La enésima sacudida de Pallete con un ERE bajo las miradas de STC y SEPI
La entrada de la sociedad pública, con el ajuste de plantilla encima de la mesa, provocaría suspicacias por su financiación desde las arcas del Estado
En la junta de accionistas de Telefónica en 2011, el anterior presidente de la teleco, César Alierta, advirtió de que, si la compañía no hubiese realizado los ajustes de plantilla en España, iniciados en la década de los noventa, a través de los diferentes ERE, habría ido a la quiebra. Unas palabras que defendían una trayectoria.
Ahora, su sucesor, José María Álvarez-Pallete, ha vuelto a sacudir la compañía con un nuevo ajuste de la fuerza laboral. El directivo ha recurrido a sendos expedientes de regulación de empleo (ERE) para las tres grandes filiales en España, fórmula que no se utilizaba desde la era Alierta, para acometer una reducción de plantilla que puede afectar a entre 2.500 y 3.000 empleados, el 12% de la plantilla de Telefónica España. Atrás van a quedarse los planes de suspensión de contratos (PSI), aplicados desde 2015, cuando se aprobó el primer convenio de empresas vinculadas (CEV) para Telefónica de España, Móviles y Soluciones, y que habían marcado la política social en la era Pallete.
Con este movimiento, el directivo lleva a cabo su enésima gran medida para tratar de que la compañía recupere el pulso, tanto en las operaciones como en Bolsa, donde las matildes siguen deambulando por debajo de los cuatro euros. Ayer, tras el anuncio, subieron un 0,5%, hasta 3,86 euros. El ajuste obligará a la teleco a realizar una provisión cercana a 1.000 millones de euros para afrontar el coste, a los que se sumarán otros 200 millones con las salidas de directivos y empleados de otras filiales y la corporación.
Y el anuncio del ERE llega en un momento de algo más que fuerte marejada en Telefónica, tras la reciente presentación del nuevo plan estratégico 2023-2026, y con la irrupción de un nuevo accionista, Saudi Telecom Company (STC), controlada por el fondo soberano de Arabia Saudí, que puede alcanzar el 9,9% del capital, pasando a ser el primer accionista, por encima de BBVA y CaixaBank; y la posible llegada de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), que supondría la vuelta del Estado al capital de Telefónica, tras la privatización de 1997.
De momento, la SEPI está a la espera, tras haber reconocido semanas atrás que estaba llevando a cabo un análisis exploratorio interno relativo a una eventual adquisición de una participación accionarial en Telefónica. Fuentes de la SEPI señalaron ayer que no se ha producido ninguna novedad en torno a la operadora y continúa el proceso de análisis. En el mercado se comenta que podría alcanzar el 5% del capital, una participación valorada en el entorno de los 1.000 millones de euros.
La entrada de la SEPI en Telefónica, en este momento, con el ERE encima de la mesa, causaría ciertas suspicacias, tal y como se han manifestado en círculos empresariales y sindicales cercanos a la compañía. En su opinión, podría interpretarse que la SEPI, con la inversión en Telefónica, estaría ayudando a financiar las indemnizaciones de los adheridos al ERE que, dada la trayectoria de los distintos ajustes realizados en la operadora y las condiciones acordadas habitualmente, serán altas. Y todo mientras la compañía abona dividendos a sus accionistas.
Otras fuentes creen que si la SEPI entra en el capital de Telefónica, será una vez que se cierre el ERE, tras el acuerdo definitivo entre empresa y sindicatos.
Los acuerdos entre Telefónica y los sindicatos mayoritarios han sido habituales en los diferentes ajustes de plantilla realizados por la compañía a lo largo de los últimos años. Y parece que va a seguir así. Tras la comunicación oficial realizada el lunes por la operadora, CC OO y UGT afirmaron que cualquier plan de salidas estará ligado a la firma de un nuevo convenio de empresas vinculadas con una duración mínima, al menos, similar a la anunciada para el nuevo plan estratégico de la compañía y que blinde a la plantilla y sus condiciones laborales y económicas. Es decir, no hay rechazo en sí al ERE. No obstante, se ha deslizado la necesidad de que se firme un convenio de tres años, prorrogable en otro, con las cláusulas para mantener el poder adquisitivo en el actual escenario inflacionario, el impulso a la jornada semanal de 35 horas y, lo principal, la garantía de empleo para el personal que permanezca en la plantilla ante las incertidumbres generadas por la aparición de un nuevo accionista, en alusión a STC.
Por supuesto, los sindicatos deberán aceptar las condiciones que ofrezca la empresa. Su mensaje ha sido claro: garantizar que todos los empleados que opten por desvincularse lo hagan en las mejores condiciones posibles con igualdad de oportunidades y enlacen la salida con la jubilación. Y como dijo ayer Unai Sordo, secretario general de CC OO, que sean voluntarias e incentivadas.
Los responsables de Telefónica deberán explicar muy bien los motivos del ERE, sobre todo si, casi al mismo tiempo, la empresa destina amplios fondos a los festejos de la celebración de su centenario, que tendrá lugar en el mes de abril de 2024.
Presión competitiva
Es cierto que la situación del mercado de las telecos, especialmente en España, no es favorable a las operadoras, dada la fuerte competencia existente, que no deja de penalizar a los ingresos. El escenario está cambiando a toda velocidad con operaciones corporativas de profundo calado como la compra de Vodafone España por Zegona o la fusión de Orange y MásMóvil. Precisamente, la nueva compañía desplazará a Telefónica del histórico liderazgo del mercado en clientes en telefonía móvil y banda ancha, un escenario absolutamente inédito. Telefónica seguirá compitiendo con compañías que pueden ofrecer los mismos servicios con menores plantillas, incluida la joint venture.
Además, Telefónica ha insistido en que afronta un nuevo escenario operativo en el que no va a necesitar tanta plantilla, con el apagado de la red de cobre tras completar los despliegues de las redes fibra óptica, o la automatización de los procesos, tanto internos como externos, en actividades como la atención al cliente.
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