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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un ‘win-win’ energético para España y Europa

El desarrollo de una potente industria para la transición energética en la península ibérica basada en renovables es una oportunidad para toda la UE

Energia eolica
Aerogeneradores en el concello coruñés de Carnota.Cabalar (EFE)

Analizando las recientes estadísticas de Eurostat sobre el precio eléctrico de los países europeos en el segundo semestre de 2022 se observan cosas interesantes. La electricidad doméstica en España, tradicionalmente cara, ha mejorado su posición respecto al resto de países europeos. España, que habitualmente aparece con la cuarta o quinta electricidad más cara del continente en este segmento, ha caído al octavo puesto, por detrás de países como Italia o Alemania. En segmentos en los que el comportamiento español ha sido tradicionalmente algo mejor, como los grandes consumidores, también se observa mejoría. Para los consumidores más grandes, el precio de la electricidad en España queda ligeramente por debajo de la media de la zona euro, eliminando un enorme gap de alrededor de 4 cent/kWh que existía el semestre anterior.

Parte de esta mejora relativa se debe a la excepción ibérica, pero la excepción ibérica funciona y se justifica precisamente por el importante aporte renovable de la península ibérica. De hecho, en los últimos meses, la excepción ibérica permanece inactiva al haberse reducido el coste del gas natural y, sin su efecto, los precios eléctricos mayoristas del mercado ibérico han sido casi todos los días mejores a los de los mercados de Centro Europa. La causa se ve en los números: más del 70% de la generación eléctrica portuguesa del primer trimestre de 2023 se produjo con energías renovables, mientras que España, a pesar de tener que usar más generación con gas para exportar electricidad a Francia, llegó casi al 52%, porcentaje que sería algo mayor si REE no contabilizase el bombeo reversible de forma íntegra como no renovable.

Previsiblemente, y a la vista de lo que indican los mercados de futuro, este diferencial de precio entre los mercados mayoristas será una constante durante los próximos años. El relativo aislamiento ibérico impulsa esta diferencia. A pesar de que la idea es mejorar las interconexiones, y que más de 2.000 MW adicionales de interconexión entre Francia y España entrarán en funcionamiento previsiblemente entre 2027 y 2028, esto no será ni mucho menos suficiente para acoplar los precios ibéricos con los franceses. El potencial renovable inducirá menores precios en Iberia por largos años y, en España, también se comenzará a ver una importante reducción de precio de los segmentos de consumidores más pequeños a partir de final de esta década conforme desaparezca el pago por el déficit de tarifa y comiencen a decaer los costes regulados derivados de las primas a las renovables de hace dos décadas.

Esta situación es sin duda beneficiosa para los países ibéricos, pero también lo es para Europa. En un contexto de crisis geoestratégica en lo que respecta a la energía, tener miembros como España y Portugal es importante para la Unión Europea. España y Portugal siempre se han ofrecido a facilitar energía a Europa, bien construyendo más interconexiones o bien con proyectos como el H2Med, que puede permitir exportar energía renovable en forma de hidrógeno más allá de la simple interconexión eléctrica. Los países ibéricos tienen la capacidad y han mostrado la voluntad de hacerlo, y si actualmente no hay más interconexiones entre España y Francia no ha sido por desinterés español.

Pero es evidente que los países ibéricos deben poder disfrutar también de la ventaja de poder generar esa energía renovable barata. Una electricidad competitiva es un factor de desarrollo y atracción industrial potente y es legítimo y adecuado que los países lo utilicen. Quizá uno de los casos más paradigmáticos del mundo es Islandia, un pequeño país de menos de 400.000 habitantes con enormes recursos hidroeléctricos y geotérmicos que les ha permitido atraer a la industria del aluminio y convertirse en el décimo productor mundial de este metal, con un nivel de producción similar al de EE UU. También Noruega, con sus potentes recursos hidroeléctricos y su electricidad también barata, tiene una importante producción de aluminio, incluso superior a la islandesa.

Europa está actualmente inserta en un proceso de reajuste de la producción de bienes propios derivada de la nueva realidad geopolítica. Queremos producir aquí bienes básicos que consideramos sensibles y dejar de depender de países que puedan generar problemas en el futuro. El Green Deal Industrial Plan de la Comisión apunta directamente a estas razones. En este proceso los países ibéricos tienen mucho que aportar porque pueden y quieren hacerlo, y también porque tiene sentido como estrategia de desarrollo y cohesión de la Unión.

Hace unos meses algunas agencias de viaje alemanas proponían que los jubilados pasasen el invierno en España para ahorrar gas en Alemania. Los jubilados alemanes siempre son bienvenidos en España, pero lo que tiene sentido estratégico no es exportar jubilados, sino promover producción industrial. Esas tecnologías que necesita Europa, desde paneles solares hasta vehículos eléctricos pasando por bombas de calor o electrolizadores, se pueden fabricar en España y Portugal, que tienen todo lo necesario para poder hacerlo a costes competitivos y con visión estratégica europea.

En todo caso, no será fácil. Competir con la enorme potencia de las empresas chinas, por un lado, y con la generosa Inflaction Reduction Act estadounidense por otro, va a requerir de medidas extraordinarias y de una nueva visión económica ajustada a esta época. Esto implicará necesariamente generosos programas de apoyo público, medidas de preferencia por la producción europea y economías de escala. Para que nos hagamos una idea, una empresa como Jinko Solar, segundo mayor fabricante de módulos solares del mundo, tiene más de 1.000 personas trabajando en I+D y en el departamento técnico. Competir contra esto requiere de medidas valientes y una convicción a prueba de dogmas. La conveniencia de economías de escala refuerza el interés estratégico por la apuesta por la península ibérica como hub de fabricación de tecnologías limpias.

El desarrollo de una potente industria para la transición energética en Iberia que se base en su potencial renovable no debería sentirse como una amenaza en ningún país de Europa, al contrario, representa una oportunidad para poder desarrollar en Europa todas las tecnologías propias que se necesitan para la transición. Sería claramente un win-win, que no implicaría ni exclusividad ni exclusión de nadie sino sencillamente saber encajar oportunidad y necesidad. Para España y Portugal, además, sería una extraordinaria manera de recuperar la potencia industrial perdida en las últimas décadas, modernizar su economía y converger en PIB con los países centrales de Europa, que no olvidemos que sigue siendo uno de los objetivos centrales de la Unión.

Pedro Fresco es especialista en mercados energéticos y colaborador de Agenda Pública

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