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La era Trump 2.0: ¿el comienzo de una guerra fría energética?

La búsqueda de la dominancia en el campo de la energía por parte del nuevo Gobierno de Estados Unidos, que pretende impulsar la producción y exportación de petróleo y gas natural, puede aumentar las tensiones con Rusia y China, pero también con la Unión Europea

Trump habla durante una conferencia de prensa, en la ciudad de Nueva York
Trump habla durante una conferencia de prensa, en la ciudad de Nueva YorkDavid Dee Delgado (REUTERS)
Luis Alberto Peralta

El segundo mandato de Donald Trump comienza este lunes, 20 de enero, y trae consigo una serie de propuestas que podrían impactar como una bala de cañón en el escenario global. Además de las subidas arancelarias de hasta el 20% que prometió durante la campaña, y de propuestas tan polémicas como la posible anexión de Groenlandia o del canal de Panamá, la política energética del republicano es otro factor que genera temor entre los analistas. En este contexto, los expertos ya hablan de las posibilidades de una “guerra fría económica” o incluso de una “guerra fría energética”, que enfrentaría a Estados Unidos contra enemigos y aliados en los sectores del petróleo, el gas natural y las energías renovables.

“Uno de los principales objetivos de Trump en este mandato es bajar los precios de la energía. Las próximas semanas deberían aportar más claridad sobre la forma en que se aplicará el llamado dominio energético de EE UU. Los ejecutivos del sector energético estadounidense ya esperan que bajo la Administración Trump se agilicen los plazos para la obtención de permisos de perforación en terrenos federales”, explica Kerstin Hottner, directora de materias primas y gestora de cartera de la firma Vontobel a CincoDías.

Un informe reciente de EY también anticipa que el regreso de Donald Trump a la presidencia marcará el comienzo de un entorno regulatorio más favorable para las empresas de petróleo, gas y productos químicos. “Un ejemplo emblemático del cambio de enfoque en el sector es la esperada descongelación del proceso de aprobación del Departamento de Energía (DOE) para nuevas instalaciones de gas nagural licuado (GNL). Trump, tanto como candidato como durante su mandato anterior, ha favorecido los combustibles fósiles, especialmente una mayor producción y exportación de petróleo, gas natural y carbón, considerándolos símbolos del poderío económico estadounidense”, indican desde la consultora.

Rusia, Irán y China

La lucha en el escenario global ha comenzado incluso antes de la toma de mando. Estados Unidos ha implementado sanciones adicionales contra el gas ruso recientemente, que han disuadido a gigantes como India de comprar crudo al Kremlin. Esta medida, no obstante, puede ser perjudicial tanto para aliados como para rivales.

“Para la mayoría de los países, la subida de los precios del petróleo en este principio de año no es una buena noticia. Desde Navidad, el precio del barril de crudo Brent ha aumentado más de un 10% en dólares. La última aceleración se debe a las nuevas sanciones contra Rusia, que afectan sobre todo a los petroleros que transportan crudo ruso. Si el precio del petróleo se mantuviera por encima de los 80 dólares, el impacto sobre el crecimiento sería negativo”, afirma Sebastian Paris Horvitz, director de análisis de LBP AM.

Los expertos también contemplan que las sanciones forzarán a los enemigos de Estados Unidos a buscar alternativas, como las llamadas “flotas fantasma”, para continuar el comercio de productos sancionados. “Según varias estimaciones, más de un tercio de la flota de petroleros de Rusia está ahora sancionada por naciones occidentales. Aunque las medidas ampliadas complican la logística petrolera y probablemente eleven los costes de envío desde sus mínimos recientes, el impacto en los equilibrios del mercado y los suministros de petróleo posiblemente seguirá siendo moderado por varias razones”, apunta Norbert Rücker, director de economía e investigación de próxima generación de Julius Baer

Rücker resalta que gran parte de los buques de los “estados parias”, han encontrado la forma de acceder a compradores no occidentales, incluidos India, China y Turquía. De hecho, subraya que sus productos han logrado escapar a la presión estadounidense y que probablemente sobrevivan a los ataques de Trump.

