Por qué la importación de hidrógeno verde no solucionará la crisis energética europea
Europa puede abastecerse de esta fuente por sí misma. Obtenerla de África y Oriente Medio solo reproducirá los actuales patrones de dependencia exterior
Esa es la impresión que se tiene cuando se reflexiona brevemente sobre el hecho de que los responsables de la toma de decisiones en materia de hidrógeno verde están empujando los problemas de suministro europeo hacia el continente africano. Ya hay planes en las regiones cálidas y soleadas para construir enormes plantas para satisfacer las futuras necesidades de hidrógeno verde de Europa reproduciendo los patrones de dependencia existentes. Actualmente, Europa importa más de dos tercios de nuestras necesidades de energía primaria a partir de combustibles fósiles. Mientras la era de las materias primas fósiles está llegando a su fin, se abren las puertas a una nueva era con una nueva fuente de materias primas: el hidrógeno. Sin embargo, tenemos que revisar el modelo de suministro y la dependencia de las potenciales importaciones.
El potencial de hidrógeno es increíblemente alto. Los escenarios actuales muestran que un sistema energético e industrial neutro en gases de efecto invernadero y alimentado por hidrógeno es el sistema energético e industrial del futuro, sobre todo para cubrir la demanda final de energía en la industria, el transporte y también como materia prima para la industria química. Además las posibilidades de utilizar hidrógeno verde neutro para reducir drásticamente las emisiones de CO2 de estos procesos de fabricación es enorme.
El problema es que la producción de hidrógeno consume mucha energía. La división del agua en moléculas de oxígeno e hidrógeno requiere electricidad, mucha electricidad. Para producir hidrógeno verde respetuoso con el clima, se necesita también electricidad procedente de energías renovables, y todavía no está disponible en la medida en que sería necesaria en el futuro.
Sin embargo, una cosa es cierta: el uso del hidrógeno va a ser un factor clave indispensable para alcanzar los objetivos climáticos españoles y europeos. Para la descarbonización de cualquier sector industrial y también del transporte, el uso del hidrógeno tiene un enorme potencial. Pero el camino hacia una economía del hidrógeno, y además verde, es más bien una carrera de vallas que de 50 metros, y la medalla de oro se gana en el salto de altura. Pero nadie consigue ganar en dos disciplinas en un solo intento. A pesar de todo, eso es exactamente lo que se intenta.
En octubre de 2020 el Gobierno español publicó la Hoja de Ruta del Hidrógeno. En ella se incluyen medidas concretas para estimular la investigación, la innovación y el desarrollo en el ámbito del hidrógeno verde y se reconoce que el hidrógeno, especialmente el hidrógeno verde, es indispensable para lograr los ambiciosos objetivos climáticos europeos. Y se llama la atención explícitamente sobre el hecho de que es indispensable fomentar la producción y utilización de hidrógeno a nivel nacional. Y se marca como objetivo que para 2030, el 25% del hidrógeno utilizado industrialmente deberá proceder de fuentes renovables, esto son unas 125.000 toneladas al año y más de 1,5 GW en capacidad de electrolizadores. Sin embargo, es posible que no lleguemos a estas cifras y que una gran parte de la demanda de hidrógeno tenga que ser importada. Y este es justo el caso del petróleo, el gas y también el carbón. Se puede entender que la falta de esta fuente de materias primas en España hagan que las importaciones sean indispensables. ¿Pero para el hidrógeno?
En principio, no es necesario. Al menos no en la medida en que lo exigen actualmente la política, la economía y sobre todo la industria de las materias primas. Ciertamente, en términos de horas de sol, España tiene una posición inmejorable en comparación con otros países del mundo, y tiene plantas eólicas terrestres y marinas climáticamente bien situadas. Pero el reto que supone construir rápidamente la infraestructura necesaria para producir y transportar estas energías renovables con el fin de poder producir mayores cantidades de hidrógeno verde puede evidenciar que este no es el camino correcto. Con cada nuevo socio, intermediario y kilómetro más de tubería, el cambio al hidrógeno se hace cada vez más complejo y más caro y no reduce las emisiones de CO2, sino todo lo contrario
Aquí estamos de nuevo a punto de matar dos pájaros de un tiro. Pero esto es demasiado simplista. Con una sola medida, la de importar hidrógeno verde del norte de África o de Arabia Saudí se intenta conseguir dos objetivos. En primer lugar, cubrir la propia demanda de hidrógeno de forma climáticamente neutra y en segundo lugar, escapar de una expansión más rápida de las energías renovables. Sería una bonita solución, pero no funciona y no se debe permitir que funcione.
Europa puede producir por sí misma las cantidades de hidrógeno verde que necesita para evitar la dependencia y mantener las importaciones, que son necesarias de todos modos, al mínimo. Como en el petróleo, las dependencias están siempre asociadas a una situación de incertidumbre. Así lo demuestran también los yacimientos de cobalto necesarios en el Congo, un país en crisis, pero también la situación de incertidumbre en Bolivia, rica en litio. Tenemos que aprender de esos casos. Los europeos no debemos externalizar nuestros problemas, sino que debemos promover sistemáticamente la expansión de las energías renovables y, por tanto, también la producción de hidrógeno verde en nuestros países.
El enfoque que se pretende desde la política europea solo pone nuestros problemas en un segundo plano y abre conflictos evitables. Obtener hidrógeno verde lo más barato posible del exterior no llega a contrarrestar una estrategia comprometida, seria y neutral para el clima qué se ha fijado en 2050. Al mismo tiempo, esto crea exigencias para que los países africanos apliquen nuestras políticas de protección climática europeas.Los países tienen sus propios problemas. Además del malestar político, la inseguridad económica y las emergencias humanitarias, también hay falta de agua para producir el de hidrógeno verde, y muchas regiones de África sufren escasez de agua. Esto ilustra, una vez más, muchos ejemplos en los sectores del gas y el petróleo en los que el Gobierno local no ha tenido en cuenta los intereses de la población. Zonas y pueblos enteros se han secado como resultado. Solo podemos esperar que si la producción de hidrógeno se establece fuera de Europa, probablemente inevitable, esta sea fundamentalmente diferente a los resultados generados en la producción de petróleo.
África será un pilar importante para Europa en el futuro. Pero, desde el punto de vista de Europa, no sería sensato impedir una posible cooperación en el sector del hidrógeno, ni cerrarse completamente a esta posibilidad. Además, Europa también debería ser un pilar de apoyo para África y debería empezar a encontrar soluciones a los problemas que nos afectan en este continente. De lo contrario, el problema que los europeos estamos tratando de evitar puede ser, en el peor de los casos, el punto de partida para otros problemas. Tanto para nosotros como para África. Y en este punto debemos preguntarnos si podemos justificar esto, y si queremos volver a ser dependientes. Las respuestas a estas cuestiones son parte de la política, pero demostrar al mundo que Europa también puede valerse por sí misma es la tarea de empresas ambiciosas e innovadoras que toman las riendas del asunto.
Frans Pieter-Lindeboom es Director Regional de Lhyfe en España