García Pardo, el millonario gallego de las energías renovables de Greenalia
No fue un estudiante destacado, como otros grandes triunfadores, pero supo muy pronto cómo se convierte en dinero la madera del monte
La Historia, tanto la que se escribe con mayúscula, como la que se escribe con minúscula, la suelen contar los vencedores. La de Manuel García Pardo, dueño de la compañía de renovables Greenalia y millonario de los de lista Forbes, está por escribir. En parte porque García Pardo –45 años, empresario desde los 18– tiene mucho camino por delante y, en parte también, porque no tiene ningún interés en compartirla. García Pardo considera la privacidad un tesoro. Su incorporación a la lista de ricos como una de las grandes fortunas de España –año 2022, más de 200 millones de euros– la lleva como una cruz.
Más allá de los negocios, su objetivo es pasar desapercibido. En A Coruña, la ciudad en la que se crió y trabaja, lo ha logrado. Puede pasear sin que nadie lo identifique como uno de los empresarios destacados de la comunidad, con proyectos en tramitación por un importe que ronda los 5.000 millones de euros en plantas fotovoltaicas, eólicas terrestres y marinas, así como biomasa.
Entre sus proyectos más destacados está la planta de generación eléctrica con biomasa forestal más grande del sur de Europa (en Curtis-Teixeiro) y los parques eólicos de Miñón, Alto da Croa y Monte Dourado. Galicia concentra la mayoría de sus instalaciones. Pero la discreción absoluta tiene su precio.
Como suele suceder, a quien no cuenta su historia, se la cuentan. No es algo cómodo. De García Pardo se sabe –lo ha contado él mismo– que no fue un estudiante destacado y que empezó a trabajar en cuanto tuvo ocasión. Poco más.
García Pardo, según versión de sus más próximos, fundó su primera empresa de servicios agrarios y forestales a los 18 años, una ocupación que conocía por familia. Era una opción lógica. Galicia ocupa tres millones de hectáreas y la mitad tiene árboles. Una década después, García Pardo, junto a otros socios, convirtió el primer embrión empresarial en la empresa Renova.
García Pardo detectó la oportunidad de negocio que suponía el despegue de las renovables recién iniciado el nuevo siglo. El campo de juego era prometedor: el Plan de Energías Renovables 2005-2010 contemplaba, entre otras cosas, 8.492 millones de dinero público para invertir en seis años en el desarrollo de proyectos no contaminantes.
El momento era una fiesta para la especulación y de oportunidades. También de dificultades. La crisis y la moratoria de renovables del año 2008 fue un momento complicado para Renova y para el joven Manuel García.
Aguantó, siguió tramitando los proyectos con la Administración y aprovechó el momento para comprar las participaciones de sus socios. En este punto, García Pardo es muy puntilloso. Ni heredó, ni trabajó arropado por padres y tíos. Se jugó los cuartos propios. Cuestión de amor propio.
García Pardo utiliza una sociedad patrimonial llamada Smarttia como herramienta multiusos de inversión. Smarttia –un nombre que es una declaración de intenciones– canaliza dinero hacia las renovables, los proyectos inmobiliarios y los sectores con alto potencial.
La patrimonial es el principal accionista de Greenalia (94%), aunque hay otro partícipe –el catedrático, inversor y exvicepresidente de Inditex, José María Castellano– que se ha convertido en una figura clave en los planes de García Pardo. Castellano, a través de la sociedad Alazady, controla desde 2020 un buen paquete de acciones en Greenalia (en torno al 6%). Es el presidente no ejecutivo de la compañía. Según manifestó el propio García Pardo en una de sus escasísimas entrevistas, Castellano se interesó por Greenalia a tal punto que fue “difícil decirle que no”.
García Pardo y Castellano sacaron a Greenalia de bolsa el año pasado. La empresa cotizaba en el BME Growth desde 2017. Son tiempos de cambio. García Pardo, a través de Smarttia, está separando el negocio energético del resto de actividades, desde la forestal a la inmobiliaria.
En el horizonte hay nuevos negocios en marcha. El más interesante, la alianza de Smarttia-García Pardo con el grupo portugués Altri para construir una planta dedicada a la fabricación de fibras textiles (biofibras) en Palas de Rei (Lugo). Es un proyecto ambicioso, con una inversión prevista de 800 millones de euros, que pretende utilizar solo fuentes renovables y vender la energía sobrante en el mercado.
El proyecto de Palas de Rei encaja en la trayectoria de García Pardo como un guante. La fábrica es la principal iniciativa impulsada por la Xunta a los fondos Next Generation y ha recibido un fuerte impulso después de que el Gobierno autónomo aprobase en su última reunión de 2022 la declaración como proyecto industrial estratégico.
El nuevo aliado, Altri, es la segunda mayor empresa de su sector en Portugal, por detrás de Navigator. Su estrategia industrial se basa en el pleno aprovechamiento de todos los componentes que ponen a su disposición los bosques gallegos y portugueses: pulpa, licor negro –un residuo de la conversión de madera en celulosa– y otros residuos forestales.
García Pardo está en su elemento: conoce los senderos de la tramitación administrativa de proyectos; sabe cómo se convierte en dinero la madera del monte y sabe cómo funciona el negocio de las renovables. Un triple. Pero ante todo, pragmatismo. El empresario, que presume de trabajar 14 horas al día –algo ayuda no tener excesivas cargas familiares– está acostumbrado a pasar los exámenes que realizan los fondos de inversión para arriesgar dinero.
El MBA que obtuvo para completar la formación ayuda, aunque la experiencia siempre es un grado. García Pardo nunca encajó en el molde del estudiante ejemplar aunque el mundo, el de la Historia con mayúsculas y minúsculas, no es solo de los buenos estudiantes. Steve Jobs, Mark Zuckerberg y Bill Gates no terminaron la universidad.
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