“El llamado mercado paralelo o alternativo se ha expandido y ha demostrado ser bastante dinámico, una característica que se suma a la subestimada resiliencia del mercado petrolero actual. Rusia e Irán necesitan ingresos de las naciones petroleras y pueden encontrar compradores fuera del alcance de las políticas de Occidente otorgando descuentos apropiados según los niveles de precios del mercado”, expresa el experto de Julius Baer.

A pesar de esto, los analistas del think tank Atlantic Council consideran que Occidente tiene una oportunidad para presionar el tablero internacional. “El aumento de las exportaciones de energía de Estados Unidos a la UE, si se combina con un límite inferior de los precios del petróleo ruso y más medidas represivas contra la flota de petroleros en la sombra de Rusia, podría reducir sustancialmente los ingresos de Putin por este concepto. El Kremlin se vería enfrentado a una mayor pérdida de participación en el mercado energético mundial, al tiempo que se fortalecerían los vínculos económicos transatlánticos”, comenta Doug Klain, investigador de Atlantic Council, en un análisis reciente.

Hottner coincide con que Trump puede utilizar las sanciones contra exportaciones energéticas como arma de disuasión contra Moscú, aunque con algunos matices. “Es probable que Trump utilice las sanciones para negociar el fin del conflicto ucraniano. Si la negociación de la paz dura unas pocas semanas, como ha señalado en el pasado, las sanciones podrían eliminarse con bastante rapidez. Si tarda varios meses o trimestres, el suministro desde Rusia, principalmente hacia China y la India, podría verse gravemente interrumpido”, apunta la experta.

Hottner agrega que, a nivel mundial, el nuevo Gobierno de Trump también podría introducir una campaña de máxima presión contra Irán. “Este país exporta sobre todo petróleo con grandes descuentos a refinerías privadas de China. En las últimas semanas, hemos observado una reducción de las entradas de estas refinerías con el fin de mostrar buena voluntad antes de la toma de posesión de Trump”, asevera.

Esta situación, no obstante, puede ser profundamente problemática para Pekín. Según la Agencia de la Energía de EE UU, en 2023, Rusia se convirtió en la principal fuente de importaciones de petróleo del gigante, suministrando el 19% de las importaciones de crudo del gigante asiático. Dicho esto, si bien las sanciones contra su principal proveedor podrían darle acceso a barriles de crudo con descuento, los expertos indican que las posibles represalias diplomáticas podrían generar mayores tensiones con el Gobierno de Trump.

Una muestra de esto es la respuesta de Pekín ante la imposición de sanciones contra empresas chinas vinculadas a la evasión de sanciones contra el crudo ruso. “China se opone firmemente a las sanciones unilaterales ilegales de Estados Unidos y a su jurisdicción de largo alcance, que no tienen base en el derecho internacional ni autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”, expresó Guo Jiakun, portavoz del Gobierno chino, en una conferencia reciente.

¿Europa vs. Trump?

Otro posible foco de conflicto es la insistencia de Trump para que la UE compre más combustibles estadounidenses, una solicitud con la que el republicano intenta equilibrar el desbalance comercial de 200.000 millones de euros que tiene su país con Europa.

Si bien la amenaza de aranceles no ha sido bien recibida en Bruselas, el bloque ya viene incrementando su consumo de hidrocarburos estadounidenses para reemplazar a los rusos. La Unión Europea busca la autonomía energética tras décadas de adicción al gas del Kemlin (47% del total en 2022 y en 2024 cerca del 13%), que culminaron en una crisis de suministro tras la invasión a Ucrania. En este contexto, la UE importó unos 63.610 millones de euros en combustibles fósiles desde Estados Unidos en 2023. Según las últimas cifras de Eurostat, el gigante suministra a la UE el 37,8% de su gas natural licuado y el 15,2% del crudo.

