El BBVA y el Banco Sabadell afilan los cuchillos ante el veredicto de Competencia
Los bancos ponen el foco en la autorización clave de la CNMC, mientras que los plazos propuestos por BBVA se complican
Las televisiones, la prensa, la radio y hasta las marquesinas a pie de autobús están viviendo en sus carnes la pelea entre dos bancos, con una opa hostil de por medio y una primera decisión, por parte de la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC), que se antoja más que relevante. El BBVA ha arrancado este mismo mes de septiembre una nueva campaña de publicidad en la que interpela a los clientes con un “¿Qué banco necesita el mundo ahora?”. La entidad se reivindica como una firma que a lo largo de sus más de un siglo de historia ha sido capaz de ayudar a la sociedad a superar los retos que afrontaba. Y ahora se erige como una marca idónea para salvar los retos de sostenibilidad y tecnológicos. Pudiera parecer que busca diferenciarse de entidades más pequeñas y regionales, con una menor capacidad para afrontar estos desafíos.
En el otro lado, el Banco Sabadell también durante este último mes ha dado una nueva vuelta de tuerca al eslogan que desplegó semanas después de recibir la propuesta del BBVA: “El poder de elegir”. El nuevo anuncio termina con una imagen de cuatro sobres diferentes, que representarían a los cuatro grandes bancos que dominan la escena bancaria en España para las pymes: CaixaBank, Santander, BBVA y Sabadell.
El BBVA y el Banco Sabadell han llevado a los medios de masas la pugna que llevan meses librando. En esencia, el banco de origen vasco defiende la conveniencia para los accionistas del banco catalán de que les vendan sus títulos, con el argumento de que en el contexto actual de las finanzas es crucial tener bancos grandes y con escala, que les permitan afrontar los retos tecnológicos que afrontan. La entidad vallesana se centra en la competencia, en la necesidad del enorme número de pequeñas empresas con las que operan de poder elegir el banco con el que operar para así lograr mejores y más baratos servicios.
Este cruce publicitario corresponde a un momento de recrudecimiento de los discursos en la guerra sin cuartel de ambas entidades. El primer disparo lo lanzó el consejero delegado del Sabadell, César González-Bueno, quien afirmó que la opa ya “ha descarrilado” y que las probabilidades de que no salga adelante son muy altas. Le respondió el responsable del BBVA España, Peio Belausteguigoitia, quien recordó que son los propietarios del banco quienes decidirán si la oferta triunfa o no.
Las fuentes consultadas indican que ambos bancos entienden que el momento de la verdad en esta guerra todavía está lejos. El Banco Central Europeo (BCE) decidió no apurar el plazo legal y dio su visto bueno el 5 de septiembre, en contra de muchas previsiones. Esta decisión abrió la puerta a una nueva etapa, en la que las partes han elevado el tono. Buscan posicionar sus mensajes ante la gran batalla que ahora se cierne: convencer a la CNMC.
Todo apunta a que esta será la siguiente institución en pronunciarse, toda vez que el mercado considera que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) hablará después, si bien legalmente es posible que lo haga antes, lo que haría que los accionistas del Sabadell tuviesen que optar por vender o no sus títulos sin conocer las condiciones del organismo que preside Cani Fernández.
La clave está en si la CNMC aprueba la opa en una primera fase, tal y como espera el BBVA, lo que agilizaría los plazos, o si decide que es necesario un análisis más en profundidad, al apreciar problemas de competencia, lo que llevaría a una segunda fase. Esto prolongaría bastante la decisión final, obligaría a la Comisión a escuchar a terceros implicados (asociaciones de empresarios, de clientes bancarios, políticos, etc.) y llevaría indefectiblemente a una tercera fase, en la que el Ejecutivo deberá avalar, reducir o ampliar las condiciones que imponga Competencia. El Gobierno ya ha insistido en numerosas ocasiones en que, tal y como está planteada la operación, se opone a la posible fusión por su impacto en territorios como Cataluña o la Comunidad Valenciana, tanto en atención financiera como en el empleo.
Todas las opas que han llegado a la segunda fase han sido retiradas. Por tanto, las partes tratan en este momento de incidir sobre tres elementos: sondear la posición de la CNMC, tratar de imponer sus mensajes a las organizaciones empresariales por si tienen que pronunciarse en una eventual segunda fase e intentar mover al Gobierno a sus posiciones.
La opa ha entrado, por tanto, en un terreno político. Así lo ha entendido Carlos Torres, quien ha emprendido en las últimas semanas una gira por Cataluña, que será clave. Muchos coinciden en señalar como un error de Torres lanzar la oferta solo unos días antes de las elecciones catalanas del 12 de mayo, algo que soliviantó a los partidos más nacionalistas e hizo que el Gobierno saliese rápido a censurar la transacción. Desde entonces, las patronales empresariales catalanas se han pronunciado claramente en contra de la oferta.
