Las farmacéuticas después de la pandemia: ¿qué esperar de ellas?
A largo plazo, se trata de un sector ofrece un crecimiento sostenido tanto de los ingresos como de los beneficios
Desde que el presidente Biden declaró el fin de la pandemia del Covid-19 en septiembre, las grandes empresas farmacéuticas han tenido una rentabilidad bastante buena. Esto se debe principalmente a que las empresas farmacéuticas –y esto también es cierto para todo el sector sanitario– ofrecen un refugio seguro para los inversores en tiempos de incertidumbre. Sus actividades son muy resistentes a las desaceleraciones económicas.
Sin embargo, para los productores de vacunas contra el Covid específicamente, las reacciones han sido más diversas. A las empresas más grandes, Pfizer y J&J, les ha ido más o menos como a otras grandes farmacéuticas. Esto se debe a que sus perspectivas ya no dependen tanto del Covid-19 y el mercado vuelve a centrarse en su negocio histórico. Para las empresas más pequeñas, como Novavax, el impacto ha sido más dramático. Novavax ha perdido un tercio de su valor de mercado. No solo su vacuna lucha por ganar cuota en un mercado saturado, sino que además la empresa sufre la falta de relevos de crecimiento significativos más allá del Covid. Asimismo, BioNTech y Moderna han tenido una rentabilidad claramente superior desde septiembre. El Covid-19 les permitió validar sus plataformas de ARN mensajero y sus dos proyectos están ahora llenos de oportunidades. Por ejemplo, los inversores esperan con impaciencia sus resultados en vacunas personalizadas contra el cáncer para finales de este año.
Es cierto que las empresas más pequeñas son, sin duda, más ágiles y tienen una gran capacidad de innovación. Pero para que estas innovaciones lleguen a los pacientes, estamos convencidos de que los grandes actores estructurales también son necesarios, ya que aportan la infraestructura necesaria. El Covid-19 fue el ejemplo perfecto. BioNTech y Moderna, pequeñas biotecnológicas en aquel entonces, fueron fundamentales para establecer la tecnología del ARN mensajero. Pero sin grandes organizaciones que financien y realicen ensayos clínicos, produzcan dosis y las distribuyan, podríamos seguir esperando una vacuna.
Asimismo, España es conocida en la comunidad inversora por ser la sede de algunas empresas muy interesantes. Hay que mencionar, obviamente, a Grifols, líder mundial en derivados del plasma. También a Rovi, que estuvo a la vanguardia de la lucha contra el Covid-19, gracias a su acuerdo de suministro con Moderna. Asimismo, Almirall, que el año que viene buscará la aprobación de un prometedor fármaco contra un trastorno cutáneo masivo (la dermatitis atópica) junto con su socio estadounidense Lilly.
Por eso, hay ciertas áreas de interés dentro del sector farmacéutico. Las enfermedades infecciosas son una de ellas, con la aparición de nuevas vacunas y medicamentos antivirales. La obesidad y la enfermedad de Alzheimer serán temas clave de debate el próximo año, mientras que la oncología y las enfermedades raras seguirán siendo objeto de atención. En el ámbito de la tecnología médica, las empresas dedicadas a la cirugía volverán a los niveles anteriores a la crisis. Y también es importante mencionar las nuevas tecnologías y enfoques de las pruebas, como la secuenciación de próxima generación o la biopsia líquida, que podrían conducir a diagnósticos más tempranos y mejores y, en última instancia, a mejorar el resultado para los pacientes.
Con esto, ¿qué pueden los inversores esperar de este sector? El sector sanitario ofrece características únicas. A corto plazo, será, sin duda un sector defensivo en el entorno actual gracias a su solidez y visibilidad. A largo plazo, creemos que el sector ofrece un crecimiento sostenido tanto de los ingresos como de los beneficios a medida que las crecientes necesidades sanitarias se satisfacen con tratamientos innovadores. A menudo se pasa por alto la capacidad de innovación del sector y creemos que es importante subrayar una vez más que la sanidad es una de las industrias más intensivas en I+D y que sus innovaciones tienen un impacto duradero en las vidas humanas.
Para ilustrar la capacidad de innovación del sector, basta con mencionar la reciente aprobación en Estados Unidos de una innovadora terapia génica para tratar una determinada forma de hemofilia. Este fármaco, denominado Hemgenix, pretende tratar este trastorno de la coagulación de la sangre, extremadamente raro pero debilitante, reprogramando de forma permanente las células defectuosas. Tal avance establece un nuevo récord mundial con un precio de lista de 3,5 millones de dólares por paciente. No obstante, esta terapia tiene en realidad el potencial de ahorrar dinero al sistema. Al atacar la enfermedad de raíz con una sola inyección, evita que los pacientes tengan que someterse a toda una vida de inyecciones muy caras que podrían costar a las aseguradoras decenas de millones de dólares por paciente.
Las fusiones y adquisiciones también se reactivarán sin duda en algún momento. La valoración de las pequeñas empresas de biotecnología sigue deprimida a pesar de los recientes avances y progresos, mientras que algunas grandes empresas farmacéuticas, con muy sólida liquidez, necesitan urgentemente reponer su cartera de futuros tratamientos. En lo que va de año no hemos visto muchas transacciones importantes, pero cuando finalmente se recuperen, representarán sin duda un apoyo para las acciones.
Ser capaz de comprender la innovación es clave para evaluar las perspectivas de las empresas sanitarias. La sanidad es, sin duda, cada vez más compleja.
Sebastien Malafosse es gestor de Edmond de Rothschild AM