Asimismo, cabe resaltar que las reservas europeas actualmente se encuentran en niveles bajos debido al clima frío y al corte del suministro ruso por Ucrania (que se detuvo definitivamente a principios de enero). En esta línea, el bloque, necesita abastecerse de unas 10 millones de toneladas adicionales por año de GNL (aproximadamente un 10% más que en 2024).

Teniendo en cuenta estos factores, algunos expertos ponderan que Europa puede ceder a las demandas de Trump hasta cierto punto, pero que no debe ceder a la presión de Washington en caso de demandas excesivas. “El regreso del presidente Trump cambiará profundamente la política climática y energética de Estados Unidos, con repercusiones de amplio alcance a nivel internacional. La estrategia de la Unión Europea para enfrentar esas repercusiones debe tener tres pilares: acción climática global, política energética y competitividad, e inversión y comercio en tecnologías limpias”, afirman Simone Tagliapiedra y Cecilia Trasi, investigadores de Bruegel, en un análisis reciente.

Renovables

La transición verde es otro terreno en el que Donald Trump colisiona directamente con los intereses de aliados y rivales. El presidente electo ya se ha manifestado en contra de la energía eólica (Europa y China son dos de los mayores productores de turbinas) y a favor de reducir la regulación para la producción de petróleo y gas natural.

Asimismo, cabe recordar que, en su primer mandato, el republicano retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París e impuso aranceles contra los paneles solares chinos. Por otra parte, tanto él como Chris Wright, su candidato para secretario de Energía, se han mostrado escépticos ante las consecuencias del cambio climático y favorables al fracking de gas natural y a la energía nuclear.

Parte de la agenda de Trump es también reducir la dominancia de China en sectores como los vehículos eléctricos y los paneles solares. De hecho, su aliado político, el multimillonario Elon Musk, es el dueño de Tesla (uno de los fabricantes más importantes de coches a nivel global). En este contexto, los expertos anticipan que los posibles aranceles de hasta el 60% contra Pekín pueden favorecer la producción estadounidense de tecnologías verdes de algunos campos.

“La lucha actual equivale a una guerra fría por el clima. Las naciones luchan por la supremacía en la innovación, la fabricación y el despliegue de productos con bajas emisiones de carbono. También luchan por acaparar los suministros mundiales de las materias primas necesarias para fabricar esos productos. China, que domina esas industrias, encabeza un bloque en la lucha. EE UU, las naciones europeas, Japón y otras potencias alineadas con Occidente coexisten, aunque competitivamente, en el otro bloque”, expresa Jeffrey Ball, investigador del think tank Brookings, en un estudio reciente.

En esta coyuntura, los investigadores de Bruegel opinan que la UE debe impulsar su propia agenda de descarbonización interna, dando ejemplo a nivel mundial. “Esto redunda en beneficio de los intereses económicos de Europa por tres razones. En primer lugar, la descarbonización global es vital para la UE en su intento de limitar los daños climáticos cada vez más costosos en el futuro. En segundo lugar, ayudará a la UE a mejorar su competitividad económica y su seguridad económica. En tercer lugar, representa una oportunidad de exportación de tecnología limpia para Europa. La UE debe ceñirse a su plan incluso cuando las difíciles disyuntivas se vuelven más difíciles, como la creciente tensión entre la necesidad de aumentar el gasto en defensa y las necesidades de inversión pública en materia climática”, concluyen Tagliapiedra y Trasi.

Los expertos de Bruegel añaden que Europa también debe fortalecer sus esfuerzos de diplomacia climática con los principales emisores, incluidos China y la India, aunque solo sea para evitar que otros sigan el ejemplo de Estados Unidos. “La UE debe construir alianzas para garantizar que las contribuciones determinadas a nivel nacional de 2025, o los compromisos de reducción de emisiones de los países, que presentarán los Gobiernos del mundo antes de la cumbre climática COP30 de 2025 sean ambiciosas, detalladas y tengan la probabilidad de movilizar suficiente inversión verde en los próximos años”, remarcan desde Bruegel.

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