Algo cambió hace pocas semanas. En un mismo día, Torres acudió a un evento de Esade por la mañana y a otro de la patronal Cecot por la tarde, para intentar convencer al potente tejido industrial catalán de las bondades de la oferta. Incluso fuentes próximas al Sabadell reconocen que a su competidor se le ha abierto una pequeña rendija entre el seny catalán. Está por ver, sin embargo, si ha podido aprovecharlo. El presidente del BBVA quiso comprometerse con las pymes catalanas a que la opa no iba a reducir ni la competencia ni el acceso al crédito. Pudo palpar, en cambio, el rechazo a la opa de las palabras de empresarios de la zona.
La opa está en un momento político, pero sin descuidar el flanco financiero. En este flanco también ha escalado la tensión. El BBVA respondió al alza en el pago anunciado por el Sabadell en verano disparando su propio dividendo un 81%, hasta el mayor desembolso de la historia. Paralelamente, tanto el consejero delegado del BBVA, Onür Genç, como González-Bueno intervinieron durante la semana pasada en la ronda de encuentros con inversores que organizó Bank of America en Londres. El primero se afanó en mostrar a los inversores que la oferta va sobre ruedas y que no habrá problemas de competencia. Su homólogo del Sabadell pone en cuestión que la puja sea atractiva actualmente, dado que implica una prima del 6%, que ha llegado a ser inferior al 1%. Cuando se remitió la oferta era del 17%.
Las versiones sobre a qué se debe este estrechamiento en la opa también son diametralmente opuestas. Unos se apuntan a la tesis del Sabadell y afirman que pocos accionistas encontrarán incentivos a vender sus títulos con tan poca prima. Otros, tienen una visión diametralmente opuesta y consideran que la correlación de los títulos de uno y otro banco supone que el mercado descuente que la operación sale adelante. Pero también hay un tercer bando, de quienes piensan que cuando se acerque el momento de la verdad en que los inversores tengan que tomar una decisión el BBVA mejorará la puja para garantizarse el éxito. Tanto Torres como Genç han repetido en multitud de ocasiones, eso sí, que no tienen ninguna intención de hacerlo.
Lo que sí está claro es que cada vez es más complicado que se cumpla el calendario que propuso en su momento el BBVA. Cuando lanzó la opa afirmó que esperaba que la operación estuviese cerrada en entre cinco y seis meses, lo que supondría que estuviese finiquitada entre el 9 de octubre y el 9 de noviembre de este año. Es casi imposible que se cumplan estos plazos. Los técnicos de Competencia están elaborando su informe sobre la transacción, que deberán elevar al consejo, y en el que proponga su aceptación en primera fase o su postergación a un segundo ciclo.
La presidenta de la CNMC, Cani Fernández, justificó en el Congreso la dilación de los plazos y, entre líneas, dio un tirón de orejas al Sabadell. En su opinión, las razones de que los plazos se alarguen está en el carácter hostil de la oferta, que hace que el opado retrase al límite de los plazos legales la entrega de la documentación requerida, así como la armonización en la forma de presentar la documentación de unos y de otros. Sobre el papel, la primera fase se extiende durante un mes, si bien Competencia puede parar el reloj cada vez que reclame información nueva a las partes. La extensión teórica de la segunda fase es de tres meses, si bien también puede parar el reloj cuando lo necesite. A esto habría que sumarle un mes más para que se pronuncie el Ministerio de Economía. Las fuentes consultadas apuntan a que no será hasta finales de año cuando Competencia decida si la opa pasa a fase dos.
Una vez que todo esto se solvente, será el turno de la CNMV, de quien se prevé un sí sin problemas. Después se iniciará un periodo de entre 15 y 70 días (a fijar por el BBVA) para que los accionistas del Sabadell decidan si acudir o no a la opa. Y entonces llegará la fusión. El banco de Carlos Torres ha afirmado que espera fusionarse con el Sabadell tras la opa, pero para ello necesita el plácet del Gobierno, que no ha dudado en atacar la operación. Una fuente próxima al sector cuestiona que el Ejecutivo vete la fusión en ese momento si la transacción no ha descarrilado antes. En su opinión, un rechazo del Gobierno a la fusión final no tendría muchos incentivos, puesto que el BBVA aún en ese caso podría condicionar la oferta del Sabadell y reducir la competencia en su favor.
En medio de la tensión, eso sí, aún hay espacios para la distensión. Es habitual que los primeros espadas de la banca se vean las caras en reuniones y eventos del sector, muchos auspiciados por la Asociación Española de Banca (AEB). Torres y Josep Olíu, presidente del Banco Sabadell, se han visto dos veces en público en estos meses. La primera vez fue en junio, en la sede del Instituto de Crédito Oficial (ICO). La segunda, la semana pasada, en la toma de posesión de José Luis Escrivá como gobernador del Banco de España, donde, con la presidenta del Santander como intermediaria, volvieron a exhibir una buena relación en lo personal.