La eurozona se estanca; España crecerá tímidamente en 2023
El país podría sortear la recesión y crecer en torno al 1%, pero afronta riesgos elevados y el PIB seguirá por debajo de los niveles de 2019
Incertidumbre. Esa es la palabra más escuchada al hablar sobre las perspectivas económicas de España el próximo año. Todas las estimaciones presagian que la economía española pisará el freno en 2023 y mostrará una disminución en el ritmo del crecimiento, al igual que sucederá con el resto de las grandes economías europeas. Inflación, tipos al alza y crisis geopolítica son los tres ejes que marcan y marcarán la economía internacional, y también la de nuestro país.
Tras un año 2022 complicado de navegar, y protagonizado por una inflación disparada más allá del 8%, el fin de tipos de interés en mínimos tras 8 años y de la barra libre de liquidez de los bancos centrales, para 2023 se espera un nuevo ejercicio incierto y volátil con una acentuada desaceleración económica.
Debemos tener en cuenta que el legado de las crisis ha sido dramático para la economía española: el PIB podría no recuperar el nivel previo a la pandemia hasta 2024, dos años más tarde que el conjunto de la eurozona. Es más, España prácticamente no ha registrado crecimiento sostenido en los últimos 15 años, la demanda interna sigue 5 puntos por debajo de 2008 y la renta per cápita real prácticamente está estancada desde 2005. Este es el resultado de tres crisis consecutivas: la crisis financiera global en 2008-2009, la crisis fiscal y de la deuda soberana en 2011-2013 y la pandemia en 2020.
Sin embargo, podemos vaticinar que, mientras la economía de la eurozona quedará estancada en 2023, España podrá sortear la recesión e incluso exhibirá un tímido crecimiento cercano al 1%, según nuestras previsiones.
Los niveles de confianza del consumidor bajo mínimos, la menor oferta de financiación y las condiciones financieras más restrictivas que en ejercicios anteriores limitarán la expansión de la actividad. Además, las subidas de tipos traerán un encarecimiento adicional de las refinanciaciones y el crédito nuevo y un endurecimiento en los criterios de concesión.
Ello frenará el consumo de los hogares, que apenas crecerá un 1%, y la inversión, que podría crecer cerca del 2%, 3 puntos menos que en 2022, sustentada principalmente en el aumento de proyectos financiados con fondos Next Generation EU, que además pueden generar un cierto efecto arrastre de la inversión privada.
El sector exterior tampoco va a ser un vector de gran dinamismo en 2023. Los buenos resultados cosechados en 2022 se evaporarán, con un crecimiento más reducido de exportaciones e importaciones, en torno al 4%. Esto se debe al enfriamiento de la demanda exterior y a que el turismo, que fue tractor del crecimiento en 2022, ya ha recuperado sus niveles prepandemia, y por tanto, sus posibilidades de mejora son ya limitadas. No obstante, la cuenta corriente seguirá exhibiendo un leve superávit, manteniendo la tendencia del último decenio.
Las perspectivas para 2023 siguen marcadas por las dudas y el miedo a una recesión o a una estanflación. Los principales riesgos para la economía española que detectamos en nuestro análisis siguen siendo la crisis energética, que podría ser más intensa de lo previsto, complicando la desescalada de la inflación y agravando el riesgo de recesión en la eurozona. Preocupa especialmente el mercado del gas, el más sensible a las tensiones geopolíticas, y de sus derivadas en la electricidad. Por otra parte, la guerra de Ucrania y el riesgo de que aparezcan nuevos frentes de conflicto geopolítico podrían seguir dislocando los flujos financieros y comerciales globales, así como generar una ralentización adicional de la demanda internacional de los bienes y servicios producidos en España.
Por su parte, la inflación seguirá apuntando a la baja a medida que surten efecto las medidas del BCE, pero continuará doblando el objetivo del 2% en promedio en 2023. Además, las subidas de tipos se trasladarán a la oferta de crédito, lastrando el consumo y la inversión. Mientras, el déficit fiscal se mantendría elevado, cercano al 4% del PIB, dificultando reducir la deuda pública (actualmente en el 115% del PIB) hasta niveles más confortables.
Esto se traduce en la pérdida de poder adquisitivo de los hogares como consecuencia de la inflación, y su mayor incidencia en el consumo privado. La tasa de ahorro de los hogares se ha reducido hasta niveles próximos al promedio de largo plazo, lo que significa que muchas familias ya no disponen de un colchón de liquidez para compensar la pérdida de capacidad de compra de sus ingresos.
Pero, antes de dejarnos invadir por el pesimismo, debemos considerar que estos riesgos podrían suavizarse si vemos una aceleración en la ejecución de fondos Next Generation EU, una modulación adicional de las disrupciones globales de oferta, el mantenimiento del dinamismo del empleo o una mayor resistencia de la prevista por parte de las empresas y hogares ante los repuntes de precios y tipos de interés.
En conjunto, España podría sortear la recesión y llegar a crecer en torno al 1%, pero afronta riesgos elevados y el PIB seguirá por debajo de los niveles de 2019, indicando que continúa en un estado convaleciente tras tres crisis sucesivas desde 2008, y con desequilibrios pendientes por abordar.
Fernando Gutiérrez del Arroyo / Miguel Solchaga son ‘Manager’ / ‘partner’ en Metyis