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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los riesgos se multiplican y amenazan la economía global

Junto a la inflación y la factura energética, las economías afrontan el problema de la sostenibilidad de la deuda y el estallido de una crisis geopolítica

El mundo está en una peligrosa situación. Nos enfrentamos a múltiples riesgos, cada vez mayores y más graves, entre los que figuran el alto crecimiento de las tasas de inflación, la crisis energética y alimentaria o el riesgo climático, aunque sin duda los desafíos más peligrosos que se presentan en 2023 son la sostenibilidad de la deuda global y la posibilidad de que estalle una crisis geopolítica. De todos ellos depende que el PIB global crezca un 2,8 % en 2023 o se produzca una recesión sin espacio fiscal suficiente para resolverla.

Del lado económico, el más preocupante de estos peligros es la deuda. Su sostenibilidad se deteriora con rapidez, en un contexto en el que los Bancos Centrales buscan controlar la inflación a costa de endurecer su política monetaria. Los tipos históricamente bajos y la compra sostenida de activos financieros por parte del BCE o la Fed permitían mantener los niveles de endeudamiento, pero las actuales subidas han evidenciado los desequilibrios acumulados en los países desarrollados y en ciertas economías emergentes, lo que sumado a la fortaleza del dólar podría materializarse en un importante riesgo de impago.

El mapa de riesgos también contempla la persistencia del ciclo inflacionario. La inflación está desbocada en todo el mundo, y junto a la ralentización económica, e incluso la recesión, en más de un territorio, nos enfrentamos a una situación estanflacionaria. La complejidad de la estanflación reside en la enorme dificultad que existe para atajarla: para frenar la inflación, las medidas a adoptar van en la línea de frenar el consumo, pero ante un escenario de estancamiento económico las actuaciones que se llevan a cabo están dirigidas a aumentarlo.

Las medidas son justamente las contrarias en un caso y en otro. Por lo que las medidas para atajarla pasarían por flexibilidad laboral, fiscalidad empresarial incentivadora de la inversión, regulación con plenas garantías de protección al inversor, oferta energética abundante, diversificada y segura para que sea barata, distribución comercial menos rígida, entre otras.

Ante la situación inflacionaria, y consecuente impacto en la renta de los ciudadanos, los Gobiernos han puesto en marcha políticas fiscales expansivas, que chocan con las políticas monetarias contractivas de los bancos centrales. La política fiscal de los Gobiernos, especialmente en Europa, no debe ser expansiva, por el efecto negativo que tendría sobre la inflación, contrarrestando los esfuerzos que están realizando los bancos centrales al subir los tipos de interés. En cuanto a estos, el endurecimiento de la política monetaria resulta necesario, pero también frena el crecimiento económico e incrementa el riesgo de recesión. La previsión de crecimiento global para el 2023 se sitúa en el 2,8%, pero una mínima corrección a la baja podría situarnos a las puertas de una recesión global (definida como un crecimiento por debajo del 2%).

Además, la continua subida de los precios de la energía es una amenaza para el crecimiento. A los incrementos de precios del gas, el carbón y el petróleo se une al resto de problemas en la oferta, que están generando un auge de los precios que empieza a ser preocupante. Esto se traduce en una ralentización de las economías por un bajón de las actividades productivas. En la Unión Europea se vive con preocupación una posible emergencia por escasez de gas este invierno debido a los bloqueos en los gasoductos Nord Stream 1 y 2. La crisis energética provocada por la guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto la falta de planificación de los Estados, y que es absolutamente necesario buscar alternativas al actual modelo, formulando políticas integradas a nivel global que combatan las disrupciones en el marco energético.

Los peligros no solo proceden del terreno económico. En lo político ha aumentado la preocupación de que estalle una crisis geopolítica. Por un lado, la guerra entre Rusia y Ucrania parece que se prolongará en el tiempo. El retorno a la política de áreas de influencia en torno a dos grandes bloques supondría una amenaza para el proceso de globalización tal y como está conformado desde la incorporación de China a la cadena de producción mundial, originando cambios estructurales en la economía global.

En Asia, las disensiones entre China y Taiwán y la guerra comercial entre China y Estados Unidos están aumentando la tensión en la región. Asimismo, la política de Covid cero implementada por el presidente Xi ha deteriorado tanto la confianza del consumidor como la demanda externa, acumulando incertidumbre de cara al próximo invierno y redefiniendo el papel de la industria china en las cadenas globales de suministro. Además, la crisis hipotecaria está deteriorando las perspectivas del sector y se mantiene el riesgo de que el país desencadene una crisis de deuda que podría contagiar a todo el sistema financiero.

Y al otro lado del Pacífico, por primera vez en la historia, las cinco principales economías latinoamericanas estarán gobernadas por la izquierda, que debe enfrentarse a un panorama macroeconómico complejo, marcado por la desaceleración del crecimiento económico, con algunos países incluso en recesión, además de una elevada inflación y el aumento del desempleo, lo que está generando malestar e impaciencia entre los ciudadanos, muchos de los cuales han pasado de la clase media a la pobreza.

Por último, Oriente Medio es siempre un punto caliente en el mundo. En Irán, con unas protestas multitudinarias que ponen cada vez más presión sobre Teherán, los conflictos internacionales sirven al régimen como chivo expiatorio a nivel interno: puede calumniar a los manifestantes acusándolos de ser agentes extranjeros. No se descarta una demostración de fuerza exterior en forma de agresión militar a su archienemigo regional: Arabia Saudita.

Aurelio García del Barrio es Director del Global MBA con especialización en Finanzas del IEB

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