Brasil debe apostar por la seguridad jurídica para atraer inversión extranjera
Pese a la fuerte polaridad política y social que ha caracterizado las elecciones presidenciales de Brasil, cuya estrecha victoria ha correspondido finalmente a Lula da Silva, todo apunta a que las perspectivas para las empresas extranjeras no van a verse agitadas de un modo sustancial, a excepción de algunas cuestiones relevantes relacionadas con un mayor margen para el gasto público y, por tanto, para la inversión. La victoria de Lula, que a sus 77 años vuelve al poder, supone un giro político de Brasil hacia la izquierda, pero no necesariamente un cambio de tercio hacia una política de mayor intervencionismo estatal. Una impresión que no solo se deduce del programa electoral del nuevo presidente, sino de la experiencia de las empresas en su anterior etapa en el Gobierno. El mercado brasileño es, a día de hoy, el cuarto mayor receptor de inversión española, tras Estados Unidos, Reino Unido y México, y cuenta con una fuerte presencia de empresas de primera línea, como Telefónica, Banco Santander, Iberdrola, Dia, CIE, Gestamp, Mapfre, Sacyr y Aena, entre otras.
La principal baza para los intereses empresariales españoles durante esta nueva etapa está en la posibilidad de que el Gobierno elimine la regla que limita actualmente el gasto público en Brasil, el cual solo puede crecer en la misma cuantía que la inflación del ejercicio anterior. Una medida de austeridad fiscal que Bolsonaro aprobó en 2018 y que ha supuesto de facto la paralización de obras públicas en el país, que en la actualidad tiene en marcha proyectos para tres aeropuertos, 21 autopistas, 4 redes de ferrocarriles y 29 puertos en construcción, todo ello a través de un programa estatal de inversiones conocido como PPI por sus siglas en portugués. A la eliminación de la regla de gasto, que abriría nuevas perspectivas para las empresas españolas, hay que unir el compromiso del nuevo presidente de ratificar el apoyo de Brasil al acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Mercosur, lo que supondría una mayor apertura de la economía local y una reducción de las trabas actuales a la entrada de empresas españolas.
Más allá de esas grandes líneas, que habrá que esperar a que se confirmen, el gran reto de Brasil para atraer más inversión extranjera es apostar por una política económica predecible y estable, que proporcione seguridad jurídica a las empresas y no caiga en la vieja tentación de utilizar la economía como herramienta populista. El mercado brasileño es sin duda una gran oportunidad para las compañías españolas, pero la inversión extranjera es en igual medida clave para el crecimiento de la economía de Brasil. Se trata de un mutuo beneficio que es fundamental proteger.