Pedro Pérez-Llorca: “No creo en un Estado como accionista”
El socio director del despacho apuesta por seguir creciendo en Portugal y México, donde ha aterrizado recientemente. El abogado considera que existe una “excesiva discrecionalidad” en algunos procesos regulatorios de operaciones empresariales

Pedro Pérez-Llorca (Madrid, 1968), se describe como “un estudiante crónico, además de abogado”. Desde las oficinas, en la Torre Foster, desde las que dirige el despacho de abogados que fundó su padre, José Pedro Pérez-Llorca, uno de los padres de la Constitución, se puede ver uno de los puntos neurálgicos de Madrid. Enfrente tiene los otros tres rascacielos, sede de grandes compañías, que conforman el complejo financiero de las Cuatro Torres. Y a sus pies, el futuro desarrollo de la histórica Operación Chamartín. Todo ello sirve de radiografía de la firma, que en los últimos 10 años ha crecido a doble dígito. En 2024, el despacho superó los 165 millones de euros en ingresos, lo que supone un 33% más que en 2023, marcado por su plan de expansión que le ha llevado a Portugal, donde aterrizó en 2023, y un año después a México tras la fusión con el despacho local González Calvillo.
Pregunta. ¿Cuáles son los objetivos marcados para el futuro del despacho?
Respuesta. De forma inmediata, lo que vamos a hacer es crecer en los dos mercados nuevos. En Portugal entramos construyendo nuestro propio equipo y ya hemos hecho alguna incorporación a lo largo de 2024 y haremos alguna más a lo largo de 2025. Uno de los objetivos del año es crecer e implantar allí bien nuestra práctica. México, probablemente es la primera área de inversión de la firma y de crecimiento este año. Estamos entre los cuatro o cinco despachos más grandes del mercado y vamos a crecer allí tanto mediante promociones internas como contratación de abogados. Hemos traído un equipo nuevo en Monterrey y estamos ampliando áreas en la Ciudad de México. Y vamos a tratar de ampliar nuestras oficinas.
P. ¿Y a largo plazo está planteado seguir expandiéndose por Latinoamérica o por Europa?
R. La respuesta es: no lo tenemos pensado, pero pensamos muy rápido. La realidad es que no hay ahora mismo un proceso de integración entre firmas europeas y no parece que eso vaya a ocurrir. Se me antoja muy improbable plantear cualquier cosa en nuevos mercados en Europa. Ni lo están haciendo nuestros competidores, ni vemos el impulso de los clientes para que lo hagamos. Sin embargo, en Latinoamérica, es cierto que nuestros competidores están en algunos mercados donde no estamos. Creo que las probabilidades estarían allí. Además, está entrando capital latinoamericano en España. Madrid es una ciudad más cosmopolita, donde hay empresarios que tienen una segunda residencia. Eso nos da una oportunidad y también le da mucho sentido a ser una firma que opera en los dos lados del océano.
P. ¿Cómo ve las operaciones empresariales que están teniendo lugar en España?
R. De casos particulares no puedo hablar, pero cada vez es más difícil hacer una adquisición importante porque las capas de autorizaciones administrativas y regulatorias que hay que pasar son más. Ahora mismo, en la planificación de una adquisición es muy frecuente que la parte más difícil no sea la financiación, ni la gestión de los riesgos. Lo más difícil es el análisis de las dificultades regulatorias y prever qué pasa si los procesos se alargan o si se imponen medidas. Creo que ha habido claramente un exceso o un abuso de regulación a nivel mundial. España no es un caso especial, forma parte de una tendencia mundial. Antiguamente se tardaba tres meses o cuatro en cerrar las operaciones y ahora estamos hablando de dos años. Entonces, el apetito adquisitivo sufre y durante ese tiempo el mundo cambia mucho. Eso al final puede ser un obstáculo para la creación de grandes grupos, para la internacionalización de las empresas y estaría bien que hubiese un cierto reflujo hacia racionalizar esas normas y facilitar el tráfico.
