente: por qué iba alguien a gastar su dinero en una aplicación de aprender idiomas si hay otra que hace innecesario ese esfuerzo.

Aunque exagerada, y momentánea, (Duolingo baja un 8% este año, pero la mayoría de analistas recomienda su compra), la reacción de los inversores muestra que los mercados no solo están atentos a Nvidia, Alphabet o Meta, sino que tienen un ojo puesto en quién se puede quedar atrás en la carrera frenética de la IA. Y el sector educativo se encuentra en el centro de sus preocupaciones: hace poco más de un año, la plataforma educativa Chegg, cuyo modelo de negocio está basado en suscripciones de pago, reconoció que Chat GPT era una amenaza para sus servicios de asistencia para hacer deberes en casa. Se dejó el 50% de su valor en una sola jornada —la mayor caída de su historia— y contagió el pesimismo a otros valores educacionales de todo el mundo, como la editorial británica Pearson, que registró su mayor recorte en seis años, o las chinas Yuhua Education (-16%) o Wisdom Education (-7,2%).

Evolución de Chegg en Bolsa en 2024

Como con Duolingo, el caso de Chegg responde a lógicas de mercado: ¿por qué invertir en una plataforma de pago centrada en la preparación de deberes escolares y redacciones cuando hay una herramienta que los acapara todos y, además, es gratuita? Son dudas que se extienden a todo el negocio educativo en línea, y que, a cada nueva presentación de Chat GPT —con vídeos de niños aprendiendo con sus padres y una pantalla que les habla directamente como un humano— se acrecientan. Chegg cae en lo que va de año más de un 65% en Bolsa, y Duolingo está un 21,8% por debajo de los máximos históricos que marcó a principios de mayo.

Los modelos de educación a distancia se unen así al que probablemente sea el sector más señalado por la amenaza de la IA: los call-centers. En febrero, la firma francesa Teleperformance se hundió un 29% en Bolsa un día después de que la tecnológica sueca Klarna asegurara que su servicio de teleasistencia desarrollado por OpenAI equivale al trabajo de 700 operadores. Ya el año pasado, la compañía había avisado de que entre el 20% y el 30% de sus llamadas de servicio al cliente acabarán siendo automatizadas en los próximos tres años. En abril de este año, el consejero delegado de la consultora tecnológica india Tata advirtió de que la IA puede acabar con estos negocios, que suponen un motor del empleo en el país asiático.

Adaptarse o morir

El planteamiento seguido por las amenazadas responde al clásico axioma “si no puedes con tu enemigo, únete a él”. O, al menos, adáptate: Google está inmerso en una fiebre inversora para poder rivalizar con Open AI, porque, como apuntan varios analistas, si los buscadores no se adaptan, serán engullidos por herramientas que respondan a las dudas y búsquedas de los usuarios. Sin embargo, como señalaba a Bloomberg Russ Mould, director de inversiones de la firma británica AJ Bell, tienen más que temer las empresas cuyos ingresos dependen de esos clics, porque en no mucho tiempo ya nadie tendrá que pinchar en un enlace para resolver una duda.

En el punto de mira por la generación automatizada de vídeos e imágenes, Adobe, líder de software de edición de páginas web, vídeo e imagen, anunció hace dos meses que está estudiando la integración de herramientas de IA generativa dentro de su programa de vídeo. Curiosamente, la publicación de una imagen generada por inteligencia artificial en mayo del año pasado, donde se veía salir humo de un edificio gubernamental cercano al Pentágono, en Estados Unidos, hizo que el S&P 500 se desplomara durante unos instantes. La propia Duolingo ha efectuado recortes de personal para sustituirlos por modelos automatizados, y ya integra el GPT-4 desarrollado por Open AI.

“Los planes de gasto en IA no son acogidos incondicionalmente”, advierte, con todo, Yves Bonzon, jefe de inversión en el banco privado suizo Julius Baer. El alcance de esta nueva fuerza disruptiva, tanto positivo como negativo, está aún por ver, pero los grandes actores económicos ya se posicionan. El fundador de Microsoft, Bill Gates, advirtió en una charla universitaria, hace poco más de un año, de la dimensión de estos tiempos modernos: “Nunca más entrarás en un buscador de internet. No volverás a entrar en Amazon”.

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Sobre la firma

Pierre Lomba
Redactor de la sección de Economía. Graduado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París. Después de ejercer la abogacía, realizó el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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