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Santander prepara la venta de hasta 5.000 millones en créditos fallidos

La entidad acelera el saneamiento de activos tóxicos ligados al ladrillo. En lo que va de año ha comercializado 2.300 millones

Alfonso Simón Ruiz
Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander.
Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander.Cordon Press (REUTERS / Cordon Press)

Santander no cesa en el afán de limpiar su balance de activos tóxicos ligados al ladrillo. El banco presidido por Ana Botín está preparando en la actualidad una cartera, llamada proyecto Talos II, para sacarla a la venta. Se espera que este portfolio sea de gran tamaño, de hasta 5.000 millones de euros, según fuentes del sector financiero. Se suma a los 530 millones que actualmente están en comercialización del proyecto Sir Barton, de créditos fallidos con garantía hipotecaria.

El proyecto conocido por el mercado provisionalmente como Talos II, que actualmente prepara Santander, está compuesto de grandes tiques de créditos fallidos ligados al ladrillo (non performing loans o NPL en la jerga financiera en inglés) con garantía hipotecaria, es decir, con inmuebles como viviendas o comerciales que la entidad puede adjudicarse por impagos. Desde la entidad financiera han rehuido dar información sobre la iniciativa. La idea del banco es llevar el portfolio al mercado en este cuarto trimestre.

Esos potenciales 5.000 millones corresponden al valor nominal, mayor que su tasación a precio de mercado, pero hasta que esa cartera no esté en el mercado es difícil conocer un cálculo de su importe real. El proyecto anterior Talos, traspasado en 2021, sumó préstamos morosos por 600 millones y finalmente el fondo Marathon se lo llevó por alrededor de 100 millones.

La preparación de Talos II y su potencial salida al mercado se suma a las ventas que Santander ha puesto en el mercado este año, que curiosamente ha bautizado con nombres ligados a caballos de competición y a la hípica. En los últimos meses, ha lanzado el proyecto Secretariat (188 millones) de créditos fallidos con garantía hipotecaria; el proyecto Frankel (200 millones) de activos adjudicados (o REO en el argot sectorial), y Paddock (280 millones) de fallidos con colaterales ligados a empresas (con propiedades como hoteles, comercios y residencial). A estos portfolios se añade, además, el de Sir Barton.

Adicionalmente, en mayo se supo que Santander vendió una cartera de préstamos fallidos de 1.100 millones (el proyecto Spirit) al fondo Cerberus (a través de Gescobro) y al gestor de préstamos Axactor, aunque en este caso se trataba fundamentalmente de créditos personales sin garantía inmobiliaria, con un valor real de entre el 1% y el 5% del nominal.

Sumando Sir Barton, Secretariat, Frankel, Paddock y Spirit, la entidad financiera con sede en Boadilla del Monte (Madrid) ha puesto en el mercado o ha vendido ya alrededor de 2.300 millones en lo que va de año. De esta forma, se está posicionando como el banco que más está desaguando ladrillo tóxico en 2023.

En un informe de junio, la consultora Axis Corporate calculaba que la entidad presidida por Botín tenía en 2022 un stock de activos tóxicos valorados en 12.379 millones (con garantía hipotecaria y de préstamos al consumo), actualizando la información del informe Deloitte Delevaraging Europe de un año antes.

El banco contaba en 2022 con una exposición directa al ladrillo problemático de 8.067 millones, según los datos recopilados por este diario: 7.364 millones de valor de inmuebles adjudicados; 581 millones de financiación dudosa a promotores, y otros 1.064 millones de créditos fallidos con garantía hipotecaria.

El pasado año, Santander fue también la entidad que más activos de esta tipología traspasó, con 3.211 millones, según un informe publicado en mayo por la consultora Atlas Value Management. Se situó por delante de Caixabank (2.498 millones), BBVA (1.202 millones) y Sabadell (1.132 millones).

Desde 2015, cuando la banca comenzó a limpiar en profundidad los balances contaminados por el estallido de la burbuja inmobiliaria, Santander se ha desprendido de alrededor de 44.000 millones. Su gran operación fue el traspaso en 2017 del 51% de la cartera procedente del Popular –valorada en 30.000 millones– a Blackstone, en lo que se denominó como proyecto Quasar. El fondo estadounidense y el banco español constituyeron una sociedad conjunta bautizada con ese mismo nombre, que a través del servicer Aliseda sigue vendiendo activos, en gran parte viviendas en el mercado minorista.

Más allá de Blackstone, han sido compradores de carteras de Santander fondos como Cerberus, CPPIB, Axactor, Lindorff o Intrum, entre otros.

Diferentes vías de segregar el inmobiliario

Más allá de la venta directa de préstamos fallidos con garantía hipotecaria, Santander ha utilizado diferentes soluciones para deshacerse de activos vinculados al ladrillo y heredados del estallido de la burbuja inmobiliaria. Por ejemplo con empresas como Metrovacesa, LandCo, Diglo o Quasar.

Junto con BBVA, la entidad de Ana Botín saneó la promotora Metrovacesa, aportó suelos a cambio de acciones y revitalizó una compañía que volvió a la edificación residencial. El banco todavía controla el 49% de forma directa de la inmobiliaria.

Santander creó en 2019 una innovadora figura de gestora de suelo a la que bautizó como LandCo y a la que traspasó 13.000 activos con un valor nominal de 4.500 millones. Esta filial vendió el pasado año terrenos por 140 millones de euros.

Recientemente, segregó de Aliseda (controlada por Blackstone) un nuevo servicer llamado Diglo para gestionar directamente propiedades adjudicadas por el banco.

Traspasó las viviendas en alquiler que poseía a través de Metrovacesa a la socimi Testa, que finalmente fue adquirida por Blackstone.

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Sobre la firma

Alfonso Simón Ruiz
Graduado en Economía y máster de Periodismo UAM / EL País. En Cinco Días desde 2007. Redactor especializado en información empresarial, especialmente sobre el mercado inmobiliario, operaciones urbanísticas y, también, sobre la industria farmacéutica y compañías sanitarias.

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