P. ¿Por qué tardan tanto los procesos? ¿Tenemos un problema de definición de mercado?
R. Tengo una opinión heterodoxa. Creo que el problema fundamental del derecho de la competencia es que es demasiado económico, poco jurídico y por tanto imprevisible. Una de las tendencias que hay que corregir es la excesiva discrecionalidad en algunos procesos regulatorios. Sabemos cuándo hay que notificar y qué hay que notificar, pero no existe realmente un catálogo de lo que debe preocupar a los reguladores, de lo que te pueden pedir y lo que no te deberían pedir.
Ha habido un exceso o un abuso de regulación a nivel mundial. Eso puede ser un obstáculo para la creación de grandes grupos, para la internacionalización de las empresas. Estaría bien facilitar el tráfico.
P. ¿Qué opina de la intervención del Gobierno en empresas?
R. Hay dos herramientas fundamentales de intervención: una es la regulación y la otra es la entrada en el capital. Yo tengo una posición liberal en eso. Me gustaría que hubiese menos regulación en España y en el resto de los países. En general, no creo mucho en el Estado como accionista. No me refiero a ningún caso particular porque pueden tener su explicación y su justificación. Y puede haber aciertos o no. Pero en la práctica, puede ser un accionista inestable porque la dirección del Estado cambia y puede hacerlo de forma moderada o con bandazos. Quizá no se den las condiciones óptimas para ser un accionista a largo plazo y eso puede afectar a las empresas. Lo que sí entiendo es que cuando el Estado es accionista, ejerza como accionista. Siempre he defendido la capacidad de los accionistas, tanto privados como públicos cuando los haya, de intervenir en las empresas y de marcar quiénes deben ser los administradores.
P. ¿Qué sectores tienen más interés para los inversores?
R. La pregunta depende de decir: ¿Qué es lo que tenemos en España? Tenemos un mercado, una capacidad de instalación y de desarrollo e impulso político de energías renovables enorme. Es un campo que nos ha dado mucho trabajo y nos lo va a seguir dando. También tenemos una industria turística muy potente. Y, aunque quizá no éramos conscientes, tenemos una industria educativa. Ha habido una buena cantidad de inversión en educación privada, tanto a nivel de colegios como de universidades. A mí me gustaría que estuviésemos mucho más avanzados en la industria tecnológica, donde puede haber un proceso de concentración europea, que aún no ha habido. Y la gran cuestión pendiente desde hace décadas es la banca.
P. ¿Cuál es el problema para que no hayan salido adelante estas operaciones?
R. En Europa, la creación legal de un mercado único ha ido a un ritmo, bastante admirable, porque no es nada fácil que tantos países se embarquen en un proceso de pérdida de soberanía, pero la integración económica no ha acompañado. Tampoco tenemos jugadores en los distintos sectores del tamaño de los americanos, a pesar de tener un mercado jurídicamente integrado. Eso ha sido un fracaso y puede ser por causas culturales, por falta de ambición por parte de algunas empresas y hay intervenciones políticas que no han ayudado. Y no dejaría de apuntar a la política de competencia y de control de concentraciones.
P. Como jurista, ¿en qué medida daña la imagen de la justicia situaciones como el bloqueo que ha vivido el Consejo General del Poder Judicial?
R: Lo que peor funciona en todos los ámbitos es la irrupción de la lógica de partidos. Donde no llega esta y los enfrentamientos entre partidos, las instituciones aguantan mejor. No me gusta que se hable de jueces progresistas y conservadores. No creo que un profesional esté definido por el partido al que vota, que además puede cambiar a lo largo de la vida. Los abogados no nos definimos como progresistas o conservadores. Hay instituciones que son muy respetadas y valoradas porque no hemos llegado al etiquetado.
P. ¿Y la investigación a un fiscal general del Estado?
R. Lo único que puedo decir es que, en el mundo jurídico, la protección del secreto es un valor importantísimo.