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La pobreza hídrica también existe y podría duplicarse en 2050

3.000 millones de personas padecen escasez al menos un mes al año

Huella hídrica alimentos Gráfico
Belén Trincado Aznar

El 80% de los españoles ha modificado alguna práctica cotidiana para tratar de frenar la crisis climática. El dato se desprende del barómetro de opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) realizado este mes de marzo. Dan otro: el 20% de los encuestados mide el consumo de energía en el hogar (electricidad y calefacción).

Y del agua, ¿mantenemos su uso a raya cuando abrimos el grifo? En absoluto, puesto que no repercute igual en nuestro bolsillo. El concepto de pobreza energética está asumido, pero no el de la hídrica. Y eso que el riesgo de sequía cada vez es más frecuente debido al calentamiento global y al cambio climático. Sin ir más lejos, la semana pasada hubo temperaturas cercanas a los 30 grados en muchas zonas del Levante. Y ojo, ya 2022 se tradujo en el tercer año hidrológico más seco en España desde que existen registros fiables.

La factura del agua en España supone un 0,9% del presupuesto familiar

“Es muy tentador echarle la culpa a la falta de lluvia, pero ha tocado racionar sin que haya menos precipitaciones. El problema está en el aumento del consumo, sobre todo, y por supuesto, del nuestro, y luego también en el que hacen vegetación y cultivos, pues conforme suben los grados transpiran más”, opina Rafael Seiz, coordinador de política del agua en WWF, donde tienen una línea de trabajo exclusiva para este tema desde hace años, muy relacionada con los indicadores de biodiversidad (Informe Planeta Vivo). “Además”, prosigue, “tampoco ayuda la gestión de este recurso desde una falsa seguridad que nos aboca al suicidio hídrico”. El experto ve claro que no valen las soluciones de antes y que se deben repercutir en el precio determinados costes (abastecimiento, depuración, etc.). “No abonamos un solo euro por el metro cúbico; solo por su transporte. Es como si en las gasolineras pagásemos por entrar, pero luego el combustible fuera gratis”.

Según el XVII Estudio nacional de suministro de agua potable y saneamiento en España 2022, de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS), “la factura del agua supone un 0,9% del presupuesto familiar”. A 1,97 euros el metro cúbico para uso doméstico y con un consumo medio de 131 litros al día por habitante. “Las tarifas siguen sin cubrir los costes y se debe avanzar en este sentido para garantizar la sostenibilidad de los servicios urbanos”, indican fuentes de AEAS.

A mediados de siglo la escasez de agua urbana podría afectar a 2.400 millones de personas

Desde Greenpeace, Julio Barea se pronuncia en la misma línea: “El agua es muy barata y muy caro cambiar infraestructuras para evitar, por ejemplo, las fugas importantes que hay en las redes de algunas zonas. Banalizamos un tema de lo más complejo, tomando medidas tarde y mal, cuando se nos ha dicho desde la ONU que en la falta de agua estará la causa de la próxima pandemia”.

Riesgo inminente

Porque la envergadura del problema es mundial, con otros países y continentes con panoramas críticos. Una cuarta parte de la población global ya no tiene agua ni en cantidad ni en calidad, esto segundo debido a que “un 80% de aguas residuales se liberan sin ser tratadas”, indica Barea.

Hoy mismo, la última edición del Informe mundial de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos, que se presenta en Nueva York como antesala a la celebración del Día Mundial del Agua mañana, es contundente: cerca de 3.000 millones de personas padecen escasez de agua en el mundo al menos un mes al año. Los 930 millones que, en zonas urbanas, la sufrían en 2016 pasarán a ser entre 1.700 y 2.400 millones en 2050. Por ello, “urge establecer mecanismos internacionales sólidos para evitar que la crisis del agua se descontrole”, en palabras de Audrey Azoulay, directora de la Unesco. Hay 468 acuíferos compartidos en el mundo, y solo seis con acuerdo cooperativo formal.

Para Antonio Espinosa de los Monteros, CEO de Auara, la situación es chocante. “No hay planificación estratégica para el agua en plazos razonables, cuando este recurso, que es un derecho, mide la riqueza de un país”.

En opinión de Seiz, falta un cambio de mentalidad y más ambición política, “como se ve en los planes hidrológicos aprobados en enero”; la capacidad como especie y los recursos tecnológicos, los tenemos. “Y ya se ha acabado lo de agua para todos y para todo”, sentencia.

El agua que  nos bebemos

Huella. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lleva tiempo informando sobre la cantidad de agua dulce necesaria para producir las materias primas de nuestra alimentación. Es lo que se denomina huella hídrica, como se ha hecho antes con la de carbono (CO2). La dieta diaria por persona requiere entre 2.000 y 5.000 litros de agua. Según Water Footprint Network, en los extremos de la horquilla, los más de 17.000 litros que se consumen por kilo de chocolate frente a calabazas, pepinos y melones como ejemplo sostenible, y en general, cualquier menú con más vegetal que carne.

Riego. “La demanda de agua más desorbitada proviene de la agricultura, seguida por la industria”, subraya Julio Barea, de Greenpeace. Desde WWF, Rafael Seiz precisa que un 80% se destina al campo (5% a la ganadería) y un 20%, a uso doméstico. Hay que cambiar hábitos en casa, no sobra, pero “urge dejar de expandir el regadío, y más en cultivos que no lo requerían, como pasa con los almendros y olivos”. Para el CEO de Auara, “la subida de precios en la cesta de la compra no es gratuita”. 

Embotellada. Sorprende que el agua, el producto más consumido, en España sea un básico en la cesta de la compra (150 litros anuales por persona que se traducen en unos 150 euros, tomando como referencia una marca blanca y barata), a pesar de la calidad de la del grifo.

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